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Germán Petersen Cortés

14/04/2015 - 12:02 am

Lo que se disputa en 2015

Con frecuencia, la atención a los detalles hace perder la visión del conjunto. Llevado este principio al proceso electoral en curso, la concentración en contiendas particulares podría nublar la mirada para apreciar el plano general. ¿Qué es lo central en estos comicios? No hay duda: la correlación de fuerzas entre el bloque conformado por el […]

Con frecuencia, la atención a los detalles hace perder la visión del conjunto. Llevado este principio al proceso electoral en curso, la concentración en contiendas particulares podría nublar la mirada para apreciar el plano general. ¿Qué es lo central en estos comicios? No hay duda: la correlación de fuerzas entre el bloque conformado por el PRI y sus aliados –PVEM y PANAL–, y el conjunto de las fuerzas de oposición. Dicho en breve, de lo que suceda el primer domingo de junio dependerá si se fortalece el aparato encabezado por el tricolor y, al mismo tiempo, se debilita la oposición, o viceversa.

Aquí es importante subrayar que cometen un grave error de análisis quienes miden al PRI tan solo considerando su intención de voto como partido, sin tomar en cuenta las intenciones de voto de sus aliados. En los hechos, el tricolor nada con un bule en cada brazo –PVEM y PANAL. En consecuencia, hay que considerar no solo al nadador sino también los bules que lo ayudan a mantenerse a flote.

En algún sentido, la guerra electoral de junio próximo es una sola –el futuro de la correlación de fuerzas PRI-oposición–, conformada por cientos de batallas ­–las elecciones particulares de gobernadores, alcaldes y diputados. Dicho en otros términos, se trata de un solo choque estratégico al que subyacen múltiples disputas tácticas.

Actualmente, el bloque PRI/PVEM/PANAL tiene, además de la titularidad del Ejecutivo federal, 21 gubernaturas, 62 escaños en el Senado,  251 diputados federales, la mayoría en más de una veintena de congresos locales y la titularidad de dos de cada tres municipios en el país. Los partidos opositores, salvo Partido Encuentro Social y Partido Humanista, es decir, PAN, PRD, MC, PT y MORENA, tienen el control de las posiciones políticas restantes.

En la próxima elección estarán en juego nueve gubernaturas, 500 diputaciones federales, 598 curules locales y 887 presidencias municipales. Esta enorme cantidad de puestos en disputa deriva en que lo sucedido el 7 de junio pueda cambiar la correlación de fuerzas entre el bloque tricolor-verde-turquesa y la oposición.

En caso de que, como el gatopardo de Lampedusa, a pesar del cambio de casi 2,000 servidores públicos electos, la correlación de fuerzas entre el PRI y la oposición se mantenga igual después de junio próximo, el tricolor podrá seguir llevando la batuta en la agenda de políticas públicas. Tendría como obstáculos los mismos que hasta ahora: una oposición partidista fragmentada, adversarios en distintos grupos sociales y su hasta ahora imparable pérdida de credibilidad.

Ahora bien, si el bloque encabezado por el PRI se empoderará más de lo que ahora está, se incrementarían sus márgenes de acción política, lo que por un lado equivale a mayores posibilidades para impulsar su proyecto económico, pero por otro lado supone crecidos márgenes de irresponsabilidad política. Un PRI más fortalecido, a pesar de la mala evaluación ciudadana a la administración peñita –como demuestran todas las encuestas–, tendría incentivos para comportarse como hasta ahora lo ha hecho. ¿Por qué cambiar la estrategia si ya ha reportado beneficios electorales?

En cambio, si la oposición se empodera, el resultado sería bastante impredecible, pues dependería sobre todo de si se recoloca el PAN o lo hace la izquierda. Sea como fuere, en cualquiera de los dos casos la oposición marcaría las condiciones de la negociación política en el país –con todo lo que ello implica: leyes, reformas, presupuestos, nóminas, políticas públicas–, lo que supondría un cambio en el juego político actual. Habría, cuando menos en principio, más posibilidades para que surjan contrapesos desde dentro de las instituciones.

En conclusión, al momento de decidir el sentido de nuestro voto, además de tener en cuenta su impacto sobre lo que pase en nuestro distrito, municipio o estado – lo que argumentábamos la semana pasada–, también habría que considerar sus consecuencias sobre el elemento central de la elección: la correlación de fuerzas entre el PRI y la oposición. De esto dependerá, en buena medida, el futuro de México en los próximos años. Nada menos.

@GermanPetersenC 

Germán Petersen Cortés
Licenciado en Ciencias Políticas y Gestión Pública por el ITESO y Maestro en Ciencia Política por El Colegio de México. En 2007 ganó el Certamen nacional juvenil de ensayo político, convocado por el Senado. Ha participado en proyectos de investigación en ITESO, CIESAS, El Colegio de Jalisco y El Colegio de México. Ha impartido conferencias en México, Colombia y Estados Unidos. Ensayos de su autoría han aparecido en Nexos, Replicante y Este País. Ha publicado artículos académicos en revistas de México, Argentina y España, además de haber escrito, solo o en coautoría, seis capítulos de libros y haber sido editor o coeditor de tres libros sobre calidad de vida.

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