La estrella del diablo (segunda parte)

15/05/2014 - 12:02 am

Hace dos semana narramos en este espacio la leyenda de Perseo y de cómo él y otros personajes de la mitología griega llegaron a formar parte de nuestro cielo nocturno. El artículo terminaba haciendo mención de Algol, la estrella en la constelación de Perseo asociada con la cabeza del monstruo Medusa.

Es importante recordar que las estrellas que forman las constelaciones se encuentran a distancias diferentes unas de otras, de manera que desde otro punto en el espacio las veríamos en lugares completamente distintos. Las constelaciones no son otra cosa que grupos de estrellas a las cuales les asociamos figuras. Como estas figuras datan de hace más de dos mil años, tienen forma de monstruos, héroes, animales o instrumentos importantes en esas épocas. Seguramente en nuestros días tendría nombres como la computadora, el avión, internet o cosas por el estilo.

Algol es la segunda estrella más brillante de la constelación de Perseo y formalmente se llama beta persei. Es una estrella variable, es decir, que su brillo cambia periódicamente, a veces es más brillante y otras es débil. Esta variabilidad le dio a Algol un carácter místico y maligno que era asociado con “malos augurios” por griegos, romanos, árabes y chinos. De hecho, el nombre Algol viene del árabe Al Ra’s al Ghul, que significa “la cabeza del demonio”.

También en la Edad Media, astrólogos y brujos asociaban infortunio con beta persei y la llamaban Caput Larvae, esto es, “la cabeza del espíritu maligno”. Así, durante siglos, Algol tuvo esa interesante rareza mefistofélica o diabólica.

Sin embargo, en 1782 el astrónomo John Goodrike estudió seriamente la estrella, determinó su periodo de variabilidad y fue el primero en proponer que estos cambios eran el resultado de eclipses parciales entre una estrella principal y otra menos brillante atada gravitacionalmente a la primera. Con esto se introdujo el concepto astronómico “variables eclipsantes”.

Aun cuando Goodrike tenía razón, no había evidencia observacional de una estrella compañera y fue hasta 1889 que Hermann Vogel descubrió, mediante los espectros de las estrellas, que efectivamente se trataba de un sistema doble.

Con el paso de los años, la astronomía desarrolló nuevas técnicas de observación y mejores modelos físicos para explicar cómo se desarrolla la vida de las estrellas, aunque también se enfrentó a nuevas interrogantes. Una muy interesante la protagonizó, precisamente, beta persei y fue llamada “la paradoja de Algol”.

Representación del sistema doble de Algol. Wikipedia
Representación del sistema doble de Algol. Wikipedia

Antes de entrar en detalle, diremos que todas las estrellas tienen un ciclo de vida algo parecido al de los humanos: nacen, crecen, dejan huella por ahí y después mueren. Además las condiciones de vida de las estrellas también son un poco peculiares: las estrellas “gordas” y masivas viven poco tiempo, pero las “ligeras” y de baja masa viven mucho más tiempo. Y por si esto no fuera suficiente, cuando dos estrellas se acercan demasiado puede haber intercambio de material entre ellas, modificando sus ciclos de vida. Esto precisamente le sucede al sistema doble de Algol: la edad calculada de las estrellas no corresponde al tamaño y masa que tienen.

La estrella más brillante del sistema doble es 3.6 veces más masiva que el Sol y de color blanca. La estrella que produce los eclipses tiene apenas 0.8 masas solares y un color naranja. Aunque ambas brillan intensamente, la segunda es más oscura que la primera y produce los eclipses. La paradoja de Algo se basa en que la estrella primaria, al tener más masa debería haber evolucionado más rápido y por lo tanto encontrarse cerca del final de su vida. Sin embargo, es la pequeña, la que ya ha evolucionado y es “más vieja” que la principal.

La solución a la paradoja es que durante cientos de miles de años han transportado material entre ellas: la que ahora es pequeña era en realidad más grande y la que ahora es más grande era menos masiva. Lo que pasó fue que la estrella naranja, antes masiva, comenzó a crecen como consecuencia natural de su evolución y al estar tan cerca de la blanca (antes pequeña) comenzó a transferirle masa y con esto le dio la capacidad de hacerse más brillante; la que perdió masa al final quedó menos brillante.

Se sabe que beta persei —que se ubica a 92 años luz de la Tierra— emite en rayos X y ondas de radio debido a que el plasma que intercambian alcanza temperaturas muy altas, de millones de grados.

Finalmente, el camino que se ha recorrido desde los griegos y su mitología, pasando por la Edad Media con sus temores y supersticiones, hasta el trabajo serio y profesional de la ciencia hoy en día, es el ejemplo claro de cómo la humanidad evoluciona y de cómo las supersticiones y falsas creencias tarde o temprano se convierten en curiosas anécdotas.

Vicente Hernández

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Vicente Hernández
Astrónomo y divulgador de la ciencia
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