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Germán Petersen Cortés

12/08/2014 - 12:02 am

Qué suba el salario mínimo

Subir el salario mínimo en México no resolverá de golpe la desigualdad, la pobreza y la marginación. Sin embargo, es un paso en la dirección correcta. Los beneficios del incremento son, por mucho, mayores que los costos. Los críticos de la medida han hecho hincapié en las desventajas, pero no en las ventajas. Es necesario […]

Subir el salario mínimo en México no resolverá de golpe la desigualdad, la pobreza y la marginación. Sin embargo, es un paso en la dirección correcta. Los beneficios del incremento son, por mucho, mayores que los costos. Los críticos de la medida han hecho hincapié en las desventajas, pero no en las ventajas. Es necesario hacer una evaluación que considere tanto lo bueno como lo malo, partiendo de que al mundo del trabajo en México le urgen transformaciones de fondo.

El argumento más sólido para subir el salario mínimo es mejorar el bienestar de los asalariados, a partir de crecer su ingreso. Comparando el salario mínimo de México con el de otros países, el de aquí es insultantemente bajo. Caramba, ¿qué se puede hacer con 67 o 64 pesos diarios, dependiendo de la zona del país? Vamos, el salario mínimo en México es tan bajo que quien solo percibe esa cantidad no rebasa la línea de pobreza.

En 2010, el INEGI dio a conocer cifras sobre la importancia relativa de los salarios en la economía mexicana: en 1980, los salarios representaban 36% del PIB nacional; para 2009 habían caído a 29%. El descenso implica que una parte de lo que antes recibían los empleados, hoy lo reciben los empleadores. Así, quienes perciben un salario no solo se han visto afectados por un bajo crecimiento de la economía, como la mayor parte los mexicanos, sino que además hoy se quedan con una parte sustantivamente menor de ese crecimiento que hace tres décadas. En la medida en que las ganancias de los empleadores se alejen cada vez más de los salarios de los empleados, la desigualdad continuará.

Mejores salarios fortalecerían la demanda interna del país. Dado que las clases medias y bajas tendrían mayor poder de compra, los consumidores mexicanos como conjunto podrían adquirir más bienes. Uno de los grandes obstáculos del crecimiento económico del país es el poco dinamismo del mercado interno. La apertura de la economía mexicana al mundo tiene que complementarse con una demanda interna consolidada.

El incremento del salario mínimo impactaría en los salarios reales. Algunos menosprecian la trascendencia de la medida al señalar que el Estado no tiene instrumentos para obligar a que todos los trabajadores perciban, cuando menos, el mínimo. Si bien el argumento tiene parte de razón, es innegable que un incremento en el salario mínimo haría crecer los salarios reales, pues el mínimo constituye una orientación para establecer diversos precios de mercado, lo que al final repercute sistémicamente en la economía. Vamos, si el mínimo no impactara, como señalan algunos de sus críticos, ¿para qué detenerse a criticarlo, como lo han hecho? Otro argumento socorrido es que el mínimo sirve de poco pues nadie lo percibe. Mentira. El martes pasado, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), señaló que 14% de la población ocupada en México percibe menos de un salario mínimo. ¿Siete millones de mexicanos son nadie?

Entre las afirmaciones más insistidas para cuestionar el incremento está que produciría desempleo e inflación. Muchos lo afirman como si ambas consecuencias fueran inexorables, cuando no lo son. Si el incremento al salario fortaleciera el mercado interno, lo que es prácticamente seguro, su posible impacto negativo sobre el empleo, en caso de que se presentara, se mitigaría con el tiempo, pues la demanda interna eventualmente haría más competitivo el mercado laboral.

La inflación, en efecto, podría aumentar. Lo que omiten quienes defienden la inflación cero es que esta no es un fin económico en sí mismo, sino una condición para el desarrollo. ¿De qué sirve la inflación cero si las carteras de tantos mexicanos siguen raquíticas? De poco. Bajo el supuesto de que el incremento al salario aumentara moderadamente la inflación, pero a cambio de ello mejorara sustantivamente el poder adquisitivo de las familias, ¿acaso no sería el beneficio mayor que el costo?

El más absurdo de los argumentos contra la medida es que desajustaría las finanzas públicas, pues cambiarían los ingresos y egresos del Estado, dado que muchos de estos (multas y becas, por ejemplo) se fijan en función del mínimo. Si el aumento del salario mínimo, que en general es positivo para el país, afectara las finanzas del Estado, hay que ajustar las leyes y reglamentos que consideran ingresos o egresos en función del mínimo, reduciendo, cuando así convenga, el número de mínimos que establecen.

Un punto importante de los críticos es que, de aprobarse un incremento importante de golpe, podría haber inestabilidades económicas. Tienen razón. El ajuste debe ser progresivo. Además, es fundamental establecer la magnitud del incremento con base en criterios técnicos rigurosos, no “al tanteo”. Ejemplos de este “al tanteo” los han aportado distintos políticos, arrojando cifras al vuelo sobre lo que consideran el monto idóneo del mínimo, en lances meramente populistas.

Urge combatir la desigualdad, la pobreza y la marginación en México, así como fortalecer el mercado interno. No hay mejor manera de hacerlo que retribuyendo con justicia a los trabajadores.

@GermanPetersenC 

Germán Petersen Cortés
Licenciado en Ciencias Políticas y Gestión Pública por el ITESO y Maestro en Ciencia Política por El Colegio de México. En 2007 ganó el Certamen nacional juvenil de ensayo político, convocado por el Senado. Ha participado en proyectos de investigación en ITESO, CIESAS, El Colegio de Jalisco y El Colegio de México. Ha impartido conferencias en México, Colombia y Estados Unidos. Ensayos de su autoría han aparecido en Nexos, Replicante y Este País. Ha publicado artículos académicos en revistas de México, Argentina y España, además de haber escrito, solo o en coautoría, seis capítulos de libros y haber sido editor o coeditor de tres libros sobre calidad de vida.

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