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Jorge Alberto Gudiño Hernández

13/12/2014 - 12:03 am

Monotemático

Yo debería hablar de libros y de asuntos en torno a ellos. Se supone que ése es mi campo de especialidad. Debería, entonces, contar cómo fue la experiencia de haber sido invitado al Hay Festival de Xalapa que se desarrolló en octubre. Contar, por ejemplo, cómo los temas más recurrentes dentro de las camionetas que […]

Yo debería hablar de libros y de asuntos en torno a ellos. Se supone que ése es mi campo de especialidad. Debería, entonces, contar cómo fue la experiencia de haber sido invitado al Hay Festival de Xalapa que se desarrolló en octubre. Contar, por ejemplo, cómo los temas más recurrentes dentro de las camionetas que transportaban a los autores, fueron los deportes y la superación personal, por raro que esto pueda parecer. Debería, también, hablar de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Hacer un recuento de los autores a los que vi, con los que platiqué. Decir, por supuesto, que la FIL me provoca sentimientos encontrados porque es un monstruo con el que se debe aprender a lidiar. Es una feria sin más protagonistas que los propios libros, toda vez que los centenares de autores que caminan por los pasillos apenas somos parte del decorado. Asegurar, con cierto temor, que lo que más disfruto de la Feria es el hecho de que se pueden entablar conversaciones de alto nivel, toda vez que parece flotar en el ambiente una necesidad de no decir trivialidades. Debería, incluso, reseñar un libro, hablar maravillas de alguno que me haya arrebatado el aliento o elaborar un listado de todos aquellos descubrimientos de papel. Hasta podría sumarme a la discusión en torno a quienes fueron seleccionados para representar a nuestro país en Londres.

         Debería, me queda claro, pero no lo hago.

         Sucede que desde hace más de tres meses las cosas en este país no dan para exquisiteces. A la tragedia de Iguala se van sumando más y más horrores. Los unos, parten de imágenes brutales, de estadísticas que acumulan muertos, de feminicidios que hace tiempo no son la excepción. Los otros, muestran corruptelas, tráficos de influencias, declaraciones patrimoniales exageradas e injustificables. Para colmo, las autoridades parecen tener el deseo de abonar a la indignación: desde hace más de tres meses no hay semana en que una noticia infausta no se sume a las anteriores: primero una casa, luego otra, seguidas de declaraciones ridículas, ofensivas; después un muerto, luego cientos más, y una voz pidiendo que superemos lo insuperable sin que se note sacrificio alguno de quien exige nuestra comprensión. Para colmo, hemos generado un Estado mártir que asegura que los malos somos nosotros, quienes nos quejamos, quienes alzamos la voz. Y así los horrores se acumulan y la indignación crece.

         Revisando mis columnas anteriores, caigo en la cuenta de que me he vuelto monotemático. No sólo yo, hay decenas de periodistas que han centrado sus trabajos en esta espiral infausta que parece no tener más salida que la caída al abismo.

         Entonces ya no hablo de libros, como debería. Al contrario, me sumo a las voces de todos quienes han alzado la propia. He dejado de lado mis textos en torno al placer de la lectura, aquéllos que se centran en lo que más me gusta para abrir la puerta a otros, como éste, cuyo origen radica en la visceralidad. Espero no hacerlo por haber caído en el lugar común. Espero estarlo haciendo desde la esperanza. Al menos ésa es la más fuerte de mis motivaciones: la de que un día cercano, la indignación colectiva estalle en forma tal que nos termine entregando un país mejor.

         Pronto volveré a hablar de libros, de mi objeto de estudio, de lo que más me interesa y, en teoría, más sé. Mientras tanto, espero que mi voz también haga eco. Soy monotemático y siempre lo he sido. Ya habrá momentos para no serlo.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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