Sus amigos y familiares salían a las calles para preguntar por ella desde 2014. Organizaron marchas, pegaron lonas en cruceros y repartieron fichas con la leyenda de “Se busca”.
Por las características de la desaparición, se pensó en una desaparición forzada organizada por policías. Hasta la fecha no se tiene más información del caso.
Por Marcos Vizcarra
Sinaloa/Ciudad de México, 15 de mayo (RíoDoce/SinEmbargo).- Cuando Mirtha interrumpió al Fiscal, este tuvo que voltear hacia ella. No fue nada más por cortesía.
“¿Si le desaparecieran un hijo o una hija a usted?”, le cuestionó.
Juan José Ríos Estavillo frunció el ceño y enseguida le contestó que seguramente estaría con ella buscando.
Mirtha se repuso y le dijo que ella estaría buscando a su familiar sin importar el dolor que le implica saber que ha estado pidiéndole desde el 12 de noviembre del 2017 que él y su personal busque a su hijo José Manuel. No lo han encontrado. Tampoco a los que se lo llevaron.
¿Si le desaparecieran un hijo o una hija a usted?, ¿La buscaría?
No es una pregunta obvia ni con afán de ofender. Es seguro que un padre o madre daría su vida por saber dónde está. Tampoco lo es cuestionar lo siguiente:
¿Y si su padre o madre estuviera desaparecido?, ¿lo buscaría?
Ian e Íker sí.
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Una llamada entró al celular de Luis, justo después de haber colgado con Rosita, quien le dijo que ya estaba próxima a llegar a la reunión de trabajo que tenía en el Hotel Diamante.
Contestó, pero no escuchó algún saludo, ni recordatorio de algún pendiente, sino una discusión que parecía más una llamada de auxilio:
—Bájese, señorita, su unidad tiene reporte de robo.
—¿Cómo va a tener reporte de robo, si es carro de la empresa donde trabajo?
—Bájese, señorita…
Era 30 de julio. Pasaban de las 11:00 horas, cuando el sol siega y el calor asfixia. En el boulevar que conecta al residencial La Primavera, donde viven políticos y empresarios fundado por la familia Coppel. Es un complejo de alta seguridad y considerado de alta exclusividad.
Frente a ese complejo fue desaparecida.
Ahí está una cámara de videovigilancia desde 2012, pero no servía. Eso fue lo que le dijeron al señor Francisco Anzures desde la Secretaría de Seguridad Pública. Fue un discurso recurrido en la administración que comprende desde 2011 al 2016, con Mario López Valdez como Gobernador.
Por las características de la desaparición, se pensó en una desaparición forzada organizada por policías. A la fecha no se sabe más.
“La versión es que llegan y le dicen que su carro es robado y que la van a detener ya es clásico de un policía normal”, aseguró Francisco Anzures en septiembre de 2014.
El carro de Rosita fue encontrado 10 horas después a unos 9 kilómetros de donde se estableció que desapareció.
Los policías investigadores aseguraron en sus reportes que no se tenían marcas ni huellas. Nada. Como si hubiese desvanecido.
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Pasaron 10 días y no había más información. Rosita estaba desaparecida.
La organización Alameda elaboró una ficha con sus datos y colocó una fotografía, una en la que se aprecia su cabello, de color rojo, recogido. Portaba una blusa negra. Ella sonreía.
Se difundió en seguida y la noticia corrió de una forma inusual.
En 2014 no había bases de datos públicos sobre casos de desaparición o desaparición forzada. No se conocía que para esa fecha ya superaban las 2 mil desapariciones como casos acumulados desde 2002, que es cuando la entonces Procuraduría General de Justicia comenzó a resguardarlos en sus archivos estadísticos.
Antes de eso, no se sabe cuántas personas desaparecieron, Así lo ha respondido la hoy Fiscalía General del Estado en diversas solicitudes de información.
Cuando pasó el caso, era poco explorada la narración que contara sobre personas desaparecidas y sus memorias. No era usual que hubiese movimientos por eso.
Sus hermanos y padres salían a las calles para preguntar por ella. Organizaron marchas, pegaron lonas en cruceros y repartieron fichas con la leyenda de “Se busca”.
Fueron movimientos con fuerza, visibles y con dolor.
Ninguna de esas marchas se paró pese a la lluvia o el calor. Pero un día dejaron de hacerse sin una explicación pública.
“No hace mucho me preguntaron si ya la habíamos encontrado, porque me veían bien y porque no estábamos haciendo marchas”, contó la señora María Mercedes Jacobo, madre de Rosita.
Fue el desgaste y una forma distinta de emprender la búsqueda. Pensaron que el evitar los movimientos haría a los responsables repensar la situación y entregar a Rosita.
“Nosotros hemos estado buscándola viva, porque nosotros tenemos la certeza de que ella esté viva, tenemos la esperanza, tenemos la esperanza, tenemos la fe, porque mi hija no creo que haya hecho cosas malas”, asegura el señor Francisco Anzures.
No funcionó.
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Ya se acercaba el cumpleaños de Íker, el menor de los dos hijos de Rosita.
—¿Por qué no le dices a mi mamá que venga a mi cumpleaños? —preguntó.
—Le diré a tu mamá, pero ella está ocupada. Yo estoy segura que pronto vendrá —le respondió su abuela, la señora María Mercedes.
Ella comenzó a llorar mientras conducía su camioneta.
—No le preguntes eso a mi abuela, que le duele la cabeza —interrumpió Ian, el hijo mayor.
Rosita subió a un barco para irse a trabajar. Ahí conoció a mucha gente y tomó muchas fotos, pero ese barco se quedó sin combustible y es difícil que pueda arrancar para volver a tierra. Algún día lo hará.
Eso es lo que saben Ian e Íker, porque esa fue la recomendación de la terapeuta a la familia.
También lo fue el colocar fotografías de ella y mantenerlas en los burós y mesas. Es simular que ella está presente, y así parece en la casa de los Anzures Jacobo.
Ya pasaron casi cinco años y el tiempo ha transcurrido distinto.
“El niño más chico pregunta, ya le pregunta a uno por qué su mamá no está, por qué su mamá no viene, y uno le dice: ‘espérate, algún día va a venir’, yo tengo esperanza de que algún día ella va a regresar”, dijo la señora María Mercedes.
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¿Y si su padre o madre estuviera desaparecido?, ¿lo buscaría?