Tu cloaca interior

14/06/2013 - 12:01 am

Una y otra vez lo compruebo: cada vez que una relación amorosa se interpone en el camino de la felicidad, el género femenino, por lo general, se reúne en asamblea. La asamblea puede ser en una casa, un café, en un bar o en un grupo de WhatsApp. Se estudia el caso de “Fulano” y se construyen toda suerte de derivaciones y escenarios. Aparte hay que decodificar textos, porque ahora tenemos evidencia y rastros de conversaciones enteras.

– Si “Fulano” dijo que no “era momento” significa que “sí habrá un momento” y que seguro “estamos en un momento”. (Yo creo que “Fulano” quiso decir que nel y punto)

– Ya pasaron cuatro días. ¿Qué significa su mensaje despreocupado? ¿Es un hijo de su… o es que simplemente de verdad que la lleva tranquila?

– Ya pasó una semana, ¿acaso no le importo? (Lagrimita tipo Remy)

Siempre he tenido la curiosidad de saber si los hombres se juntarán en una cervecería a compartir detalles de sus teorías sobre el comportamiento femenino.

Me queda claro, por mis amigos, que no. No hay doble intención. La que le busca chichis a las culebras es por lo general la mujer, definitivamente. Envidio a aquellas que tienen y eligen una perspectiva lógica para abordar la vida. Yo tengo una amiga de otra amiga que de repente vuela a alturas insospechadas y piensa que un mensaje tiene tres significados.

Conocí a Paulina en una playa por azares del destino. Ella, maestra de yoga y amante del fútbol –sí, desafortunadamente Puma–, me transmitió un conocimiento que supongo habrá salido de horas de estas interminables pláticas que sostenemos las mujeres sobre los hombres.

La teoría dice algo así. Cada persona en este mundo nació con una alberca, más o menos limpia. Como la consciencia. Ya luego la vida se encarga de que la enlodemos rico y sabroso. Quizá empieza desde que hacemos pastelitos de lodo para compartir con las amigas. Creo que ahí está el fallo. A los tres años ya nos encontramos comiendo y compartiendo tierra con los amiguitos.

Pasa el tiempo, crecemos y por lo menos entre algún grupo de féminas, seguimos horneando pastelitos de lodo e imaginando todas las teorías del mundo aplicables a un punto que no tiene más que una sola perspectiva.

En fin. Que la alberca se va enlamando. Crecen lirios, los invaden, como el Lago de Chapala. O el verde radioactivo del Lago de Chapultepec. Si metemos una red de pescador, no quiero ni imaginarme al muerto que podemos sacar. O al montón de algas y fauna silvestre que habita nuestra alberca.

Ahí vamos por la vida, caen las primeras lluvias ácidas y nosotros, por supuesto, ni siquiera hemos comprado una tela de plástico para cubrir las aguas de nuestro sagrado recinto acuático.

Luego invitamos a la gente a nadar a nuestra alberca –tómelo usted como le apetezca–. Y no falta el individuo que literalmente echa mierda o que se mea. ¿O es que si no de dónde salió ese rumor tan esparcido de que hay un líquido detecta pipí en los hoteles? Jamás lo he visto. Que tire la primera piedra el que no alcanzó a ir al baño (si quiere cuando era chavalito). Y este individuo tiene el descaro de echarse un clavado de bombita el muy payaso, o payasa, y saca agua de todos lados. Que deja su marquita en nuestra alberca, por un decir.

Y sigue pasando el tiempo. Nosotros tan a gusto, ahí tomando chela, comiendo un cebichito, qué le hace que se caiga poquito. Tampoco somos como para echar algún líquido limpiador… no no no, es que el tiempo y el dinero no alcanza. Hay cosas mil veces más importantes que hacer: el trabajo, las relaciones, la casa, la vida misma, antes que mirar la mierda acumulada en la cloaca.

Pero quizá llega un día en que a uno le cae el veinte y voltea a ver su preciado tesoro con asco. O con tristeza. Esos momentos definitivos en la vida, no antes de los veinticinco en que el cerebro no ha madurado, en el que te das cuenta que de verdad, tu alberca está muuuy sucia.

Y por fin tomamos la decisión de empezar el trabajo manual de limpiarla. Primero viene la toma de consciencia, que es como el 40% del avance. Querer limpiar la alberca. Es el primer paso.

El segundo paso es invertir en las herramientas; necesitaremos varias especializadas. La línea Rainbow Plastics nos sugiere recogedores de hojas y termómetros, analizadores de cloro, pH, ácido, etc. En el particular caso de limpieza emocional de alberca es conveniente observar hábitos, vicios, perversiones, desenfrenos y escándalos; y combatirlos con las herramientas que cada uno considere mejor para sí mismo: ponerse sana y en mejor forma, acostumbrarse a estar solo, cultivar otras aficiones y amistades y no sólo la relación de pareja.

Una vez comprados ahora sí viene el tercer paso. Empezar. Acción. Y ahí está uno, sudando la gota gorda, como Dios nos dio a entender atrapando hojitas y sacando lama, metiéndonos de lleno a la piscina y tallando los azulejos alguna vez azul y verdes ahora cubiertos de musgo.

Pues ahí en shorts y camisa larga, sudados, de pronto llega alguien. Sí, alguien. Un hombre o una mujer y nos dicen: oye, cáele a mi alberca ¿no? O sea que a mitad del proceso surge la posibilidad de una relación. Reacción inmediata: aceptamos. Afortunados los que saben estar solos y disfrutan de su tiempo, en mi experiencia la mayoría somos seres con necesidad de platicar con alguien y que ese ser especial nos abrace. Así que corremos y dejamos el trabajo a medias.

No olvide que hay esos que al salir de una relación en lugar de limpiar las aguas, le sacan brillo al trampolín para que otros se avienten.

La teoría propone que estas reacciones deberán ser evitadas a toda costa. La teoría indica de manera terminante y enfática que digamos: gracias, estoy en un proceso de limpieza, cuando termine, con mucho gusto te acepto un café. Con mucho gusto voy y me echo del trampolín de tu alberca, pero por el momento, estoy haciendo jardinería acuática.

Después de analizar una situación particular de la amiga de mi amiga y contrastarla con la teoría de la limpieza de albercas, frente a las olas del mar, se le aclaró la vida, que no la alberca. A esa todavía le falta.

Así que yo sugiero que se dedique los fines de semana a su alberca. Compre sus herramientas y disfrute la faena, que no hay nada más bonito que ver despejar las aguas turbias. Ya tendrá tiempo de visitar y solazarse en otras pozas.

@mariagpalacios

Gracias a Paulina de la Mora y a Mónica Villarreal por invertir tiempo tan valioso en la elaboración de esta muy útil teoría. No quiero imaginar las condiciones en las que se pensó, pero seguro fueron muy divertidas.

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