CRÍTICA | La amistad en Más pequeños que el Guggenheim, de Alejandro Ricaño

15/04/2018 - 12:00 am

Esta obra nos ofrece, por un lado el tema de la creación artística desde la imposibilidad, y por el otro, el de la amistad que se refuerza a medida que los personajes conviven diariamente por un fin común: montar una obra de teatro.

Por Roberto Feregrino

Ciudad de México, 15 de abril (SinEmbargo).– Después de ver la obra de Alejandro Ricaño (1984), Más pequeños que el Guggenheim (2005), uno no puede dejar de reflexionar sobre su estructura y los temas que aborda. En 2009, el autor mexicano obtuvo por esta obra el “Premio Nacional de Dramaturgia Emilio Carballido” que otorga anualmente la Universidad Autónoma de Nuevo León. Actor de profesión, interesado por el cine y amigo de Emilio Carballido, son sólo algunos ingredientes que muestran que Alejandro siempre ha sentido un profundo gusto por el teatro.

Más pequeños… versa sobre la imposibilidad de la escritura mediante la escritura, lo cual nos hace pensar en El libro vacío (1958), de Josefina Vicens (1911-1988), que trata sobre lo difícil que es escribir una novela y, al mismo tiempo, está siendo su escritura por medio de la no-escritura. Con Ricaño ocurre lo mismo, sólo que desde el lado del teatro, entre luces, una escenografía minimalista y cuatro personajes: Sunday (Adrián Vázquez), Gorka (Agustín Morgan), Jam (Hamlet Ramírez) y Al (Miguel Corral), bajo la dirección del mismo dramaturgo; así es como comienza a tejerse un imposible de escribir una obra de teatro siempre con la amistad como el principal eje: construye el teatro desde la amistad.

Todo inicia a partir de un viaje, mismo que podría simbolizar el viaje homérico, el viaje de la vida de cada ser humano que tiene una historia que contar: “Sunday: ¡A chingar su madre, puto país de mierda!/ Gorka: Gritamos cuando despegó el avión, convencidos de que nunca íbamos a regresar. Pero regresamos en tres meses.”. Este diálogo es fundamental, puesto así conoceremos lo que verdaderamente influyó para que volvieran los amigos a México. Tras su regreso fundan la compañía “Domingo Auxilio Martínez Producciones” e integran a dos no actores a trabajar con ellos: Al y Jam. Ellos cuatro intentarán conseguir dinero para que el estreno de su obra sea posible. El intento de conseguirlo nos muestra las distintas características de los personajes, sus problemas sexuales, sus problemas amorosos, sus problemas económicos y sus aficiones, que no harán otra cosa que fortalecer el vínculo de amistad entre ellos, pese a que Gorka trate mal a Jamplet (porque es tonto) y a Albino (por su falta de pigmento en la piel) en más de una ocasión. Este conflicto dramático encuentra eco en una sociedad contemporánea carente de respeto y a la que parece que nos acostumbramos más a vivir día con día. La amistad, entonces, se va construyendo a medida que se conocen aspectos personales, los lazos afectivos comenzarán a unir a los cuatro personajes de Ricaño. De ninguna manera caerán en la cursilería romántica, sino más bien darán pinceladas de afecto que los unirán más conforme se abran sentimentalmente al otro.

“Más pequeños… es una obra con un sentido nacional (más no nacionalista)”. Foto: Facebook

Más pequeños… nos ofrece, por un lado la de la creación artística desde la imposibilidad y, por el otro, la de la amistad que se refuerza a medida que los personajes conviven diariamente por un fin común: montar una obra de teatro. Alejandro Ricaño recurre a la crítica de una manera graciosa; sin embargo, es mordaz y atina a evidenciar los vicios de una sociedad mexicana corrupta, racista e ignorante desde el punto de vista artístico. Mexicanos que se alzan de hombros y alteran actas de nacimiento, mexicanos que participan en Jóvenes Creadores con un proyecto cambiando el nombre del mismo y de los participantes, mexicanos que temen a decir lo que sienten a sus amigos, mexicanos que se burlan de las características del otro, mexicanos que trabajan en un Oxxo y aspiran a ser grandes actores sólo por tener un nombre artístico.

Más pequeños… es una obra con un sentido nacional (más no nacionalista), porque abreva de otras tradiciones y se erige como un ser independiente, autónomo, en la pluma de un joven que aspira a seguir los pasos de su amigo, de su maestro, Emilio Carballido. A veces el pato nada… es un dicho que debemos completar con el amigo, con el otro, es la parte de un todo como la compañía de los colegas, de los maestros, de la gente de diario que nos sonríe y nos pregunta “¿Qué tal?”, es una parte tan sólo de algo mayor que no podemos dejar pasar. Jorge, el papá de Gorka tenía un dicho a la mitad y son los amigos de su hijo los que lo completan: A veces el pato nada y a veces ni agua bebe.

Para entender el símbolo de amistad es preciso que vayamos y seamos participes de esta aventura todos los viernes a las 8:30 en el Foro Shakespeare (ubicado en la calle de Zamora #7, en la condesa, muy cerquita del metro Chapultepec), del 6 de abril al 8 de mayo. ¡Tercera llamada, tercera, principiamos!

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