Washington, 22 feb (EFE).- Un año ha pasado ya de la muerte del gran poeta mexicano José Emilio Pacheco, pero a su viuda, la periodista Cristina Pacheco, aún le tiembla la voz al recordar al hombre "sencillo" que "nunca quiso convertirse en un personaje"
El corazón de Pacheco, uno de los escritores más prestigiosos y populares de Latinoamérica en las últimas décadas, dejó de latir por un paro cardiorrespiratorio el 26 de enero de 2014, cuando el también novelista, traductor y ensayista contaba 74 años.
Desde ese día aciago, Cristina, como gusta que le llamen a su viuda, emprendió un camino "muy difícil" para acostumbrarse a la ausencia del poeta, según confiesa a Efe durante una entrevista en Washington, donde asistió esta semana a un sentido acto de homenaje a su marido celebrado en el Instituto Cultural de México.
"Fuimos compañeros cincuenta y tres años. Todos estos años nos tomó hacer un mundo muy particular (...). Era como ir en un barco con él. Fue una travesía muy bonita", rememora la periodista, muy conocida en México por sus programas televisivos en el Canal Once.
Con la repentina marcha del autor de poemas tan célebres como "Alta traición", el silencio ha sustituido a las "largas conversaciones" que la pareja disfrutaba con "una botella de vino" en el comedor de su vivienda en la Ciudad de México, donde Cristina sufre ahora al oír "las pisadas, mis pisadas solas en la casa".
En esa "casa llena de libros", la comunicadora elige uno con frecuencia y "siempre pasa algo" inesperado: "Lo abro -dice- y hay una marca que dejó (el poeta), un poco de la ceniza del cigarro, una mancha de café, un cabello...".
Pese a la triste pérdida de José Emilio, como ella y sus compatriotas nombran al poeta, Cristina esboza una sonrisa cuando lo recuerda "tratando de silbar una canción de (Carlos) Gardel".
"No silbaba bien, pero era muy chistoso cómo lo hacía. A mí me hacía mucha gracia. Nunca le dije que silbaba mal. Por supuesto, le decía que era divino", afirma la periodista en tono alegre, mientras sorbe una taza de café en la acogedora biblioteca del Instituto Cultural, antigua sede de la Embajada de México en Estados Unidos.
Pacheco, miembro de la denominada "Generación de medio siglo", fue uno de los escritores más apreciados por varias generaciones de mexicanos, un cariño que Cristina atribuye a su carácter de "hombre muy sencillo" de la calle que "agarró a puntapié los pedestales".
Autor de poemarios como "Los trabajos del mar" (1984) o novelas como "Las batallas en el desierto" (1981), José Emilio -revela su viuda- "dejó muchos poemas" sin publicar, así como las "notas" de su magnífica traducción de los "Cuatro cuartetos", de T.S. Eliot.
"Las notas son muy buenas, pero divertidísimas además", explica Cristina, al puntualizar que ascienden a "seiscientas", o sea, "que es un libro aparte de los Cuartetos".
Preguntada cuándo verá la luz ese material, la periodista -vestida rigurosamente de negro, aunque no "de luto"- suspira y responde: "Cuando yo me serene. Ahorita, me voy a guiar por la emoción".
"Dejó muchos poemas -prosigue-, pero tengo que verlos. Su escritura era un poco difícil últimamente. Y no me gustaría sólo publicar por publicar. Tengo que serenarme. Tengo que pasar de este trance y tomar un poco de distancia".
Durante su carrera, Pacheco recibió un sinfín de galardones, entre ellos el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2009) y el Premio Cervantes (2009), conocido como el "Nobel" de las letras en lengua española.
Sin embargo, apunta Cristina, "quiso que (el Cervantes) no lo impresionara, que no lo fuera a detener. Él me decía: 'es un premio, pero mañana es lunes y hay que trabajar'".
Para un hombre como José Emilio, a quien "le chocaban las cosas con brillo", la ceremonia de entrega del premio, que tuvo lugar en 2010 en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid), fue "muy bonita, pero muy complicada", según rememora su viuda.
El poeta -que "nunca quiso convertirse en un personaje, y pudo hacerlo"- rehusó probarse el traje para la ocasión "un día antes" y, al entrar al claustro universitario, se le cayeron los pantalones en una escena algo cómica que quedó como la anécdota de la jornada.
"¡Se nos olvidaron los tirantes y ya ve usted lo que pasó: la caída!", cuenta Cristina con gracia y buen sentido del humor.
Como manda la tradición del ganador del premio, el narrador mexicano depositó en la "Caja de las Letras" del Instituto Cervantes un legado personal (una pluma estilográfica, manuscritos y dos de sus libros, entre otros objetos), que permanecerá guardado bajo llave durante un siglo, hasta el 21 de abril del año 2110.
"Lo dejo para que, quien abra esto en cien años, sepa quién fui, porque no creo que nadie recuerde mi obra", señaló entonces el poeta, con mucha humildad y su sencillez habitual.
No obstante, Cristina discrepa de la frase de su esposo y cree que su obra "está ahí y estará siempre", porque "su poesía es muy honesta. Y es una poesía que cabalga en la vida".
"Ése es -concluye- el gran legado de José Emilio, un escritor auténtico".