Se cumple una semana desde el derrame de 40,000 metros cúbicos de una mezcla de productos químicos en la región de Cananea, en Sonora, y es hora que no se explica con claridad qué y cómo pasaron las cosas. Aún más, no se ha precisado qué sustancias químicas y en qué concentraciones fueron vertidas.
Se trata de un grave accidente (muy probablemente una negligencia) que ha traído y seguirá trayendo por un tiempo, problemas ambientales, económicos y sociales para los habitantes colindantes con los ríos Bacanuchi y Sonora. Pero no sólo eso: nos recuerda la gran opacidad con que algunas empresas afrontan problemas como este y la incapacidad de las autoridades de protección civil y ambientales de todos los niveles. El común denominador es la falta de una cultura por informar con veracidad y claridad. Para colmo, la multa anunciada por cerca de un millón 300 mil pesos es, honestamente, ridícula: 0.03 pesos por litro.
Grupo México, propietaria de la mina Buena Vista, asegura que los 40 millones de litros derramados son de una solución ácida de sulfato de cobre, que comenzó a fugarse desde una represa en construcción. En un comunicado (que por cierto no especifica la fecha del derrame), la empresa afirma que se avisó a tiempo a la Secretaría del Medio Ambiente, a otras autoridades locales y a diferente medios de comunicación. Sin embargo, Cesar Lagarda, delegado estatal de la Comisión Nacional del Agua, desmintió y dijo que “la empresa ocultó deliberadamente la falla” y que habitantes de una comunidad a 80 kilómetros de la mina fueron los que avisaron del derrame a las alcaldías de Cananea y Arizpe.
Grupo México atribuye el derrame a las lluvias “atípicas y persistentes”, pero la Comisión Nacional del Agua insiste en que se trata de una falta de supervisión, una negligencia. Hasta aquí, la información proporcionada por la empresa es tan clara como las aguas del río Bacanuchi en este momento.
Respecto al origen del problema uno podría preguntase de dónde y porqué Grupo México emplea esas sustancias químicas.
Buena Vista es una mina cuyos minerales son ricos en cobre y uno de los métodos utilizados para extraerlo es la lixiviación. Se trata de un proceso químico donde se añade ácido diluido sobre los minerales para formar una sal soluble del metal. A partir de esa solución salina es posible recuperar el material deseado de manera más fácil y económica.
Para extraer el cobre, el proceso inicia con la fragmentación del material proveniente de la mina, hasta obtener rocas con tamaños menores a unos 5 centímetros. Esto se hace para facilitar su manejo y aumentar área de contacto entre el ácido y los minerales: la suma de cada superficie de muchas piedras pequeñas es mayor que la de pocas grandes.
El material triturado se coloca sobre una enorme superficie plástica e impermeable hasta formar grandes montículos o pilas. Enseguida el mineral es rociado constantemente con ácido sulfúrico diluido, el cual reacciona químicamente para formar sales de cobre solubles en agua. Los líquidos que escurren entre las rocas y sus poros son recogidos en forma de drenaje y constituyen el primer concentrado del metal, en forma de sulfatos de cobre. El mineral es tratado varias veces para obtener el máximo beneficio y después desechado.
La primera parte de este video muestra el proceso de lixiviación.
Enseguida, los sulfatos son mezclados con resina, que poco a poco captura el cobre. El compuesto resina-cobre es tratado nuevamente con ácido, formando otra vez sulfato pero mejorando su concentración.
En el último paso, se introduce una corriente eléctrica en la solución por medio de placas metálicas. Estas corresponden a los electrodos tradicionales de una celda electroquímica o una batería: ánodo y cátodo; en otras palabras, son los polos positivo y negativo, respectivamente, por donde se introduce la corriente eléctrica. Dado que el cobre en solución tiene carga positiva, sus iones son atraídos hacia el polo negativo o cátodo. Así se forman hojas gruesas de cobre 99.99% puro. El siguiente video muestra un experimento de laboratorio de esta última etapa.
Entre el martes 5 y el miércoles 6 de julio algo falló en los primeros pasos del proceso para obtener el metal.
Dado que Grupo México utiliza la expresión “solución ácida de sulfato de cobre” para describir a los líquidos derramados (aunque no proporciona mayor detalle), podría pensarse que fueron los líquidos lixiviados los que llegaron al río Bacanuchi. Sin embargo, llama la atención que el sulfato cúprico forma una solución azul, mientras que las fotos que circulan por internet muestran un color naranja en el agua. ¿De qué otras sustancias podría tratarse?
Aún más, algunas fuentes señalan que “fueron desechos que salieron de los llamados represos de jales”. Lo cual añade confusión al asunto, dado que “las jales”, en el lenguaje metalúrgico, se refiere al material sobrante de otro proceso para obtener cobre, llamado “concentración por flotación” y que al parecer no utiliza ácido sulfúrico. ¿De dónde provienen las sustancias derramadas?
Finalmente, tanto la empresa, las autoridades y los medios de comunicación hacen énfasis en la acidez del material derramado, la cual ciertamente puede ser neutralizada añadiendo compuestos alcalinos (como la cal). Sin embargo, poco se ha informado sobre la contaminación con metales como hierro, manganeso, cadmio o arsénico y que a largo plazo podría ser más grave. Algunos medios ya reportaron la muerte de ganado y peces.
Tanto la Comisión Nacional del Agua, como la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, tienen que explicar qué tipos de compuestos químicos fueron encontrados, las concentraciones medidas, los niveles máximos permitidos y las consecuencias de la ingesta o contacto con esas sustancias.
Toda la información debe ser clara y sencilla.
Vamos a ver si algún día nos enteramos de qué fue lo que pasó en la mina Buena Vista, propiedad de Grupo México.
Twitter: @naricesdetycho
Facebook: naricesdetycho
