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Jorge Alberto Gudiño Hernández

14/02/2015 - 12:02 am

Es robar

La investigación del New York Times puso sobre la mesa un tema de sobra conocido por los mexicanos: el de la corrupción. Mucho es lo que se dice alrededor de ella. Desde las lapidarias frases de los más cínicos: “Un político pobre es un pobre político” hasta las de aquéllos que pretenden que ésta sea un asunto […]

La investigación del New York Times puso sobre la mesa un tema de sobra conocido por los mexicanos: el de la corrupción. Mucho es lo que se dice alrededor de ella. Desde las lapidarias frases de los más cínicos: “Un político pobre es un pobre político” hasta las de aquéllos que pretenden que ésta sea un asunto cultural y, en consecuencia, sin remedio.

         Por momentos me da la impresión de que, en efecto, no hay una solución para esta práctica recurrente. Tan es así que la utilizamos como un camino o una fórmula para justificar todos nuestros males: “Es que el gobierno es corrupto”. Y lo dejamos pasar. Incluso quienes en su vida han sido tentados por un policía de tránsito o quienes han esperado por horas para obtener un documento sin haber ofrecido cantidad alguna para abreviar el trámite. Sí, los hay. Las grandes mayorías de mexicanos son así. No es que lo quiera pensar de manera idealizada, sino que corromper cuesta y no siempre están disponibles los medios. Además, estoy convencido de que hay mucha más gente buena de la que creemos.

         Entonces el gobierno es corrupto y no nos queda más que resignarnos.

         Hace unas semanas, un amigo bastante bien informado se reunió con directivos de las penitenciarías del Distrito Federal. Entre muchos datos, uno lo tenía sorprendido. Cerca del treinta por ciento de la población carcelaria estaba presa por haber robado para comer. Sí, escucharon bien: hay gente en la cárcel por haberse robado un pan, una torta, algo para alimentar a sus hijos. Lo peor es que no son pocos, no son un Jean Valjean aislado sino tres de cada diez presos en cárceles sobresaturadas.

         No se me ocurre quién puede denunciar a un hombre que toma un pan y sale sin pagar. Debe ser difícil tomar esa decisión. Sobre todo, si se está consciente de que su denuncia puede significar cinco años de encierro para el ladrón y una posible familia en un estado de mayor miseria. No se me ocurre, pues, quién puede interponer ese tipo de denuncias pero se me ocurre, en cambio, que de preguntarle por qué lo hizo, contestaría con cierto orgullo: “porque es lo correcto” o algo similar, exaltando valores en los que cree. “Si no tiene para comer, que trabaje. Robar es malo”.

         Y ahí está el quid del asunto: los corruptos son, ante todo, ladrones. No es cosa de hacer cuentas y especular dado que, además, es imposible dar con el dato exacto. Tal vez ni siquiera una aproximación. Sin embargo, es posible que la corrupción le cueste a los mexicanos varios miles de millones de pesos al año. Una cantidad tan absurda, tan alta, que hasta da trabajo entenderla en su justa dimensión.

         En otras palabras: cada semana, cada mes, cada año, los políticos corruptos, los empresarios coludidos, el sistema o como se le quiera decir nos quitan, a cada uno de nosotros, un montón de dinero. A veces es difícil verlo puesto que es mucho menos tangible que el pan robado por el hombre preso. Pero basta poner un poco de atención: tenemos calles mal pavimentadas, un sistema educativo vergonzoso, criminalidad en ascenso, ciudades saturadas, un campo en la miseria, narcotráfico, desapariciones forzadas… y la lista podría seguir indefinidamente. No sólo eso: se acrecienta. Porque el robo es constante, cotidiano. Una práctica, pues.

         Y no lo denunciamos. No lo hacemos como individuos y tampoco como sociedad. La explicación podría ser muy simple: ya nos acostumbramos al término corrupción. Está bien empleado: utilizar recursos públicos para el beneficio privado, siendo muy liberal. Pero antes de eso subyace otro mal. Y es que los corruptos roban. A todos nos han enseñado que robar es malo desde casi cualquiera de sus perspectivas. Mucho más si no tiene que ver con esa necesidad acuciante de alimentar a la familia sino, al contrario, con el empoderamiento grosero que da el dispendio económico.

Así pues, tal vez sea momento de tener presente ese robo y alzar la voz. Echarle la culpa al gobierno corrupto habla mal de dicho gobierno. Aceptar que a tantos millones nos roben de manera tan descarada, en cantidades tan altas y durante tanto tiempo, habla mal de nosotros.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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