Corredora de clóset

13/09/2013 - 12:01 am

Caminar es de viejitos, siempre lo pensé. Mi comentario, lo reconozco, denigra lo que viene siendo el trotar de la tercera edad o, en otras palabras, del adulto mayor.

Lo confieso: Dios me dio una sola habilidad deportiva, totalmente inútil y a mi punto de vista, sin sentido y poco redituable. Soy corredora de larga distancia muy buena, pero de clóset. Es decir, que corro de vez en cuando y cuando nadie me ve, como la canción de Serrat.

Pero yo corro porque me resulta fácil. Porque quemo grasa, porque me canso, porque cumplí un deber. Me gusta saber que sudé, que le gané a la pista, me fregué a la subida, rebasé a los profesionales que se visten de colores que combinan y tienen unos tenis con alas y motores a propulsión.

Pero, desafortunadamente, no me gusta correr. Así como cuando sales con alguien que es bueno para ti, te hace reír, a tus amigos les cae bien, se te hace interesante. Sí, lo intentas, sales un par de veces, te esfuerzas, pero nada más no te enamoras.

Sé qué se siente descubrir una ciudad o un pueblo corriendo. Nunca se me va a olvidar Zacatecas, gracias a mi padre y, por supuesto, a su intricado e implacable trazo de calles, más empinadas que la subida del diablo.

He corrido en la seguridad de la noche, al amanecer medio dormida, al medio día con un sol abrasador, en sitios tropicales.

Vaya, hasta entrené para un medio maratón, sintiendo la reconfortante sensación de estar en medio de la masa, de sentirme parte de un grupo, escuchar las porras amables de extraños.

También competí unas cuantas ocasiones, gané un par de medallas y una que otra apuesta.

Sé lo rico que es correr entre los árboles, solo, cada uno con su alma. También he corrido en grupo, donde te falta el aliento al soltar una carcajada al mismo tiempo que inhalas y exhalas. Corrí con música y sin ella, y prefería esta última.

Qué decir de tomar un jugo de naranja con zanahoria o mandarina, exprimido al momento, en el Parque Colomos.

Correr y yo no éramos compatibles. Me exigía mucho. Me pedía cosas que no quería hacer. Eso de dar zancadas sin ton ni son, desatar la furia, sacar los demonios y dejarlos en la pista no es lo mío. Desde que empezaba quería terminar. Veía el reloj, esperando que los minutos y los kilómetros pasaran como por arte de magia.

Decidí dejarlo por la paz. Y fue cuando empecé a salir con otras actividades deportivas. Parece que no me caso con ninguna, no tengo remedio, pero caminar me gustó.

¿Quieres ir a caminar?, me preguntaba mi madre en las tardes. No gracias. A la cuarta vez, entendí que si algún día iba a dar un paso tras otro en pos de algo, caminar sería lo más acertado.

Y me gustó probar esta y otras cosas. No puedo decir que vaya a hacer el Camino de Santiago ni que sea una profesional de la natación, pero siempre estoy abierta a más opciones.

Por supuesto, me encanta oír las historias de los corredores, porque aunque nunca salga del clóset, soy una corredora por herencia.

@mariagpalacios

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