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Hilda García

13/07/2012 - 12:01 am

El madruguete…

Madruguete: acto de oportunismo político por el que se procede al arrebato de algún cargo público.   Cuando niña, escuchaba la frase de la abuela: “Al que madruga Dios lo ayuda”, pero con lo que la abuela nunca contó es con las prácticas de la política mexicana. Queda claro que al que da madruguete ni […]

Madruguete: acto de oportunismo político por el que se procede al arrebato de algún cargo público.

 

Cuando niña, escuchaba la frase de la abuela: “Al que madruga Dios lo ayuda”, pero con lo que la abuela nunca contó es con las prácticas de la política mexicana. Queda claro que al que da madruguete ni a Dios necesita.

La práctica no termina de desaparecer en la política nacional. El madruguete, al igual que el autoritarismo o el cochupo, son palabras y prácticas que no se fueron nunca del sistema político mexicano y, peor aún, persisten y parecieran ser cada vez más recalcitrantes cuando las fuerzas políticas y cívicas se polarizan.

No importa que nos digamos una democracia, no importa que realicemos votaciones, no importa que haya un sistema de partidos y no importa que unos y otros nos digamos libres de emitir nuestra opinión. No importa nada de nada, no importa lo que digan los jóvenes, no importa lo que digan las mujeres y no importa que haya habido un voto de castigo contra el PAN. Tampoco importa el marco legal ni ninguna autoridad electoral. Lo que importa es “madrugarse” al de enfrente sin ver ni oír nada de lo que pasa en la sociedad. ¿Quién no recuerda la célebre frase del salinismo de “Ni los veo, ni los oigo”?

Cuando no se ve ni se escucha a una sociedad, el madruguete se manifiesta. Todavía no se declaraban los números oficiales de la votación y Enrique Peña Nieto ya se presentaba ante las cámaras y ante la sociedad como el Presidente electo. Al lado, ya lo acompañaba “La Gaviota” mostrando un lenguaje corporal de política vetusta. Atrás quedaba la figura de la actriz cachonda que destilaba amor. Pero si ese madruguete ya era mayúsculo –sobre todo para Andrés Manuel López Obrador que declaraba que esperaría el final de los resultados para hablar– el mismo presidente Felipe Calderón no se quedó atrás y en una velada actitud democrática de aceptar la derrota de su partido, ya felicitaba al Presidente electo sin que terminara el conteo. Sólo había tendencias, las cuales en efecto, daban mayoría a Peña Nieto, pero no costaba esperar.  Todo, a beneficio de fortalecer procesos e instituciones y evitar suspicacias.

Calderón le alzó ya prácticamente la mano a Peña Nieto, y a pesar de que confirmó saber que hubo la venta de votos, considera que no hay nada que hacer. Sabemos que hubo prácticas de presión, cochupos con las televisoras, tarjetas de supermercados a cambio de lealtades efímeras, pero todo eso queda de lado porque los actores políticos nos madrugaron. Desde Barack Obama hasta Hugo Chávez felicitaron al nuevo ungido y por si fuera poco ya se habla hasta de la necesidad de analizar una nueva estrategia antidrogas entre Estados Unidos y México.

Toda la maquinaria del PRI operó desde el 2007 para ungir, imponer, colocar a Peña Nieto como el Presidente de la elección del 2012. Desde hace años, vimos cómo su imagen se exaltó de un plano estatal de gobierno con logros de su administración que se daban a conocer a nivel nacional. Se le dedicaron entrevistas en televisión y, sobre todo, en revistas del corazón, pues su vínculo sentimental con “La Gaviota” –tendré que aprender a decirle la Primera Dama, pero me es muy difícil verla como tal– le abría el espacio para que un espectro de la población que no habla de política, ni le importa, conociera al guapo, guapo, guapo de la telenovela que se casó con la buena, buena, buena. Y de ahí no se cuestionaron ni sus relaciones extramaritales ni sus excesos en gastos de campaña ni tampoco los feminicidios en el Estado de México. Todo ello queda así en el espectro de la rumorología que se maneja en el ambiente de los artistas, no de los políticos.

Hoy en día no importa que haya una impugnación sobre una elección donde hubo compra de votos, ni datos que involucran a empresas como Soriana y Monex, ni el exceso en los topes de gastos de campaña, ni la existencia de un movimiento social llamado #YoSoy132 que protesta en las calles contra el resultado y contra los medios corporativos de comunicación. Tampoco importa que haya la solicitud de nulidad de la votación por parte de Andrés Manuel López Obrador y un gran desencanto general por el resultado electoral. Tampoco importa que la misma Fepade haya abierto una investigación por la supuesta compra de votos hecha por el PRI. Nada de eso pareciera existir y cada quien tiene su propia película de las elecciones y del ejercicio político.

Esta semana, un nuevo madruguete se puso de manifiesto. Mientras dormíamos de este lado del planeta, en representación del gobierno mexicano, el embajador de México en Japón, Claude Hellerante firmó el Acuerdo Comercial contra la Falsificación (ACTA, por sus siglas en inglés).

Si lo que se busca atender es el tema de la piratería, pareciera que sólo hay una preocupación por lo que ocurre en la red, pero no por lo que ocurre en las entradas del Metro o en locales donde cada vez hay más DVD’s con películas pirata o lentes, ropa o bolsas de marca patito que copian de las grandes cadenas de moda. Eso es piratería y ha dejado un boquete en la economía formal de 75 mil millones de dólares anuales según datos de la Concanaco, sector en el que poco o nada se ha hecho para abatir las pérdidas.

Sin embargo, con el tema de la red, el gobierno actuó con celeridad al firmar el ACTA. En su momento, tanto la Cofetel como el Senado de la República habían reconocido el tema de la piratería pero a la vez habían rechazado el acuerdo por temor a que fueran restringidas las libertades de los usuarios de internet y se anule el intercambio de ideas, aprendizaje y entretenimiento. El gobierno firmó el ACTA y aunque aún queda pendiente su ratificación por parte del Senado, no importaron recomendaciones o sugerencias.

¿Es que acaso medidas como estas buscan madrugarse a movimientos como #YoSoy132  o a cualquier grupo que pueda extenderse a través de las redes o a quien tenga una opinión contraria a la del gobierno venidero, prácticamente ya “llegadero”? Con estos visos de neo autoritarismo, el saliente PAN le deja la mesa puesta al PRI que después de esta contienda sólo demuestra que es como las ediciones de libros, pues llegó totalmente corregido y aumentado.

Mientras que AMLO y sus seguidores piden la anulación de los comicios, mientras que el movimiento #YoSoy132 rechaza el triunfo de Peña Nieto, mientras que la sociedad muestra su desencanto post electoral los madruguetes se han ejercido y parecen cobrar cada vez más fuerza conforme nos polarizamos en una sociedad que se ha quedado en el plano de las percepciones sin atender a la razón a la  búsqueda de mejorar nuestra sociedad y, por ende, nuestro sistema político o viceversa.

¿A qué le tememos los mexicanos al querer debatir nuestra incipiente democracia? ¿A qué le tememos los políticos y los ciudadanos cuando pensamos que las cosas se deben quedar ya como están? Tenemos mucho potencial para estar mejor y parece que debemos conformarnos con la política del dedazo, del cochupo, del autoritarismo a ultranza, del madruguete impune.

¿Por qué no escuchar las demandas de una sociedad?  ¿Por qué seguir la política del madruguete?  Así no hay democracia que valga, no hay elección que valga, no hay presidente que valga.  Y menos podrá haber una sociedad que valga.  Quizá sea hora de que hagamos el madruguete al madruguete.

Hilda García
Estudio Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México, obtuvo el grado de Maestría en la Univ. de Miami con el tema de los “Weblogs y la mediamorfosis periodística”.

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