Los diez mandamientos ante la visita familiar

13/07/2012 - 12:02 am

Domingo post cruda –electoral–, (no vayan a creer nada malo, no tengo tarjeta de Soriana). Uno está haciendo sus actividades normales, ya sea dormir hasta que el cuerpo aguante, ir por un aguachile a algún lugar decente de la ciudad, salir a pasear en la bicicleta con amigos, familia y/o perros, visitar algún museo. O estar simplemente tirado en casa leyendo periódicos, viendo televisión o haciéndose el tonto.

Suena el teléfono para anunciar la visita de la madre. O bien podría ser la suegra. Que vienen el fin de semana próximo a conocer tu departamento. Aparentemente los comentarios de previos visitantes han despertado la curiosidad sobre el lugar en el que vives. Quieren comprobar si lo que ha dicho el sobrino es cierto y en efecto parece de revista o se asemeja más a una venta de garaje. O a como teníamos nuestro cuarto cuando vivíamos con ellos.

Empiezan los nervios involuntarios. Comienza uno a sentirse como portero frente al penalti. Es que uno sale de casa de sus padres para hacer lo que queramos en nuestro propio rincón y para dejar de escuchar de una vez por todas el consabido, “mientras vivas bajo mi techo obedecerás mis reglas”.

Así que inmediatamente asumes que van a examinarte como a un laboratorio. Como si te visitara un gran inspector de salubridad. En mi frenesí, intenté delinear algunas ideas básicas para salir airosa del apremiante apuro. Sentada en la mesa del comedor, desde donde podía apreciar alguna manchas reprobables en la estufa, desarrollé un infalible código de procedimientos para los días previos a la visita. El propio IFE podría envidiar mis preparativos.

1. Limpiarás absolutamente todas las sábanas, incluso los cobertores de invierno.
2. Abrillantarás el piso de madera viejo para que se vea estilo francés.
3. Ocultarás cualquier hierba, sustancia, pastilla o artículo con baterías que pudiera levantar alguna sospecha. Cada quien sabe que guarda en su cajón.
4. Intentarás cambiar las plantas muertas que llevas meses creyendo que algún día van a revivir.
5. Revisarás el refrigerador. Para esto, es altamente recomendable que haya comida. Si cocinas, no está mal que tengas quesos, algún pay o guiso, jamón, fruta. Fingir que desayunas granola y yogurt por la mañana. Si no cocinas, siempre está el deli de al lado. El propósito es que tu refrigerador asegure a tu progenitor tu excelente nutrición.
6. Limpiarás cada estante por más intricado que se encuentre.
7. El cuarto de baño. Cada cajón, limpieza profunda, revisión exhaustiva del colador de la regadera, el excusado como jamás lo habías lavado. Se recomienda quitar a discreción el segundo cepillo de la visita, en el caso de que exista una segunda visita. Y aquí incluimos las chanclas del novi@, calzoncillos de la pareja, etc, etc.
8. Airea la casa, justo antes de que llegue. No olor a cigarro, ni humedad.
9. Si te regaló algo que está bajo llave, sería una buena ocasión para exhibirlo. A la hora de la partida ya volverás a esconderlo.
10. No estaría nada mal colgar los cuadros de una vez, destapar el baño o comprar el gas que está a punto de acabarse.

Como el título tiene a bien decir “los diez mandamientos”, tuve que parar. Porque si no hubiese restricciones seguiría con algunas recomendaciones, como sacar los mejores trapitos, acomodar los estantes de comida, limpiar el hornito grasiento donde calientas las rebanadas de pizza, desempolvar los vasos (mis copas no lo requieren, se usan mucho), comprar café y alimentos que sean del agrado del visitante, tener algún detalle como ellos lo hacen contigo, idear algunos planes para salir, comprar flores frescas justo ese día o cambiar el agua a las que ya tenemos, ¡qué digo!, tener garrafones de agua sería básico. Asegurarse de que el recibo de luz está pagado y ese tipo de menesteres.

Así que seguí al pie de la letra mis propias instrucciones, bastante útiles por cierto, nada como una buena revisión del estado del arte de las cosas, en este caso poco arte, pero mucha sustancia cuando caí en cuenta que al final a quien vienen a ver es a ti.  No tu casa, no tus muebles, si están limpios o no. No revisarán cajones, ni papeles, no pasarán la mano como Maléfica por los resquicios de la ventana.

Tampoco esperan que les cocines platillos que jamás les cocinaste. Simplemente creo que quieren verte, tomar un café o un té y platicar más de los diez minutos que supone una llamada telefónica cuando se vive lejos.

Asumiremos que habrá comentarios tales como “qué curiosa lámpara de elefante chino tienes ahí en tu mesa, ¿y si sirveee?”, “¿no crees que sería bueno poner una puerta corrediza en la regadera?”, o “¿te has fijado que el piso de tu cocina se está desprendiendo?”, pero estos no vienen más que con la personalidad de la madre o la suegra de cada uno. Las habrá más discretas, otras abiertamente francas, pero quiero suponer que todas con buena intención.

La víspera de su llegada, cual Maestro Limpio, pasé revista al departamento mientras palomeaba uno a uno cada mandamiento. Pero a la mitad de la revisión decidí romper la lista en pedazos porque creo que me emociona más el simple hecho de que ella cruce la puerta a tenerle un festín de pato al horno. Aparte de que ni pato come.

 

Twitter: @mariagpalacios

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