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Tomás Calvillo Unna

14/12/2016 - 12:00 am

Quince años entre el desmadre y la reivindicación social

  El desmadre, como conducta propia de la apuesta intermitente por la libertad fugaz del caos, del distanciamiento casi ontológico del aburrimiento que el orden implícito de la rutina impone; la omnipresencia que la comunicación digital de los gadgets otorga a cada uno y se resume con una expresión proveniente del campo de la salud […]

 

Hay en todo ello una embriaguez que acompaña al país entero, como si no quisiera reconocerse en el espejo de su violencia y extravío. Foto: Cuartoscuro
Hay en todo ello una embriaguez que acompaña al país entero, como si no quisiera reconocerse en el espejo de su violencia y extravío. Foto: Cuartoscuro

El desmadre, como conducta propia de la apuesta intermitente por la libertad fugaz del caos, del distanciamiento casi ontológico del aburrimiento que el orden implícito de la rutina impone; la omnipresencia que la comunicación digital de los gadgets otorga a cada uno y se resume con una expresión proveniente del campo de la salud y enfermedad; omnipresencia que despoja a la propia representación de la divinidad de una de sus cualidades sustanciales y expresa el poder masivo de la tecnología; la reivindicación social de un evento significativo a partir de una invitación abierta, que no se constriñe a una élite urbana que suele mostrase en su exclusividad y riqueza en los medios impresos y electrónicos.

Estas tres condiciones acompañan a la avalancha que se ha desatado sobre la fiesta que Rubí y su familia organizan. A ello se suman los políticos, los artistas y demás actores del teatro cotidiano cuya presencia en los medios es indispensable para su sobrevivencia; así como las necesidades económicas de toda naturaleza que buscan una salida mínima, un respiro ante las carencias.

La desproporción de esta experiencia calificada de viral, por su brutal y velocísima expansión, toca fibras profundas que muestran la fragilidad de personas y comunidades acechadas por las nuevas plagas electrónicas que pueden arrasar en segundos el paisaje de la vida privada.

El circo romano como reminiscencia no es ajeno a los espectáculos masivos que hoy en día convoca el ciberespacio. La Joya, en el municipio de Villa de Guadalupe no lejos de las poblaciones de Charcas y Matehuala en el estado de San Luis Potosí; región donde habita la familia de Rubí, aparece otra vez en el mapa[1] de una nación ausente que pareciera buscarse en la aridez del altiplano, aunque sea para celebrar unos quince años: el  ritual antiquísimo del fin de la infancia.

Hay en todo ello una embriaguez que acompaña al país entero, como si no quisiera reconocerse en el espejo de su violencia y extravío.

Como corolario, en las proximidades de La Joya se encuentra Wirikuta el lugar  sagrado de los huicholes, también en su entorno hay restos del meteorito que algunos vinculan al afamado de Chicxulub en Yucatán al que se atribuye las transformaciones más drásticas habidas en nuestro planeta. En su artículo de hace unos años el físico potosino José Luis Morán, retoma algunos estudios sobre esta materia e informa que el pedazo mayor del meteorito se encontró en 1804 y se le depositó en el patio de la iglesia de San Francisco en la ranchería de San José del Sitio. En 1866 en plena invasión francesa, el General Bazaine, por órdenes de Maximiliano de Habsburgo, lo trasladó a París, para su estudio y análisis.

En el umbral del siglo XX José de León Toral el que segó  la vida de Álvaro Obregón nació ahí donde van a cantar Los Inseparables Indomables de Cedral, Los Cachorros de Juan Villarreal, Reelevo X y el Conjunto Innegable para celebrar los XV años de Rubí.

[1]  https://www.google.com/maps/place/XV’s+DE+RUB%C3%8D/@23.2420489,-100.8408963,13.54z/data=!4m15!1m9!4m8!1m0!1m6!1m2!1s0x868090f648abfa55:0xa270b56f92cd63c1!2zWFYncyBERSBSVULDjSwgU2FuIEx1aXMgUG90b3PDrSwgTcOpeGljbw!2m2!1d-100.8303523!2d23.2465561!3m4!1s0x0:0xa270b56f92cd63c1!8m2!3d23.2465561!4d-100.8303523?hl=es-419

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