¿Se siente feliz? Da igual, lea esto

12/10/2012 - 12:02 am

Así de simple, hay algo más importante que el PIB, y eso consiste en cultivar nuestro IFB. Como lo oye, existe el Índice de Felicidad Bruta. Término que recién descubro y que me ha dejado pasmada: un número índice elaborado a partir de 33 indicadores clasificados en nueve dominios, tiene toda una metodología y página web. Me parece increíble que no lo supiera antes. En fin. Me lo dijo mi jefe del trabajo, que se dedica a cultivar su IFB de manera constante.

Si uno lo busca en Internet, incluso está en Wikipedia, aunque en realidad, al día de hoy ¿qué no está en Wikipedia? ¡Hasta mi méndigo hermano sale ahí!

El término en inglés es Gross National Happiness. Bien es cierto que la frase célebre de la cantante francesa Mistinguette es que “el dinero no da la felicidad, pero aplaca los nervios”. O al estilo mexicano, en palabras de la Félix, “el dinero no compra la felicidad, pero prefiero llorar en un Ferrari“. Yo no. La verdad es que jamás me he subido a uno y no veo por qué lo haría.

El punto es, señores, que después de la Gran Depresión mundial de los años 20 y 30, nos volvimos obsesivos como raza humana, encabezados por el gran demonio del mundo capitalista, Estados Unidos y sus amigos. Determinaron que el PIB fuera lo único que importase; un indicador para todos los usos, el más rendidor, una especie de Cloralex “el más rendidor”, como lo decía su jingle.

El término IFB fue propuesto por el rey de Bután –¿quién lo diría?–, un pequeño país sin salida al mar, montañoso, situado en el sur de Asia, justo entre China e India. Fue en el año de 1972 cuando lo acuñó, harto de ver cómo criticaban la pobreza de su reino. O sea, en este lugar la onda es ser pobres pero felices.

En el reino de Bután este índice mide el número de veces que se reza al día, entre otros aspectos, como la salud, el tiempo libre o la cultura. Su principal práctica religiosa es el budismo, así que no veo la hora yo de irme a la calle de Tabasco, en la Colonia Roma, al Centro Budista a incrementar mi propio índice de felicidad. Con suerte y no me cobran el curso.

Distintos estudios y aproximaciones han creado bastante revuelo sobre la posibilidad de medir la felicidad. Algunos de estos arrojan que en efecto, eres más feliz cuando más ganas, o por el contrario cuando las dos Alemanias se re-juntaron, bajaron sus índices de felicidad al estarse comparando constantemente con los nuevos integrantes del país.

Me pareció interesante la reflexión que aquí retomo del profesor Manuel Baucells, de la Universidad Pompeu Fabra, uno de los expertos que se ha dedicado a analizar la cuestión. Un informe presentado en 2006 cifraba en 15 mil dólares per cápita los ingresos mínimos en un país para ser feliz, a partir de los cuales el poder adquisitivo y la dicha ya no suben al mismo ritmo. Como la inflación, supongo.

Pero al final, el mismo Baucells advierte: “La riqueza decepciona precisamente porque uno se acostumbra a ella más rápido de lo que cree. Lo que no sabe la gente es que del mismo modo que se acostumbra a vivir con más dinero, también se acostumbra a vivir peor y a cambiar sus referentes”.

¡Y otro más! También existe el Happy Planet Index, un índice alternativo de desarrollo publicado por NEF (New Economics Foundation). Este está basado en la expectativa de vida, la percepción subjetiva de felicidad y la huella ecológica. Usted eche números, pero México está en el lugar 21 de 143 países. Costa Rica al parecer, es el país más sonriente, seguido de Vietnam.

¿Entre más tenemos más felices somos o más queremos? ¿Es posible saciar el vacío interno con dinero? ¿O es momentáneo y después queremos más felicidad, más dinero? ¿Podemos vivir felices, completamente felices con lo que somos y con lo que tenemos? No me quiero ni me interesa ponerme filosófica al respecto, creo que nada más estaría dándole vueltas a algo así como la cuestión del huevo y la gallina.

Lo que si me queda claro es que mi felicidad no depende de mi salario. Póngale usted que el día que pago la renta no me sienta taaan feliz, pero no me hace dejar de pensar en lo afortunada que soy. En otras ocasiones me siento sumamente feliz por el simple hecho de recibir una llamada o un mensaje, o recordar algo que me hace reír mucho.

El jarrón da forma al vacío y la música al silencio. Georges Braque

Busquemos nuestro molde, busquemos nuestra música.

 

@mariagpalacios

http://marianagallardopalacios.wordpress.com/

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