En el lugar del conquistador

13/09/2014 - 12:03 am

El tema es recurrente, obsesivo, cuando se habla de México: ¿Por qué somos así la mayoría de los mexicanos? ¿Por qué al actuar caemos en aquello que reprobamos? ¿Por qué explicamos el caos social y político con el cómodo “Es que el mexicano es así, no lo puedes cambiar”?

Filosofando con Alicia, que desde hace décadas vive en Estados Unidos, me dijo que el problema que tenemos es que somos “agachados”, como dijera el monero Rius, pero no se explica por qué. Mencioné el lugar común de la conquista, desde cuando aprendimos a ser así; que los españoles llegaron diciendo que el rey les había dado en propiedad tales tierras, y a sus habitantes para trabajarlas. Y me seguí de largo: “Lo mismo pasó allá, en Estados Unidos”. Me atajó pronto: “Pero quienes llegaron acá fueron colonizadores, no conquistadores.”

Aunque puede haber muchas causas más, ésta es cierta. Los primeros inmigrantes a los EEUU llegaron a trabajar ellos mismos, no pusieron a los locales a trabajar para ellos. Respondí que cómo de que no, si hubo esclavos. Que sí los hubo, pero eran importados. A las tribus que vivían en esa parte del continente se les relegó, pero no las sometieron. El comercio de esclavos los llevaba desde África y un día, dijo Alicia muy orgullosa, “La Gente” de ese país (“We, The People…”) declaró que todas las personas nacen iguales (Constitución Política de los EEUU, 1787).

La diferencia entre los españoles, que llegaron aquí a dominar a los indígenas, y los ingleses, que casi los acabaron allá, marca una distancia que aporta un ingrediente interesante a la discusión recurrente.

“El tema es ‘¿qué sigue?’ –me pregunta Pablo–. Ya no sé qué sigue, y para saberlo hace falta un pitoniso”. Aún así, yo creo que el adivino se enfrentaría a mil interrogantes, como le sucede a mi amigo.

Un estudio reciente realizado en Holanda, en la Universidad Groningen, por los científicos del comportamiento económico y social Diederik A. Stapel y Siegwart Lindenberg, vinculó el orden urbano a la discriminación racial. Su experimento demostró  que una ciudad ordenada y limpia hace que la gente se comporte con más civilidad, lo contrario de lo que se creía: que la civilidad es el origen del orden urbano. Pienso que tal deducción es aplicable también a la conducta: un ambiente igualitario provoca civilidad. La revista Science publicó el estudio bajo el título “Managing Dealing with chaos: How disordered contexts promote stereotype and discrimination” (Manejando el caos: Cómo los contextos desordenados promueven el estereotipo y la discriminación).

¿Y dónde se conecta esto con el presente que vivimos los mexicanos? Sin duda en cada ciudadana y ciudadano, en nuestra integridad como partículas de una gran nube. Así como un poco de ácido ni se nota en el gran mar, muchos “pocos” le provocan un cambio. Una pizca de azúcar apenas se nota en el café, pero una cucharada lo transforma.

Si usted quiere cambiar para mejor al “típico mexicano” y si es mexicana o mexicano, ya tiene por dónde empezar: comience por usted. Debo advertirle, eso sí, que enfrentará un enemigo duro de vencer: el miedo que sentimos nosotros, la gente de México. Miedo a que le marginen, le opriman, le aterroricen o le maten a usted o a un ser querido, según el grado de amenaza que represente para quienes se aferran a seguir en el lugar de los conquistadores.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas