Un texto cursi

14/12/2012 - 12:03 am

No le voy a declarar mi amor a nadie. Pero es que no hay manera de evitar que de repente la vida te estalle en la cara por las vías más inesperadas. Incluso los libros. ¿En cuántas vidas nos hemos visto reflejados, ansiosos por terminar la última cuartilla, pero a la vez en duelo cuando lo hacemos? Mi primera vez fue con Michael Ende. Leí Momo y me angustié con los hombres grises. Después leí Las Brujas, de Roald Dahl, y desde encones estoy convencida de que estas existen.

Afortunadamente Roald no ha sido mi único tsunami libresco. No es una lista brutal, pero el más reciente es Rosa Cándida, de una autora llamada Audur Ava Olafsdottir (Alfaguara). Creo que hace mucho tiempo que no me sumergía en una historia que no tuviese los típicos elementos del complot o la trama: sexo, tensión, drama, guerra, sangre.

Esta es la historia de amor más pura que he leído en años. En breves palabras, un joven jardinero, no más de 20 años, se traslada de su casa a un convento donde tienen un jardín de rosas bastante descuidado. Él ha trabajado con flores toda su vida y solicita acudir al rescate del jardín.

Antes de partir, embaraza a una chica un poco mayor que él. El resultado es una hija que nunca ve, hasta que la madre le solicita que se haga cargo de la nena, porque tiene que dedicarse a elaborar su tesis. Entonces el joven prepara el terreno, y se empieza a construir una relación entre él, la mujer y la niña, a partir de nuevas rutinas, gestos y miradas que irán tejiendo otro jardín, humano, como si la niña fuera una rosa más de las que él fue a cuidar.

Texto sencillo, hermosas descripciones, frases modestas. La autora no le da vueltas a lo que no tiene que darle vueltas. Toda la trama sucede en un pequeño pueblo de un país al que se llega después de un viaje en avión, cuatro trenes y un autobús o auto, donde se habla un dialecto casi extinto, y viven muy pocas personas, incluyendo unos monjes mayores y felices, y casi ningún joven.

Nunca me han gustado las rosas. Me parecen unas flores cursis, esqueletos de canciones y pensamientos cursis y de cierta manera engañosas. No comprendo cómo un color significa una cosa, amor o inocencia, mientras que otras son como el beso de Judas, creo que las rosas amarillas. Aparte tienen espinas. O sea que yo estaba peleada con las rosas hasta que me llegó a las manos este libro delicado, como el pétalo de una rosa. Y perdón por el lugar común. Literalmente me fue envolviendo, porque esto hacen los libros, ¿cierto?

Me hizo imaginarme el olor de las rosas, los distintos tipos, las variaciones de color casi imperceptibles, me hizo imaginar perfectamente a todos los personajes del lugar, me hizo desear estar en un jardín de rosas, o ser parte de su reconstrucción por lo menos. Me habría encantado ayudarle a decorar la casa, me hizo querer cocinar el estofado que él se esmeraba en preparar a la chica y a la hija, me dieron ganas de siempre tener flores frescas en mi casa, de abrir las ventanas y de que se inunde de sol, tal y como pasa en el libro.

Me dieron ganas de pasear a su hija en la carreola y saludar a los asombrados vecinos. De comprarle esos vestiditos de flores y acariciarle los rizos y abrigarla bien porque al parecer ahí hace mucho frío.

Me dieron ganas de platicar con el joven y ver películas a su lado. De decirle que todo estaba bien, que si yo fuera su hermana, le apoyaría en todo.

Me hizo bajar a comprarme un ramo de rosas y ponerlas en un bonito jarrón, muy apretadas, como botones, para que lentamente se abran con el paso de los días y me den una hermosa sorpresa al terminar la semana.

Pocos libros provocan en mi tantas cosas. Y eso que creo que este ha sido un best-seller. Pues qué bueno está. Lo recomiendo a todos aquellos que no les gusten las rosas. Puede que acaben comprando montones de estas.

 

@mariagpalacios

http://marianagallardopalacios.wordpress.com/

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