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Jorge Alberto Gudiño Hernández

13/01/2018 - 12:02 am

Alzar la voz en la ópera

Hace unos días se presentó la ópera Carmen en el Teatro del Maggio Musicale de Florencia. Fue una presentación singular: el director decidió cambiar el final de la misma. En términos muy generales, la trama de esta obra consiste en que Carmen se enamora del cabo don José. Él, también enamorado, deja a su mujer […]

La obra de arte es muchas cosas y buscar definirla es una tarea titánica. Foto: Especial

Hace unos días se presentó la ópera Carmen en el Teatro del Maggio Musicale de Florencia. Fue una presentación singular: el director decidió cambiar el final de la misma.

En términos muy generales, la trama de esta obra consiste en que Carmen se enamora del cabo don José. Él, también enamorado, deja a su mujer para seguir a la gitana. Sin embargo, ella pronto lo deja para tener un romance con el torero Escamillo. Al final, don José le reclama y le pide que vuelva con él. Carmen se burla de sus intenciones y él, arrebatado por la furia, la mata.

El cambio propuesto por Leo Muscato, el director de esta versión, es que, tras un breve forcejeo, Carmen le arrebate el arma al cabo y sea ella quien lo asesine.

Las reacciones han sido, cuando menos, polémicas. El público asistente aplaudió el trabajo de los intérpretes pero abucheó la decisión de hacer este cambio. El director lo explicó de forma muy clara: lo hizo para llamar la atención de un problema que afecta a Italia, el de los feminicidios. Algunas voces apoyaron la postura argumentando que, además, la ópera se ha prestado en el último siglo (cuando menos) a reinterpretaciones y montajes peculiares.

Si yo hubiera sido un asistente de esa función habría salido molesto.
Vivimos en un tiempo de corrección política extrema. Las razones de dicho comportamiento son comprensibles y respetables. Sin embargo, cuando apuntan a los terrenos del arte, exceden sus objetivos y los tergiversan. Hace apenas unos meses, el MET de Nueva York rechazó retirar un cuadro de Balthus pese a que varios miles de personas firmaron una petición para que se hiciera. El argumento era que mostraba a una jovencita casi niña en una posición sugerente.

Es cierto que en la historia de la humanidad ha habido intenciones artísticas de todo tipo: se ha ido de la denuncia al panfleto, de la rebeldía a la propaganda, de lo oficial a la irrupción y muchas más opciones. Pese a ello, estoy cierto de que, a la hora de juzgar una obra artística, no se debe hacer desde un punto de vista moral. Ni siquiera cuando tuvo esa intención originaria (vaya uno a saber cómo desentrañar los secretos de dichas intenciones).

La obra de arte es muchas cosas y buscar definirla es una tarea titánica. Pese a ello, una de las aproximaciones que se pueden hacer a ella es la de un instrumento que sirve para reflejar a la realidad. Cuando leemos, cien años más tarde, a los naturalistas franceses, aprendemos más de la vida cotidiana de ese contexto que si persiguiéramos documentos históricos. Y dentro de ese mundo de miseria, opresión y dolor, había hombres que golpeaban a sus mujeres. Y también ha habido otras épocas en que se han dado crímenes pasionales, como el que cuenta, aún, Carmen.

Hay quien puede ver en estos relatos la denuncia necesaria y es válido. Incluso así el cambio del final es contraproducente: si un espectador que no conoce la ópera original fue a la función en Florencia, no tuvo oportunidad de sentir la indignación, el dolor y la belleza de la muerte de Carmen. Así que, para él, la denuncia no tuvo mayor efecto. Acepto, sin embargo, la posibilidad de que, siendo la ópera de marras tan conocida, la denuncia haya quedado clara pues todos esperaban el final. En ese caso, sólo le robaron a los espectadores su catarsis postrera.

Las versiones edulcoradas y asépticas de obras de arte conocidas nos están esquilmando su valor primario, el de la obra en sí misma. Piénsese, si no, en qué maja es más atractiva, la desnuda o la vestida; qué cuentos infantiles son más intensos, los originales o las versiones insípidas de Disney; qué vamos a hacer con la narcoliteratura, ¿reducirla a primeras planas de periódicos? Son sólo ejemplos, es cierto, pero deberíamos dejar al arte en paz. Al menos en esos términos que tanto preocupan a las buenas conciencias.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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