Diego Petersen Farah
14/12/2018 - 12:00 am
AMLO y las universidades: dos errores o dos avisos
Primero fue el recortón en el proyecto de presupuesto. Inmediatamente salió el secretario de Hacienda, Carlos Urzua, a decir que se trataba de un error, que los recursos para las universidades quedarían intactos. Luego, en el contexto de la reforma educativa de un plumazo borraron la fracción séptima del artículo tercero en el que se se establece la autonomía universitaria. Horas después el secretario de Educación, Esteban Moctezuma, y el mismo presidente de la república salieron a decir que se trataba de un error de captura.
Primero fue el recortón en el proyecto de presupuesto. Inmediatamente salió el secretario de Hacienda, Carlos Urzua, a decir que se trataba de un error, que los recursos para las universidades quedarían intactos. Luego, en el contexto de la reforma educativa de un plumazo borraron la fracción séptima del artículo tercero en el que se se establece la autonomía universitaria. Horas después el secretario de Educación, Esteban Moctezuma, y el mismo presidente de la república salieron a decir que se trataba de un error de captura.
Si hemos de creerles que se trató de dos errores consecutivos, no tenemos por qué no, el asunto no es menos preocupante, pues muestra un descuido de quienes están elaborando iniciativas a toda prisa, pero sobre todo que no hay quién lea los documentos antes de que los firme el presidente. ¿Cuál era la prisa de enviar un proyecto de reforma que se va a discutir en febrero?, ¿Cuántos errores similares a la reducción de los recursos para las universidades hay en el proyecto de presupuesto que llega a la cámara el sábado?
Una de las promesas más arriesgadas de López Obrador, no solo por lo que significa sino porque el propio presidente le puso plazo de un año, es la creación de cien nuevas universidades en todo el país. ¿Por qué cien y no 94 o 116?, nadie sabe, lo más probable es que le gusto el número, pero así sean cincuenta o diez el presupuesto que requieren es enorme y no hay manera de hacerlas bien en un periodo de doce meses. Ese dinero en manos de las universidades estatales y nacionales sería mucho más eficiente, si de lo que se trata es de abrir espacios para los jóvenes en unos cuantos meses, pero hay una desconfianza ganada a pulso por la forma en que las universidades evaden la rendición de cuentas y porque se han prestado para triangular recursos para destinos políticos, como se demostró en el reportaje de La estafa maestra. No podemos descartar que los errores no sean tales sino avisos, una manera de ir midiendo la reacción que tendrían frente a nuevas formas de control.
La desconfianza del gobierno hacia las universidades está más que justificada y, después de los dos errores, la de las universidades hacia el gobierno federal también. Es evidente que con tantos frentes abiertos López Obrador no puede darse el lujo de confrontarse con los universitarios, pero comienza a enviarles mensajes: las universidades autónomas tienen que rendir cuentas mucho más allá de lo que lo hacen ahora y no pueden escudarse en la autonomía para perpetuar sistemas antidemocráticos de control político.
Me temo que no estamos sino en los prolegómenos de una relación que se antoja compleja y de la que de ambas partes hay razones de peso y perversidades de hecho. Lo que ninguno de los dos debe perder de vista es que de los que se trata es que tengamos más y mejor educación universitaria.
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