Juan Jo tenía tres años cuando su padre lo llevó a conocer el mar. Se levantó ante él una cortina de agua inmensa. Parecía una mujer inquieta, activa. En esos años Juan Jo no pensaba en OVNIS, tampoco se formulaba preguntas como: ¿Qué existe después de la muerte? Aquel primer contacto lo tiene tan fresco. Lejos estaba de imaginarse que ya más grande sería uno de los escritores más polémicos del mundo. Todos lo conocen como J. J. Benítez, el autor de la saga Caballo de Troya, nacido 1946, el mismo año en que se dio a conocer la noticia de que un extraterrestre se estrelló en Spitzbergen, Noruega.
Pocos saben que este autor, además de vender millones de ejemplares en el mundo, es un viajero constante. Ha conocido todos los rincones del mundo, ha tenido experiencias sobrenaturales pero también mundanas, ha sido atacado de loco, mentiroso y sus seguidores lo consideran un portavoz del otro mundo.
J. J. Benítez acaba de entregar su noveno ejemplar de la saga Caballo de Troya, Caná. De Miami, hizo escala en México y habla en exclusiva para Sin embargo.mx sobre temas que no sólo tienen que ver con sus libros, sino con él: el autor: el personaje de su propia historia.
“Terminar esta última entrega ha sido un milagro. Termino cansado. Nunca pensé escribir cinco mil 386 páginas”, dice con exactitud. Un libro que aborda nuevamente la historia “no oficial de Jesús de Nazaret. Lo que aquí cuento, que además es verdad, tiene investigación, no es lo mismo que asegura la Iglesia católica. La Iglesia siempre miente”, dice y aunque reconoce no sentirse contento de que los jerarcas católicos lo tilden de diablo y hereje, confía en que sus Caballo de Troya le aportan al mundo una nueva forma de ver las cosas.
De paso habla sobre José Saramago y su novela El evangelio, según Jesucristo. Se distancia del escritor portugués, de ningún modo respalda el tratamiento que hizo sobre Jesús: “Él nunca lo ve como Dios. Lo humaniza, pero nunca le reconoce lo que yo sí hago: Jesús sí se hizo Dios. Nunca quiso fundar una Iglesia, tenía una mente privilegiada. Era un hombre de carne y hueso, pero lo que cuenta Saramago es ficción. Lo mío no”.
J. J. Benítez prefiere que se le dé el mote de periodista, más que de escritor. Lo dice porque asegura tener acceso a miles de documentos e informaciones que no aparecen en los diarios y revistas más importantes del mundo, datos que los gobiernos, la Iglesia y los militares, sobre todo estadounidenses, mantienen en secreto. Él, a 27 años de iniciar con la saga Caballo de Troya, luego de vender más de siete millones de ejemplares de estos libros por todo el mundo, explica cómo ha escrito estos nueve volúmenes.
-Lo primero que hago es contrastar la información. Si encuentro, por ejemplo, un dato que afirme que en la época de Jesús, en Galilea, las serpientes eran de tal o cual tipo, mi trabajo es corroborar esa información, preguntar con la gente que me dé esos datos. Me voy a esos lugares donde sé que me contarán lo que saben y entonces corroboro todo. Mi trabajo es periodístico. Cuando tengo ya verificado todo, entonces lo escribo.
-¿Nada de lo que está escrito en Caballo de Troya es ficción?
-Si lo hay, a lo mucho es un 1 por ciento. Y ese 1 por ciento es una recreación de la realidad.
VERDAD O MENTIRA
Además del mar, a quien considera su segundo amor, después de su esposa Blanca, J. J. Benítez es un aficionado de la obra de Julio Verne. Desde niño leía sus novelas. Cuando escribía Yo, Julio Verne, visitó la tumba del escritor tres veces y “la barrí, la limpié un poco porque estaba muy sucia y me daba mucha pena verla así”, revela. También confiesa que compró una novela del mismo autor en más de 18 mil dólares, que lo ha llevado rosas y ha conversado con él. “Tengo pocas cosas en común con él, pero si tengo que mencionar en qué nos parecemos, sería en que Verne era muy meticuloso, investigaba mucho y viajaba bastante. Lo que menos tengo que ver con él, es que Verne sí era político, a mí no me interesaría para nada ser concejal de ningún sitio”.
A los 15 años, Benítez trabajaba en una fábrica decorando jarrones. Pocos saben que el escritor de OVNIS y la Virgen de Guadalupe, realiza algunos dibujos en sus ratos libres, que ha soñado con ser Miguel Ángel y, sobre todo, que escribió un libro de poemas en 1990. “Un editor, amigo mío, se atrevió a publicarme estos poemas. Fue en Chile. Nadie creía en mí. Ni mi editorial. Nadie”. El libro se titula A solas con la mar, y como suele pasar con Benítez, mucho de lo que escribe tiene estrecha relación con su vida.
Tiene estrecha relación porque también habría de escribir Al fin libre, un libro donde asegura esta parte de la conversación que sostuvo con su padre… ¡Estando muerto! Porque Benítez asegura que ha conversado con los muertos, que hay vida después de la muerte. Él, hace poco, estuvo delicado de salud: se le reventaron las arterias y estuvo a un paso de morir.
-Usted dice que hay vida después de la muerte. Cuando estuvo a punto de morir, ¿vio algo?
– Tuve una aproximación a la muerte. Es una especie de sueño muy dulce. Me vi sujeto a ese sueño dulcísimo, muy agradable y lo asocié a la muerte. Y efectivamente: cuando me recuperé me contaron que había estado a unos pasos de morir. Entonces pensé que el fenómeno físico de la muerte es eso: te quedas dormido, muy bien, con mucha paz.
-¿Cuál es su relación con los científicos del mundo? Muchos descartan estas aseveraciones. Invalidan su trabajo, aseguran que carece de evidencia científica.
-Antes, mi relación con ellos era mejor, ahora ya no me preocupa. Lo que diga la ciencia me tiene sin cuidado.
DE AVISTAMIENTOS Y MISTERIOS
Blanca, su esposa, cuenta que en Miami apenas tuvieron tiempo de comprar ropa para los nietos. Asegura que no les rindieron las horas para ellos y llevan una maleta con detalles para la familia.
J. J. Benítez lleva toda la mañana entre preguntas, críticas y reflectores. También se ha topado con una centena de fans, quienes aseguran esperarlo desde hace dos años. El periodista se prepara ante la cámara, se acomoda la corbata, es ecuánime y comienza a responder sin nervios ni titubeos. Va al grano. Insiste: “Estoy cansado”.
Él se licenció en Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Un año después de egresar, en 1966, trabajó, paradójicamente, en un periódico llamado La Verdad. Fue cronista, reportero, enviado especial. Fue hasta 1972, cuando trabajaba en el diario de La Gaceta del Norte donde recibió un teletipo, el cual informaba el aterrizaje ovni en Burgos. Allí comenzó a gestarse su fama. Empezó a mandar estas crónicas, como si fuera un corresponsal de guerra, pero en otro mundo, con seres jamás antes vistos. Cuentan que Benítez catapultó la fama del diario y se convirtió en el periodista consentido. Ya desde entonces Benítez había de acostumbrarse a la polémica y a las altas ventas. Mucho del material al que tuvo acceso, dice, le ayudó a escribir sus primeros libros sobre OVNIS y despedirse del periodismo activo.
Lo que para otros periodistas significaba encontrar documentos privilegiados, por ejemplo, de una dictadura o un genocidio, para J. J. Benítez lo más importante era presentarte justo en el momento en que aparecían los extraterrestres detenidos en el firmamento o viajando a velocidades increíbles.
-¿En verdad ha visto OVNIS?
– Cuatro veces. Pero no sé cómo sean físicamente. Sólo he visto los objetos. Los vi a 150 o 200 metros. He visto las luces, todo silencioso, muy brillantes. Una vez hice fotos. Nada que ver con lo que yo sé de aviones y helicópteros. Totalmente distintos, quietos.
-Mientras en el mundo nos preocupamos por tener acceso a otras informaciones, digamos, mundanas, para usted es tan o más importante obtener evidencias sobre la vida en otros planetas, ¿por qué?
– La milicia norteamericana es una colección de mentirosos compulsivos. Nos ocultan los ensayos militares que hacen, los experimentos, las manipulaciones de la sociedad, la intoxicación de la sociedad, se nos oculta el fenómeno OVNI.
Ellos tienen pruebas, tienen naves estrelladas, tienen criaturas, tienen todas las pruebas habidas y por haber. Hace unos días salió la oficina de ciencia y tecnología a decir que ellos descartan este fenómeno. Son mentirosos y Barack Obama es el primero.
-Bueno, pero ¿por qué nos tendrían que ocultar esto, según usted?
– Los militares ocultan esto porque crearían una situación muy desagradable. Habría mucha gente haciéndose preguntas, habría una desestabilización general en todos los campos. Porque son civilizaciones mucho más antiguas que nosotros y más avanzadas… en el tema religioso, en el tema social, cultural, económico, del petróleo, estarían por delante de nosotros. Eso significaría el caos. Por eso lo niegan, lo ocultan. Y así llevamos 60 años.
Pero Benítez tampoco revela sus fuentes, “como todo periodista”, dice. Lo cierto es que sus libros han sido tema a discutir. Lo fue, también, en el programa de televisión Planeta encantado, de Televisión Española. Luis Alfonso Gámez, articulista del diario español El País escribió dos textos a propósito de las investigaciones del autor de Caballo de Troya. En uno de los artículos, Gámez apuntó: “Estafador, que no dice más que sandeces, que basa su negocio en la mentira, el engaño público y la tergiversación”. Comentarios que le costaron seis mil euros, y sin más remedio tuvo que indemnizar a Benítez por daños morales. El juez en turno, Jairo Álvarez Uria-Franco daría el fallo a favor del investigador de OVNIS, aduciendo que: “… se extralimitan de lo que es el derecho a la información o la libertad de expresión en un sentido injurioso y vejatorio”. Aquella sentencia, para Gámez, fue tan extraordinaria como un avistamiento de marcianos, pero tuvo que pagar.
DE VUELTA AL MAR
Es la última entrevista y tiene que apurarse para abordar el avión que lo llevará rumbo a España. O para ser más precisos: que lo llevará al mar. Confiesa que cuando está en casa, sale a la playa, se descalza y camina por el litoral. Habla con la mar, es su confidente. “Le platico mis problemas. Es un amor platónico. Ella sabe todo sobre mí, nadie más”, asegura.
Está convencido que a los 70 años dejará de viajar y hará una pausa para contemplar la vida desde este mundo.
-¿Cuál de todos? ¿El mundo terrestre?
-Sí, ése –sonríe.
También se concibe como un autor de ficción. En especial, recuerda una novela titulada en El Papa Rojo. Lo especial de la anécdota viene a cuento porque Juan Jo tenía que escribir una parte de la historia donde uno de sus personajes sería detenido. “Estuve durante tres días en El Vaticano y no conseguía que me detuvieran. Había unos coches de seguridad de la policía, camuflados. Entonces puse mi rodilla en una parte del coche y comencé a apuntar las placas. Los policías me miraron y no me hicieron caso. Desesperado, caminé hacia la Plaza de San Pedro y el tipo que estaba detrás, en una tienda de suvenires, que era un informador, fue el que avisó a la policía. Así fue como me detuvieron. Les hablé a colegas periodistas en Roma y ellos explicaron que yo era un periodista. Así fue la aventura. Ya luego el comisario me dijo que si eso lo hacía en Rusia, allá me matarían. Luego me di cuenta del error que cometía. Era muy joven”, lo dice con una sonrisa traviesa.
Ahora que ha terminado la saga del Caballo de Troya, con la última entrega Caná, un mamotreto que promete un fabuloso final, retomará otros proyectos que dejó pendientes. Se le pregunta si en algún momento le gustaría que alguien escribiera una biografía de su vida y responde con un no rotundo. “Mi vida no es importante. Es como tantas”. Pero él mismo recuerda sus aventuras por el mundo, sus ideas controversiales, la de veces que ha declarado que no está loco, que dice la verdad, que es un periodista a pesar de lo que digan. “Sí, acepto, no soy tan convencional”.
-A lo mejor podría haber sido un gran actor. Usa mucho el método vivencial en muchos de sus libros.
– Mire que no lo sé. Nunca me lo he planteado –ríe–. A lo mejor sí. Yo lo que recuerdo es que sí quería pintar y sigo pensando lo mismo. Quiero ser pintor.
-Usted ha sido un corresponsal de otro mundo, de otras guerras, de otros conflictos…
-Y he luchado mucho para abrir la mente de la gente. En el sentido de que no estamos solos, allá arriba hay más tránsito que acá abajo. La vida no es lo que dicen que es. Hay muchísimas personas que no saben por qué están aquí, no entienden nada, no saben por qué les ocurren las cosas, están desesperados. Yo intento decirles con los libros que no es así, que hay un orden, está todo perfectamente previsto. Hay esperanza, aunque lo no veamos, aunque haya una oscuridad absoluta, hay un final y es un final positivo. En ese sentido sí he luchado mucho por darlo a conocer.
Juan Jo se despide, el avión lo espera, el mar, las historias, la soledad. Más allá de la verdad o la ficción, J. J. Benítez no para. Escribe, digan lo que digan, para sentirse mejor… frente a la mar.