LOS GUERREROS UNIDOS Y EL NEGOCIO DE LA HEROÍNA EN CHICAGO

19/02/2015 - 12:00 am

¿En qué se parece Iguala, Guerrero, y Chicago, Illinois? En que ambas ciudades sufren por la muerte de la heroína.

Al tiempo en que el gobierno mexicano no establece un móvil aceptable sobre la desaparición y asesinato de los 43 normalistas de Ayotzinapa, poco se ha explicado del fondo del negocio que disputan las organizaciones criminales Guerreros Unidos, autores en complicidad policiaca de la masacre, y sus progenitores y rivales mortales, Los Rojos.

¿Cuál es la manzana de la discordia que, en términos de empresa, hace a cada uno de esos minicárteles ansiar la aniquilación del otro? No es una fruta sino o una flor, la amapola, o, más precisamente, la heroína.

Estados Unidos vive un alza en el consumo de la sustancia nacida en las montañas de Guerrero. Pero, ¿cómo es el negocio más allá del Río Bravo, cuando por pureza a la droga se le llama China White o se le discrimina como Black Tar?

En una acusación penal en contra de la banda existe rastro documental de esto. En el legajo llama la atención un aspecto peculiar: los Guerreros Unidos suelen identificar su mercancía con la calcomanía de una iguana.

Esta es la cuarta entrega de un reportaje realizado por SinEmbargo, desde la tierra donde florece "la dama roja".

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La flor de la discordia en las montañas de Guerrero. Foto: Humberto Padgett. Sinembargo.

Ciudad de México, 19 de febrero (SinEmbargo).– La DEA supo de la existencia de los Guerreros Unidos más de un año antes del secuestro y probable asesinato de los estudiantes.

La principal agencia antidrogas estadounidense conoció al cártel desde sus entrañas y desde agosto de 2013. Entonces, se acercó a varios negocios de heroína y cocaína en Chicago, Illinois, y que involucraban a varios hombres mexicanos o de origen mexicano y conectaban la ciudad de los rascacielos al norte de Estados Unidos con los campos de amapola de Guerrero, a 3 mil 500 kilómetros de distancia al sur.

La DEA estaba detrás de Pablo Vega Cuevas y media docena de sujetos más a quienes consideraba miembros del Cártel de los Guerreros Unidos, como ya se nombra la organización en el documento oficial de la Corte del Distrito del Norte de Illinois fechado el 8 de diciembre de 2014.

Los narcotraficantes transportaban drogas, al menos heroína y cocaína, de México a dos bodegas establecidas en Aurora y Batavia, en la zona de Chicago. Básicamente, Vega importaba y vendía las sustancias al mayoreo al dueño de una empresa llamada R. Sanchez Landscaping, Inc., e Isaías Mandujano.

“Vega era el líder de la célula en Chicago de la organización mexicana Guerreros Unidos”, se lee en la acusación. “Vega trabajaba con varias fuentes de narcóticos de heroína y cocaína para importar grandes cantidades de México a Chicago para los Guerreros Unidos”.

El caso también involucró a Arturo Martínez, un socio de Vega y contrabandista con base en México que coordinaba los envíos y entrega de las drogas. Además, Martínez arreglaba el uso de vehículos con compartimentos ocultos para el traslado de las sustancias.

Vega coordinaba, en Estados Unidos, a Alexander Figueroa, Eliseo Betancourt y Wilfredo Flores. Los tres fungían como distribuidores y realizaron movimientos de droga de México a Illinois en autobuses comerciales para pasajeros y se obtuvieron indicios de que ocultaban droga en embarques terrestres de fruta.

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Para esbozar la dimensión del negocio al que pertenecen los Guerreros Unidos y pretender monopolizar con sangre y fuego en su estado, se puede echar mano de documentos oficiales estadunidenses y mexicanos.

De acuerdo con datos de la pasada administración federal, entre el 1 de diciembre de 2006 y el 30 de septiembre de 2006, el gobierno de Felipe Calderón aseguró opio y heroína y destruyó plantíos de amapola que se habrían convertido –los tres productos– en 85.2 toneladas de heroína que contendrían 1 mil 700 millones de dosis con un precio de casi 3 mil millones de dólares. Se anota que el documento oficial no explica con qué metodología se obtuvieron tales cifras.

Según la Casa Blanca, durante 2010 los estadunidenses gastaron 27 mil millones de dólares en heroína. Los usuarios de adormidera de último que habían consumido adormidera el mes anterior a la fecha de ser encuestados, se incrementaron de 119 mil en 2003 a 335 mil en 2012.

Un estudio de la Universidad Roosvelt apunta a Chicago como la ciudad con más ingresos hospitalarios por sobredosis de heroína, mientras que en el estado de Illinois ya sólo el alcohol representa más tratamientos por desintoxicación que la droga ilícita, de “origen mexicano casi en su totalidad”.

Los medios estadounidenses se refieren a la situación de abuso de heroína en Chicago como una “epidemia” que se ha extendido de las zonas urbanas donde tradicionalmente se usaba la droga, a zonas rurales de Illinois.

En la breve, pero frondosa genealogía de los Guerreros Unidos se observa al pequeño y localizado cártel de las drogas originado por una escisión de Los Rojos, estos a su vez nacidos del Cártel de Los Beltrán Leyva que, hace no mucho tiempo, formaban parte del Cártel de Sinaloa.

Según reportes del Centro de Inteligencia Nacional contra las Drogas, las bandas mexicanas operan en 1 mil 286 ciudades de EU. Todas las mafias mexicanas consideradas como exportadoras de drogas poseen células en Chicago.

Los Beltrán Leyva lograron extenderse en su corta existencia –e intensa fragmentación– en 30 ciudades de la Unión Americana. Ahora, según la acusación contra la gente de Vega, es posible afirmar que los Guerreros Unidos, los mismos que secuestraron y asesinaron a 43 estudiantes, según la oficial, movilizan kilos y kilos de heroína en Chicago.

Esa heroína fue cocinada de flores nacidas en la Sierra de Guerrero, donde los Guerreros Unidos sostienen una cruenta batalla por el control del acopio de la goma de opio con Los Rojos, Los Ardillos –otra banda local– y Los Caballeros Templarios de Michoacán.

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La DEA sigue la pista a los Guerreros Unidos, que envían heroína a Chicago, Illinois. Imagen: Shutterstock.

El 21 de agosto de 2013 –más de un año antes de la masacre en Iguala–, la policía en el área de Chicago detuvo a un sujeto identificado en el expediente como “Individuo B” a quien encontraron 200 mil dólares en su auto. Más tarde, el mismo hombre llevó a los agentes a una casa donde se incautaron otros 230 mil dólares, 12 kilos de heroína y nueve kilos de cocaína o “palomas”, como los narcos mexicanos llaman por allá a los ladrillos de polvo blanco traído de Los Andes.

Más importante para el caso y más gravoso para la organización, capturaron al dueño de la droga, quien aceptó un trato con la policía y en adelante se convirtió en un informante secreto –CS-1 en el papel– que habló de Vega y los Guerreros Unidos. Entregó algunos miles de dólares que tenía consigo y su BlackBerry.

“Vega es conocido como El Transformer o Ninja”, sentenció frente a la imagen de la licencia de conducir de Vega. “Martínez reside en México y él envía la heroína”, siguió.

La DEA enlistó 10 números y obtuvo pines de 10 teléfonos celulares y aparatos Black Berry. Todos los números fueron intervenidos. El mismo día de los aseguramientos, Martínez, utilizando un celular mexicano con clave de larga distancia 733, número asignado a la ciudad de Iguala, Guerrero, sostuvo una conversación con CS-1.

La conversación fue grabada.

–Dime exactamente qué pasó –ordenó Martínez en referencia al movimiento policíaco de horas atrás.

El documento no aclara cómo el informante logró que Martínez mantuviera su confianza en él y que aceptara la versión de que perdió el dinero, perteneciente a Vega por un asunto de cocaína, pero logró mantenerse libre.

–Ayer –explicó el testigo protegido–, Transformer [Vega] me envió un mensaje por la noche. Que ellos [los socios de Vega] irían de su parte a dejar 200 [200 mil dólares]. Pero, quiero decir, ¿hay algo con Transformer o alguno de ustedes que estén haciendo algo para que te pongas loco? Es un montón de dinero.

–Ya te había dicho: no son la clase de personas que dejarán pasar algo sobre el dinero. Necesitas confiar en mí. Recuerda que te dije que si la cagabas y me traicionabas, yo sería el responsable, no tú. Ellos me hablarán a mí, no a ti. Te lo dije desde el principio, cuando estuve allá [en Chicago].

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Autoridades estadounidenses calculan ganancias de 32 mil dólares por ocho kilos de cocaína. Imagen: Shutterstock.

El 4 de septiembre de 2013, CS-1 realizó llamadas y se encontró con varios miembros de la organización, todo bajo la lupa de la DEA.

–Tengo que hacer esto, ya –urgió el infiltrado a un comprador mayorista de apellido Sánchez respecto a un negocio –¿Puedes venir en una hora?

–No, carnal. Tengo que hacer algo y lo tengo que hacer ya –respondió el intermediario.

El informante logró presionar lo suficiente y, 15 minutos después, Sánchez entregaba más de 302 mil dólares en efectivo producto de una venta de cocaína.

La ronda de los dólares no terminaba. Poco antes de las 10 de la noche, CS-1 marcó a Vega para convenir un encuentro esa misma noche.

–Voy con mi cuñado. Que no parezca que no confías en él. Si cualquier cosa pasa, yo seré el responsable, porque es mi compa –advirtió Vega al soplón.

Colgaron y el testigo marcó a Martínez, el contacto en Iguala.

–¿Qué pasó? –quiso saber Martínez.

–Ok, son 302 [respondió en referencia a la anterior entrega de dinero].

–¿Cuánto le faltó [a Sánchez]?

–Se quedó corto por 5 mil.

–Me dijo que lo estabas llamando porque le faltaban 4 mil y que entregará [los narcóticos] temprano por la mañana.

–Bien. ¿Qué hago con las ganancias?

–Son 20 mil nuestros. Te llamo luego, compa, y te digo cuanto –la llamada se corta, pero es recuperada de inmediato. –Ocho pequeños de 31 son 248 [ocho kilos de coca a 31 mil dólares el kilo equivalen a 248 mil]. Agrega 22 mil lo que da 270 [270 mil dólares]. De ahí tomaremos nuestras ganancias.

La interpretación del agente especial de la DEA encargado del caso es que las ganancias de Martínez y el informante consistían en la diferencia de los 302 mil 850 dólares entregados por Sánchez y los 270 mil dólares que entregaría el testigo al cuñado de Vega, es decir, poco más de 32 mil dólares por un asunto de ocho kilos de coca.

Al final, por órdenes posteriores de Martínez, su amigo en Chicago entregaría 263 mil dólares al enviado de Vega, un tipo de apellido Figueroa, con quien se citó en un K-mart de la avenida Adisson. Los agentes de la DEA dieron el dinero y colocaron una grabadora al infiltrado.

–¿Está todo? –preguntó Figueroa.

–Sí –respondió CS-1. –¿Está encabronado Transformer?

–No –dijo Figueroa. –Está bien. La mierda pasa y ya ha pasado antes –agregó en referencia a la confiscación de los 230 mil dólares de días atrás.

–Hay 7 mil dólares menos, así que son 263 mil.

–Está bien, le diré [a Vega].

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La DEA ha interceptado grabaciones que revelan la magnitud del negocio de los Guerreros Unidos. Imagen: Shutterstock.

Septiembre de 2013 fue un mes con una intensa agenda de trabajo para el delator.

El 7 de septiembre, el informante y la DEA nuevamente grababan una conversación con Martínez.

–Sólo dale 10 tickets [10 mil dólares] a mi amigo en el garaje. Lo que ocurrirá es irás a ver una camioneta [con compartimentos ocultos] para mí, para El Transformer.

Los agentes dieron 9 mil 998 y siguieron a CS-1 hasta un taller en la avenida North Monitor, donde se entregó el dinero para la instalación de los escondites.

Cuatro días después, Martínez ordenó a su operador en Chicago que contactara a un primo suyo para la entrega de 10 mil dólares. Así ocurrió, todo frente a la observación de los policías antidrogas. Este hombre, el familiar de Martínez, se volvería un contacto recurrente en las idas y venidas de dólares guerrerenses por Chicago.

El 16 de octubre, aún de 2013, los policías incautaron drogas a pequeños distribuidores por más de 8 mil dólares.

La suerte no se le enderezaba a los Guerreros y, apenas tres días después, les incautaron 31 kilos de heroína, un potencial de 2.8 millones de dólares.

El 4 de abril de 2014, hacia las cinco de la tarde, Martínez y Sánchez sostuvieron una conversación interceptada. Sin entrar en detalles, hablaron de la calidad de la heroína recibida en Chicago y de cierta falta de liquidez para comprar más en México.

–Danos una mano con las palomas cuando lleguen –dijo Martínez en referencia a un embarque de coca. –Así ellos [los del Cártel Guerreros Unidos] no estarán molestos. Primo –dijo en una manera muy guerrerense de crear familiaridad, aunque en realidad esta no exista–, ¿te podría mandar un compa para que recoja 20 mil dólares? Es sólo para recogerlos.

– ¿Quién es?

–La cosa es que esta persona hará unos pagos de la compañía aquí –explicó Martínez en referencia a un miembro de los Guerreros Unidos que haría algunas operaciones con ese dinero en México.

–20 mil.

–Sí, primo. Es un sobrino de Ninja –otro sobrenombre de Vega.

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El 28 de abril de 2014, a las 11.36 de la mañana, hora de Chicago, ocurrió la principal intercepción telefónica durante los meses que duró el seguimiento a los narcotraficantes.

Vega y un sujeto identificado como “Individuo F”, de quien sólo se hace referencia a la letra M como inicial de su nombre e pila, acordaron los términos de una entrega de heroína.

–¿Qué pasó, amigo, ya hicieron la entrega? –preguntó “F”.

–No, tienen la cita para la una. ¿Por quién deben preguntar? Llámame al otro teléfono.

En la siguiente conversación registrada, “F” pidió a Vega distinguir su droga por su envoltorio con cinta adhesiva color naranja.

–Checa por los [kilos de heroína] que tienen la calcomanía de una iguana afuera. Resalta como un bulto en el cuadro.

–De acuerdo. ¿Son siete?

–Déjame checar... Son dos con el bulto, la iguana. Y deben preguntar por El Tío.

Para la DEA, estaba claro que “F” era el jefe de la banda en México. Al día siguiente, 29 de abril, fue detenido en la capital del Estado de México, el estado del Presidente Enrique Peña Nieto.

Se lee en el documento acusatorio de la DEA:

“Con base en información proporcionada por las policías mexicanas, la oficina de la DEA en México y las comunicaciones interceptadas entre las BlackBerry de Vega y el “Individuo F” autorizadas por jueces estadunidenses, se determinó que este era el líder del Cártel Guerreros Unidos en México”.

La versión del gobierno mexicano fue diferente. El 30 de abril de 2014, el Comisionado Nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido, ofreció detalles de la detención de Mario Casarrubias Salgado o José Carlos Mendoza Salgado, El Sapo Guapo:

“Derivado de labores de inteligencia, durante las primeras horas del día de ayer, elementos de la Secretaría de Marina-Armada de México, en coordinación con personal de la Secretaría de la Defensa Nacional, de la Procuraduría General de la República, de la Policía Federal y de la Secretaría de Seguridad Ciudadana del Gobierno del Estado de México, mediante tareas de patrullaje terrestre, lograron la detención en Toluca de Mario Casarrubias Salgado o José Carlos Mendoza Salgado, presunto jefe de un grupo delictivo que opera en el estado de Guerrero.

“Casarrubias Salgado o Mendoza Salgado, quien fue detenido junto con otros dos presuntos integrantes de la misma organización, es señalado como uno de los principales traficantes de droga a Chicago, en Estados Unidos, y se presume que tales traslados los realizaba mediante tráileres de fruta y autobuses de pasajeros, en su tránsito hacia el norte del país”.

Explicó que Casarrubias fue elemento de seguridad de los hermanos Beltrán Leyva y que, tras la muerte de los principales líderes de ese cártel, fundó su propia organización. Por entonces, nadie hablaba de los Abarca, de los Pineda, de los políticos con las manos llenas de heroína y sangre en Guerrero.

Inspirado, el Comisionado Nacional explicó el alcance de la detención:

“Con estos resultados, las instituciones que conforman el gabinete de Seguridad del Gobierno de la República ratifican su ineludible compromiso para realizar todas aquellas acciones que permitan alcanzar un México tranquilo y en paz para todos los ciudadanos y sus familias”.

Pero la paz no fue lo que pasó. Lo que pasó fue que el Cártel de los Guerreros Unidos, en colusión con las autoridades, secuestró, torturó y prendió fuego a 43 muchachos que por proyecto de vida tenían el magisterio en los lugares más pobres de México.

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