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Benito Taibo

12/10/2014 - 12:00 am

Esos héroes (II)

La semana pasada comencé esta crónica acerca de esas tres imágenes que me rondan la cabeza desde hace mucho tiempo y que desde mi punto de vista, representan a una parte importante de la historia de nuestro tiempo. Pero más allá de las imágenes en sí mismas, los que en ellas aparecen, en un gesto […]

La semana pasada comencé esta crónica acerca de esas tres imágenes que me rondan la cabeza desde hace mucho tiempo y que desde mi punto de vista, representan a una parte importante de la historia de nuestro tiempo.

Pero más allá de las imágenes en sí mismas, los que en ellas aparecen, en un gesto único, notable, con una valentía que roza en la inconciencia, se han quedado para siempre dentro de mí, como unos verdaderos héroes, a los que, humildemente, quisiera honrar con estas letras.

Para los que no leyeron la primera parte, aquí ésta la liga.

Un héroe,  como dije antes y recalco ahora mismo, es en muchas ocasiones, ese personaje común y corriente que da un salto al vacío en el momento menos pensado, y entra a la historia por la puerta grande, aunque muchos no sepamos ni siquiera como se llama.

Dice Giuseppe Ungaretti, en el que sea tal vez uno de los poemas más cortos del mundo: “Me ilumino de inmenso…”

E inmensos son, por ese instante en que la imagen se congela y nos los muestra en todo su esplendor.

Una curiosa combinación de valor y desprecio, incluso por la vida misma, para decir no, basta, con tan sólo un gesto magnifico.

Dando un salto en el tiempo, les pido que me acompañen hasta la Plaza de Tiananmén, en el corazón de Pekín, China, en el año de 1989.

Entre abril y junio de ese año, una protesta estudiantil  sin precedentes, se desarrolla en la capital del comunismo moderno. Exigían reformas liberalizadoras y sobre todo, alzaban su voz contra el autoritarismo y el férreo control que el Partido Comunista Chino ejercía (y ejerce todavía) con el pueblo. Pero la gran mayoría, alzaba la voz por absoluta falta de libertad de expresión y la nula garantía a los derechos humanos más elementales.

Tal vez, la mecha que encendió todo, fue la súbita muerte el 15 de abril, durante una reunión del Partido,  de Hu Yaobang, que había sido hasta 1987, su secretario general. Fue acusado en esos días, por la jerarquía política, de haber sido “ineficiente” en la resolución de las protestas que iban creciendo.

La Plaza de Tiananmén (o de “La paz celestial”, como se le conoce) en pleno centro de la capital china se pobló, el 13 de mayo del 89, con miles de manifestantes que la tomaron, organizando más de mil de ellos, una huelga de hambre indefinida.

El día 20, el gobierno decretó la ley marcial.

Los soldados y tanques de las divisiones 27 y 28 del Ejército Popular de Liberación fueron enviados para tomar el control de la ciudad.

En esos días terribles, se estima (aunque no existen cifras oficiales ni definitivas) que murieron entre 800 y 2500 personas. Una de las fuentes es la propia Cruz Roja China.

La noche del 4 de junio, por decisión de los manifestantes, la plaza quedó vacía, temiendo una masacre de mayores proporciones.

Y es la mañana del día cinco, cuando se toma la fotografía que le daría la vuelta al mundo.

Imagen que a mí, me sigue pareciendo uno de los actos más arriesgados y heroicos que haya visto en mi vida y que fue tomada desde un hotel cercano por el fotógrafo Jeff Widener de la Associated Press.

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En ella, se ve una columna de tanques avanzando a un costado de la plaza.

Y a un solitario hombre, de camisa blanca y pantalón oscuro,  que carga en su mano izquierda una bolsa que parecería traída del mercado, de pie, enfrentándolos.

Nadie sabe quién es, ni cómo se llama.

Mantuvo a raya a los tanques durante más de media hora, moviéndose cada vez que ellos se movían.

Plantándose firmemente en una plaza que todavía tenía rastros de sangre. Poniendo su vida en juego.

Ese anónimo personaje, entra al imaginario colectivo, como la muestra viva de la resistencia frente a la barbarie.

Fue sacado en volandas por policías. Los tanques no se atrevieron a pasarle por encima, inexplicablemente.

Durante esa media hora, ese hombre enfrentó al mundo entero.

Algunos dicen que fue ejecutado unos días después. Otros, que vive escondido en alguna parte de la China continental.

No creo que lo sepamos nunca.

Lo que sí sé, es que ese solitario manifestante chino, el 5 de junio de 1989, se ilumino de inmenso para siempre.

(Continuará.)

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