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Germán Petersen Cortés

15/07/2014 - 12:00 am

Moderar expectativas sobre energética

En las próximas semanas se estarán discutiendo las leyes secundarias de la más ambiciosa de las reformas de este sexenio: la energética. Quizá para evitar que la propuesta del Ejecutivo enfrente obstáculos importantes en su paso por el Congreso, funcionarios federales del más alto nivel se han empeñado en inflar las expectativas sobre la nueva […]

En las próximas semanas se estarán discutiendo las leyes secundarias de la más ambiciosa de las reformas de este sexenio: la energética. Quizá para evitar que la propuesta del Ejecutivo enfrente obstáculos importantes en su paso por el Congreso, funcionarios federales del más alto nivel se han empeñado en inflar las expectativas sobre la nueva política energética mexicana. El optimismo gubernamental contrasta con los análisis que circulan en distintas redes especializadas globales –mediáticas, académicas y de política pública–, que apuntan hacia una progresiva moderación de las posibilidades reales de la reforma mexicana. Todos pagaríamos los platos rotos si los resultados de la energética ni siquiera se aproximan a las expectativas.

A principios de mayo, el secretario de Trabajo y Previsión Social, Alfonso Navarrete, declaró en torno a los empleos que generaría la reforma: “serán 500 mil empleos directos”. Además, afirmó que los empleos indirectos serían el triple de los directos, es decir, 1 millón 500 mil. Por las mismas fechas, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, señaló que la reforma energética “es una reforma de proporciones históricas, que implica que los mexicanos (…) estamos dispuestos a apostar por la inversión, por el crecimiento y por la creación de empleos bien remunerados”. Videgaray remató así aquella intervención: “Ahora México está dando los pasos para crecer, para crecer de manera vigorosa, no solamente en los próximos meses o en los próximos años, sino en las próximas décadas”.

Para redes globales especializadas, el futuro energético de México se vislumbra diferente. En un artículo del influyente Oil and Gas Journal, titulado “México: a moderar expectativas mientras implementa la reforma energética”, Nick Snow, editor de la revista en Washington, citaba las palabras de David L. Goldwyn, ex coordinador internacional de seguridad energética del Departamento de Estado de EUA: “hay señales de que los beneficios no llegarán durante tres a cinco años. Sin embargo, el gobierno siguió adelante de todas formas, ya que sentía que era necesario”.

También en relación a cuándo la reforma dará resultados, hace tres semanas, Diana Villiers Negroponte, en una colaboración para la Brookings Institution de Washington, uno de los think-tanks más importantes del mundo, escribía que “el gobierno mexicano muestra determinación para seguir adelante con la reforma energética, sabiendo en todo momento que se requiere una década o más para cumplir con las expectativas ciudadanas de que bajen los precios de la energía y aumenten los ingresos para pagar el Programa Nacional de Infraestructura”. La autora también abordaba las infladas expectativas sobre un aspecto en particular de la reforma: el gas shale. “Elevar las expectativas de un auge de shale debe tomar en cuenta la complejidad de los derechos (de propiedad) de superficie. Por otra parte, dado el bajo costo del gas shale en EUA y los altos costos y la complejidad que implica obtener derechos (de propiedad) de superficie y financiamiento, México podría retrasar su desarrollo de yacimientos de gas en Burgos, Sabinas y Tampico, para concentrarse mejor en aguas profundas”.

En un reporte para la Universidad de Columbia, presentado apenas el mes pasado, el ex director de PEMEX, Adrián Lajous, especialista de talla internacional en materia energética, recordaba los ambiciosos objetivos de la reforma: “detrás de este proceso hay una clara definición de éxito, tanto en términos de objetivos de alto nivel, como fortalecer el sector manufacturero mexicano, aumentar la producción de petróleo e impulsar el crecimiento del PIB; como de objetivos específicos, como crear nuevas agencias reguladoras, procesos y contratos”. Sobre la reforma, Lajous concluía: “Todo este trabajo inicial es solo el comienzo de un largo viaje que necesita estrategias bien diseñadas y, más importante aún, excelencia en su ejecución. La reforma energética se enfrentará a retos y obstáculos concretos y tangibles, que deben ser tratados de manera pragmática”.

El 6 de junio, la consultora Energy Intelligence, que a fines de año auspiciará la conferencia londinense Oil & Money junto con el New York Times, mencionaba dos de los principales riesgos de invertir en el sector energético mexicano después de la reforma: “una preocupación particular es que la célebre burocracia mexicana pudiera ser un impedimento para la eficiencia. El hecho de que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público participe, junto con la Secretaría de Energía y la Comisión Nacional de Hidrocarburos, en la definición de los términos de la subasta de futuros plantea temores de que pudiera haber demasiados jugadores”.

El Institute of the Americas detecta que “un optimismo cauto está circulando entre la comunidad inversora internacional”. Probablemente esta frase es la que mejor resume el ánimo que se extiende en distintas redes especializadas en torno a la reforma: hay optimismo, pero cauto.

En lo personal, quisiera que la reforma impactara positivamente en el crecimiento económico, y qué mejor que lo hiciera con fuerza. Sin embargo, siendo realistas, esto se antoja casi imposible en el corto plazo y difícil en el mediano. En el largo plazo, el sector energético podría efectivamente impulsar el crecimiento, pero quedan dudas si lograría hacerlo en la magnitud anunciada por el gobierno. Si no se moderan las expectativas, la sociedad mexicana corre el riesgo de esperar un futuro económico que tardará mucho en llegar o sencillamente no llegará. De ser así, la peor parte la llevaría el gobierno, por las sanciones que le impondría la sociedad tras no concretar lo que prometió.

@GermanPetersenC

Germán Petersen Cortés
Licenciado en Ciencias Políticas y Gestión Pública por el ITESO y Maestro en Ciencia Política por El Colegio de México. En 2007 ganó el Certamen nacional juvenil de ensayo político, convocado por el Senado. Ha participado en proyectos de investigación en ITESO, CIESAS, El Colegio de Jalisco y El Colegio de México. Ha impartido conferencias en México, Colombia y Estados Unidos. Ensayos de su autoría han aparecido en Nexos, Replicante y Este País. Ha publicado artículos académicos en revistas de México, Argentina y España, además de haber escrito, solo o en coautoría, seis capítulos de libros y haber sido editor o coeditor de tres libros sobre calidad de vida.

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