Juan Rulfo cumple 100 años en un país que cada vez más lo valora

13/05/2017 - 12:05 am

Con dos libros consiguió reputación universal. Una fama que no cesa y que se agiganta día a día. El 16 de mayo se cumplen 100 años de su nacimiento en Sayula, Jalisco y Pedro Páramo y El llano en llamas se leen más que nunca.

Ciudad de México, 13 de mayo (SinEmbargo).- Hay que leer Pedro Páramo o El llano en llamas ahora. Cuando la vida en México se hunde tras la violencia y no alcanzamos todavía a identificarnos cómo es que somos de este país, de este suelo. Probablemente esas dos obras nos alcancen para darnos un carácter nacional, como las pinturas de Diego Rivera.

Es el escritor mayor de México nacido en Sayula, Jalisco, el 16 de mayo de 1917 y fallecido en Ciudad de México, el 7 de enero de 1986. Apenas escribió dos obras con un mundo mítico y a la vez real, tan real como era su condición de fotógrafo y de caminante.

“–Como le haces al cuento, Juan. –Hace mucho que no los hago” fue la respuesta que le dio a Elena Poniatowska, quien al decir del centenario de su nacimiento y de sus obras, no tiene dudas en afirmar que “esas 325 páginas rayaron de una vez por todas la literatura mexicana”.

“Rulfo se parece a esos hombres temerarios que aceptan la cita del fantasma y se ponen a hablar con él a medianoche: En nombre de Dios te digo, si eres de este mundo o del otro y que luego amanecen medio atarantados, todavía con el temblor del miedo sacudiéndoles el cuerpo y sin ganas de conversar ya con los vivos”, dice Elena, comparándolo a Juan con James Joyce por eso de los murmullos interiores, por ese hablar como si hablara el campesino, en un esperanto primordial, tan eterno.

“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo”, debe de ser el principio más citado de la historia de la literatura, acaso en estos tiempos doblegado un poco por el inicio de Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño: “No sé muy bien en qué consiste el realismo visceral. Tengo diecisiete años, me llamo Juan García Madero, estoy en el primer semestre de la carrera de Derecho. Yo no quería estudiar Derecho sino Letras, pero mi tío insistió y al final acabé transigiendo. Soy huérfano. Seré abogado. Eso le dije a mi tío y a mi tía y luego me encerré en mi habitación y lloré toda la noche.”

Esas tierras de Rulfo abatidas por la sequía fue el mismo desierto que encontró Bolaño unos 40 años después y fue la tumba de miles de migrantes, porque Juan, sin duda, escribía sobre los que como él iban y venían en busca de un territorio común, de algo que los cobijara para siempre.

EL CAMINANTE JUAN RULFO

El hijo Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Aparicio recuerda a su padre caminante, fotógrafo, como el que tenía que llevar “la papa” a casa y se conchababa en muchas actividades. No recuerda la figura pública salvo por la serie que está haciendo ahora y donde el ser escritor sucumbe a muchas otras profesiones.

“Lo recuerdo en ciertas costumbres de cosas que no son muy fáciles de expresar. Hay una atmósfera, un mood, una serie de cosas que son muy de uno y es algo que no tiene nada que ver con la figura pública, porque hay que decirlo, a ese señor que hizo el libro no lo conozco, conozco al padre”, dice Juan Carlos, el más chico de una saga de cuatro donde los hombres se llaman Juan y hay una sola chica, Claudia Berenice.

Dice Elena Poniatowska que Rulfo “siempre tiene un aire de poseído y a veces se percibe en él esa modorra de los médiums”. Esa voz es la que busca Juan Carlos en la serie de siete capítulos, junto a su hermano Juan Pablo.

El primer capítulo versa sobre la creación de El llano en llamas “desde la sopa de cultivo donde se desarrolla esta obra” que tiene lugar en el sur del estado de Jalisco. “Para mí lo que tenía mi padre es que veía y escuchaba mucho y esa era la base de todo”, dijo el director. Para él, Juan Rulfo “era el gran escuchador”.

Las distintas versiones, lecturas y formas de interpretar Pedro Páramo, a partir de diferentes voces, así como la recepción de la obra por parte de la prensa en los años 50, es lo que trata el segundo capítulo.

El trabajo de Juan Rulfo como fotógrafo se recoge en el tercer capítulo de la serie. A partir de una selección de imágenes tomadas por su padre, Juan Carlos Rulfo se trasladó a los lugares donde fueron generadas las tomas y realizó un ejercicio de imaginación. “Fui a buscar dónde fue tomada esa foto, puse la cámara e imaginé que él estuvo ahí. Fue un ejercicio muy emotivo”, comentó.

El cine es el tema del cuarto capítulo en el que se habla de las distintas formas de representar a México y el quinto apartado de la serie trata el trabajo antropológico que realizó Juan Rulfo en el Instituto Nacional Indigenista (donde escribió más de 250 textos fundamentales para el estudio de la antropología mexicana )y recupera al Rulfo viajero y conocedor de la geografía mexicana.

“Se metía por todos los caminos. Hacia mapas y esos mapas hicieron que llegara a lugares muy complejos, muy lejanos. Ese espíritu viajero le hizo conocer a la gente que lo contrató para ir a la Comisión del Papaloapan donde se construyó esa primera presa que fue el primer evento del modernismo mexicano, donde vemos el desplazamiento de comunidades indígenas para su construcción. Ahí estuvo Juan Rulfo”, comentó el documentalista Juan Carlos.

Los distintos cuestionamientos en torno al Rulfo escritor y su percepción en el mundo son los temas del capítulo sexto de la serie y el último es acerca del Centenario del escritor jalisciense.

“Este personaje tenía muchas caras y todas esas caras estaban regadas por la casa. Había fotografías, había música, había datos, estaba el novelista, el viajero, el padre de todos nosotros y todos estos elementos se nos desbordaban cuando quise hacer una película y por eso nació la serie” Cien años con Juan Rulfo que se estrenará este 16 de mayo, en Guadalajara, en la sala de la Cineteca Nacional Guillermo del Toro del Instituto Cultural Cabañas.

CLARA APARICIO, LA MUJER DE RULFO

Dice Juan Carlos que su madre, de 88 años, no irá a Guadalajara. Que ya está muy grande. Que se quedará en su casa este 16 de mayo.

“¿Nunca te he contado el cuento de que me caes re bien? Pues si ése ya lo sabes te voy a contar otro: Ahí tienes que había una vez un muchacho más loco, que toda la vida se la había pasado sueñe y sueñe…”, inicia una de las cartas que Juan Rulfo le escribió a Clara y que fueron seleccionadas en agosto del año pasado por la Secretaría de Cultura.

“Son las diez de la noche y se me magulla el alma de pensar que tú algún día llegues a olvidarte de este loco muchacho. No, ahora no estoy triste. Tristeza la de antes de conocerte, cuando el mundo estaba cerrado y oscuro… me hace falta tantita de tu bondad, porque la mía está endurecida y echada a perder de tanto andar solo y desamparado.”

“Mayecita: quisiera estar abrazado un rato a tu cuerpecito y sentirme bueno. Y esconder la cara entre tus cabellos y llorar un poco allí para ver si así se me acaba la angustia. Yo te liberaré del miedo, de ese temor tuyo por lo que pueda venir… Pasarán las peores cosas, los peores días, pero tú siempre y en cada instante permanecerás conmigo”.

“Mi madre fue la testigo de este personaje con tantas caras y ella se entreteje con El llano en llamas, se casan cuando está este libro publicado y luego se entrevera en todos los demás capítulos. No solamente como la esposa, sino también como la madre, la que también cuenta anécdotas y la que acompaña en esta serie de ladrillos a formarte una persona en la vida”, cuenta Juan Carlos Rulfo.

EL ESCRITOR DE ESCRITORES

Todavía le causa sorpresa a uno de los hijos de Rulfo darse cuenta de cómo se sigue leyendo Pedro Páramo y como ese texto continúa vigente hasta hoy. Es en la actualidad un modo de descubrir y de explorar México, tal como se ha visto incluso en los Estados Unidos, donde no se lee mucho el autor, pero en las universidades tiene los rangos más altos.

Muy lejos de la polémica entre la Fundación Juan Rulfo y todos los que no son de la Fundación. “Yo veo la polémica bien, no me molesta. Tal vez es cuando más me he acercado a mi familia para tocar temas que nunca habíamos hablado. Ahora no estoy de acuerdo con muchas acciones, en otras oportunidades las discusiones me parecen naturales, a veces dejo que las cosas pasen, pero la mayoría de las ocasiones me parece importante resolver cada una de las polémicas para encontrar una evolución”, dice Juan Carlos.

“Como familia me ha costado digerir pero ya está el darme cuenta de que no existe entre nosotros, que ya no le va a pasar nada, que ya no lo tengo que estar cuidando, que es una figura pública, que la gente sabrá leerlo a su manera y nosotros tenemos que estar dispuestos a recibir esas lecturas y a no ser tan sensibles ni hiper-sensibles para esas críticas que son a veces muy ácidas o son injustas. No somos los únicos que tienen la voz sobre Juan Rulfo”, añade.

“Ahora que estamos en el centenario, en un momento tan particular de México, como las elecciones pronto, ver cómo se lee Pedro Páramo es algo fantástico. Ni hablar de la cantidad de lectores que tiene en España, Italia, Argentina, Chile, Estados Unidos, todo eso lo trato en uno de mis cajones, Cómo leer a Juan Rulfo”, cuenta Juan Carlos.

A la hora de establecer herederos en la literatura de Rulfo difícil no pensar en Daniel Sada, el gran gestor del lenguaje, el que como él pergeñó una manera de hablar para que el hombre de adentro diga algo, mucho más allá del folclore.

“Una vez Rulfo me dio un consejo, el único consejo que me dio cuando lo tuve como maestro en el Centro Mexicano de Escritores, me dijo que huyera de toda la teorización: Si usted tiene imaginación no tiene por qué andar teorizando y si lee teoría no la exponga en su escritura, que no vaya por delante la teoría y después la historia, sino primero la historia, porque la teoría va a salir poco a poco aunque usted no quiera”, decía Sada.

“Aprendí de Rulfo esencialmente su rigor, pero no desde una misma percepción. En el caso de Rulfo él lo encamina hacia limpiar, limpiar, limpiar, quitar palabras, desnudar la prosa hasta dejarla casi diáfana y en mi caso es acumular, acumular, no tengo esa idea de estar limpiando sino al contrario, mientras más pueda acumular mejor, pero sin divagar ni extrapolar nada. A mí lo que me asombraba de Rulfo era su condición de artista, su rigor para trabajar su prosa, eso es lo que más me apasionaba de él”, añadía el autor fallecido en 2011.

Las tierras arrasadas, de Emiliano Monge se enmarca en la tradición de Juan Rulfo. Oriundo Laredo, de Alejandro Páez Varela, se enmarca en la tradición de Juan Rulfo.

A 100 años del nacimiento de Juan Rulfo su palabra, su tono, siguen vivos y predominantes.

LOS HOMENAJES A JUAN RULFO

Muchos son los homenajes construidos para celebrar los 100 años de Juan Rulfo.

Un volumen titulado 100 fotografías de Juan Rulfo, el primer libro-catálogo que parte del conocimiento de más de 6.000 fotografías y reúne, también, dos escritos en relación con Henri Cartier-Bresson y Nacho López; una exposición con 200 imágenes en el Museo Amparo de Puebla (México); la proyección del documental temático que ha realizado Juan Carlos Rulfo; una exposición bibliográfica en la Biblioteca Nacional de España que se inaugurará el próximo 5 de julio.

En dicho marco, se llevará a cabo el VII Maratón de Poesía y Narrativa de San Juan Luvina, Oaxaca, del 14 al 16 de mayo y se inaugurará la Biblioteca Juan Rulfo.

Penguin Random House donará 200 títulos a la colección inicial de la Biblioteca Juan Rulfo, con clásicos de la literatura como Santuario, de William Faulkner y El segundo sexo, de Simone de Beauvoir; títulos de autores reconocidos con el Premio Nobel de Literatura como Mario Vargas Llosa, Svetlana Alexiévich, J. M. Coetzee; libros infantiles y juveniles de la pluma de autores como Roald Dahl y Etgar Keret; importantes obras de la literatura mexicana y latinoamericana de autores como Roberto Bolaño, Guillermo Fadanelli y Enrique Serna y otros volúmenes esenciales para todo acervo.

En los ‘40, Rulfo viajó por estos lugares de la sierra norte oaxaqueña y a partir de ello, tomó el nombre de San Juan Luvina, para titular uno de los cuentos más representativos de su obra, que se encuentra en su libro El Llano en llamas, publicado en 1953.

Este cuento narra la experiencia de un maestro rural que es enviado a Luvina proviene del zapoteco Loo (raíz) y bina (miseria) y la encuentra, como muchas comunidades del país, con grandes dificultades sociales y un serio problema de migración.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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