Transición democrática generadora de “Gobernabilidad o Ingobernabilidad” (1)

13/03/2013 - 12:00 am

Pensar en gobernabilidad automáticamente nos supone pensar en lo contrario: ingobernabilidad. El invocar estos conceptos lleva aparejado una visión funcionalista al más puro estilo de Jürgen Habermas. Por tanto, acercarnos académicamente a una definición que logre la complacencia de la generalidad sobre lo que entendemos por gobernabilidad resulta algo difícil de decir, pero podemos entender que gobernabilidad es un conjunto de condiciones y acciones del gobierno orientadas a cumplir resultados y satisfacer necesidades, y que por el contrario ingobernabilidad supone una situación disfuncional que sin duda dificulta la actividad gubernamental.

En este artículo no pretendo entrar al debate de qué es y qué no es. Lo que prefiero es enfocarme en los factores estructurales que explican cómo se lleva la gobernabilidad hoy en día.

Sin duda, para entender si estamos de un lado o del otro debemos conocer los criterios de evaluación para identificar si es efectivo o no, sin confundir la efectividad con la “eficiencia o eficacia”, ya que un gobierno es eficaz si logra los objetivos planteados y será eficiente si responde a consecuencias imprevistas, es esa especie de capacidad de respuesta para satisfacer esas consecuencias, pero no sus causas.

En este sentido, debemos preguntarnos si el Estado mexicano es gobernable: sí, si en la política se refleja consenso general, acuerdo comunal, legitimidad, organización, eficiencia, eficacia y estabilidad, creación y preservación de instituciones sólidas y coherentes, con un alto nivel de burocracia, con partidos políticos organizados y con acuerdos mirando al bienestar de la sociedad y sobre todo con capacidad de frenar el conflicto político.

Resulta fundamental para entender al gobierno y su gobernabilidad pensar en el modelo racional de Policy entendido como un proceso de hechura, pensando en el qué, porqué, para qué. Esto nos refleja sin duda que el gobierno también en muchas ocasiones opta por omitir, evadir o dejar de hacer como lo entenderíamos los abogados. Podemos argumentar que lo natural para observar al gobierno es mediante la presencia organizativa, su actividad como Policy pública, entendida como “aquello que el gobierno opta por hacer o no hacer”, su devenir en la toma de decisiones e implementación de políticas, pero no, esto va más lejos aún. Debemos también analizar o al menos preguntarnos como ciudadanos “el no actuar” del gobierno, esta especie de doble personalidad, que sin duda nos revelará grandes oportunidades de análisis sobre las políticas públicas que no son más que las acciones que regulan la conducta social, organizan la burocracia, se encargan de la seguridad, en pocas palabras conlleva todas las acciones de gobierno desde defensa hasta salud o pago de impuestos.

Ahora bien, debemos de tener en cuenta el factor “conflicto” que es el que realmente me interesa rescatar en este pequeño análisis, ya que está determinado por la visibilidad, intensidad y orientación sobre las consideraciones políticas que impactarán o no el grado de gobernabilidad. Esto sin duda conlleva a generar acuerdos, a sentar bases y plantear reformas estructurales. En este sentido hay quienes aseguran que los conflictos o al menos su agravamiento se dio con la transición política. Las preguntas surgen: ¿cuál transición, en dónde, en qué momento lo venimos venir, cuándo realmente fue? Así que habrá quienes digan que la transición fue en el 68, o en el 88 cuando el PAN ganó por primera vez el monopolio político del PRI, o en 1997 cuando deja de existir el Regente de la Ciudad de México y el PRD gana la primera elección para Jefe de Gobierno o que fue en el año 2000 cuando el Gobierno Federal recae en manos del Partido Acción Nacional.

Con esto no estoy asegurando de ninguna manera que esta transición hacia y en democracia generó el conflicto, ya que muchos autores coinciden en que un cambio de régimen no garantiza que el siguiente sea más democrático, aunado a los intereses económicos y sociales, ya bien lo decía mi maestro Luis F. Aguilar (2002) que la transición denotaba cierto agotamiento y ofreció algunas alternativas dentro de las cuales me quedo con la de mayor interés para este ejercicio: “El transicionalismo electoral”, el cual fue centrado en la alternancia y que tiene dos variantes: la primera denominada la del aislamiento, que consistía en la creencia de que un partido por sí solo podía vencer a sus rivales y obtener mayorías suficientes para gobernar sin necesidad de otros institutos políticos y sin la negociación de los unos con los otros. Y la segunda, del agrupamiento, es decir, crear mayorías políticas dominantes mediante la formación de alianzas a fin de sustituir las hegemonías en el poder.

Los mexicanos hemos transitado de un hiperpresidencialismo a un presidencialismo fuerte, hasta un presidencialismo débil, bloqueado en las Cámaras. Hoy en día en este vivir en democracia se regresa a la institución “presidencial” con todo lo que conlleva la palabra. México sigue siendo el mismo, algunos problemas se han agravado, sin duda alguna, hemos transitado los últimos 20 años de un sistema de imposición a un sistema de elección, lo que se conoce como “germinal democracia”, pero sin duda alguna el sentir ciudadano, es que sólo hemos cambiado de colores y de políticos, pero México no ha cambiado.

Los gobiernos utilizan cien o más días en evaluación, planeación e implementación de políticas, pero los problemas no dan tregua. Hoy en día, la delincuencia organizada sigue a tambor batiente, día a día seguimos contabilizando muertes, los acuerdos, las divisiones territoriales, los “pactos” están en la mesa, pero en las calles, están las armas, están las cuotas de poder, está el miedo, la sangre sigue corriendo… Debemos tener un pensamiento a la inversa, la solución no está de arriba hacia abajo, no se trata de lo que diga el Presidente, el problema no es el Presidente, el problema se vive en los municipios, es decir, la raíz de esta “ingobernabilidad” por así llamarle, ya que usted será el mejor juez de si lo es o no, se encuentra precisamente ahí. Puedes dividir el país en cinco o 17 regiones, puedes asignar un Secretario de Estado a cada entidad para que sea el enlace institucional con la Presidencia, ¡pero por Dios!, el hilo se pierde en un escritorio entre el Secretario y un Gobernador. Pensemos en Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Michoacán, Tamaulipas, juntos son cerca de mil municipios, copados por el miedo, en donde lo que priva es la ley de más fuerte, la ley de la selva, en donde la policía está en manos de todos menos de la Presidencia, la solución para la otra Presidencia, es decir la de la República, es la instrumentación de mandos únicos. Veremos al paso de los días si esta es y será una solución. Y  tal parece que estamos ante la presencia de una nueva gestación “de “PRIsidencialismo”.

No olvidemos que estamos en proceso electoral y para muestra un botón que le compartiré la próxima semana, mientras tanto nos quedaremos reflexionando respecto a este proceso de transición democrática generador de gobernabilidad o ingobernabilidad. Nos vemos la próxima semana. 

Raúl Flores Rodríguez
Doctorando en Gobierno y Administración Pública por la Universidad Complutense de Madrid, Maestro en Gobierno y Gestión Pública por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) Santander, España, Licenciado en Derecho, Especialista en Derecho Electoral, Calidad de la Democracia, Consultoría Política-Electoral, Narcotráfico y Seguridad, Director General de Nexo Estudios.
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