LA VIOLENCIA EN EL EDOMEX ALCANZA A TODAS LAS MUJERES; NINGUNA SE SALVA

12/07/2015 - 12:05 am

Ciudad de México, 12 de julio (SinEmbargo).– La última Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) fue levantada del 3 de octubre al 11 de noviembre de 2011, pocas semanas después de la conclusión del mandato mexiquense de Enrique Peña Nieto.

Las cifras obtenidas por la encuesta son un gigantesco retrato del miedo y la tristeza: de 24.5 millones de mujeres casadas o unidas de 15 y más años en el país, poco más de 11 millones, han vivido algún episodio de maltrato o agresión en el transcurso de su vida conyugal, “cifra reveladora de un alto índice de violencia de género”, apunta el estudio  elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía.

El informe resultante muestra que 2.8 millones de mujeres casadas o unidas en el país han sido agredidas físicamente por su pareja a lo largo de su relación ascienden: 25.8 por ciento de todas las violentadas han debido voltear la mirada cuando alguien les nota un ojo morado, han huido cojeando de un esposo iracundo o han sido hospitalizadas. Algunas murieron. El que han sufrido este tipo de violencia no la excluye de haber sufrido otro tipo de agresiones.

En México, 16.2 por ciento de las mujeres casadas o unidas violentadas por su pareja han sufrido agresiones de extrema gravedad. Esto significa la existencia de un total de 1.7 millones de víctimas, en cuyos hogares posiblemente este tipo de hechos crean un entorno tóxico y sus efectos impregnan también a sus hijos y familiares cercanos.

En el ámbito privado también se cometen agresiones sexuales, sin lugar a dudas una de las prácticas más habituales de la violencia de género, y de las menos denunciadas. Aunque esta modalidad de violencia es la menos reportada en la encuesta de 2011, llama la atención la cantidad de casadas o unidas que han sufrido estas experiencias en México, casi 1.3 millones en total, que representan 11.7 por ciento de todas las maltratadas a lo largo de su relación conyugal, cifra que, nuevamente, no excluyente de otras manifestaciones de violencia.

Una forma más de violencia es la económica, que como un medio de dominación entraña negar a las mujeres el acceso o control de los recursos monetarios básicos, el chantaje o manipulación económica, la limitación de su capacidad para trabajar o el apropiamiento y despojo de sus bienes: 56.4 por ciento de las casadas o unidas han vivido algún episodio de violencia económica.

La violencia psicológica o emocional consiste en todas aquellas formas insidiosas de tratar a la mujer con el fin de controlarla o aislarla, de negarle sus derechos y menoscabar su dignidad, tales como los insultos, menosprecios, intimidaciones, imposición de tareas serviles y limitaciones para comunicarse con amigos, conocidos y familiares. En ocasiones más pernicioso que la violencia física, el maltrato psicológico es el más extendido. Nueve de cada 10 mujeres ha sufrido esta denigración durante su vida al lado de un hombre.

¿Qué ocurre con una vida vejada?

El estudio multidisciplinario aporta algunos datos cualitativos:

“Dentro de las múltiples consecuencias negativas derivadas de la violencia se encuentran las posibles alteraciones de la estabilidad emocional de la mujer, que, además de obstaculizar su desarrollo personal, también agudizan su vulnerabilidad. Comúnmente las víctimas de agresiones infligidas por su pareja tienen problemas de salud mental, angustia, cuadros de estrés, tristeza o depresión que minan su autoestima y las orillan al aislamiento, incluso, esto en ocasiones culmina en comportamientos suicidas como una forma de liberarse ante el sufrimiento padecido”.

El resultado de la violencia extrema muestra efectos devastadores: “las consecuencias directas en la víctima y su entorno inmediato son muy dañinas y de largo efecto, y los costes que como fenómeno global tiene para la sociedad son elevadísimas tanto si los evaluamos directamente en términos económicos, como si los evaluamos en términos de sufrimiento y daños emocionales para todos los implicados”.

¿Y qué ocurre en el Estado de México?

El estudio de alcance nacional cerró el objetivo para conocer la condición de distintas formas de maltrato en que viven, sobreviven y mueren las mexicanas en cada uno de sus estados.

En el lugar de origen y antes gobernado por su grupo político, por su familia y por el propio el Presidente Peña Nieto, el que no duda en agradecer a las mujeres que lo hayan hecho Gobernador y Presidente, son minoría las variantes de la ENDIREH 2011 que no lo muestren como el sitio en que más se odia a las mujeres.

Foto: Cuartoscuro
Las mujeres mexiquenses son las más agredidas por sus parejas a nivel nacional. Foto: Cuartoscuro

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El estudio captó información de los casos en que las mujeres casadas o unidas han sido agredidas por su pareja a lo largo de su relación. Así, en el Estado de México 56.7 por ciento de las mujeres se dijeron en esta condición, cifra superior a la línea nacional en casi 12 puntos porcentuales.

Este porcentaje ubica al estado del Presidente como la entidad con la mayor proporción de este tipo de violencia, y a Chiapas con la menor al alcanzar 27.9 puntos porcentuales.

La proporción de mujeres agredidas por su pareja disminuye cuando los eventos violentos se refieren al último año de su relación: 44.8 por ciento de las mujeres de la entidad manifiestan haber padecido al menos un incidente de violencia durante los 12 meses previos a la entrevista efectuada para la encuesta.

La entidad mexiquense se mantiene a la punta también en las agresiones ocurridas dentro del año anterior a la aplicación del cuestionario pues mientras en el país una de cada tres mujeres casadas o unidas recibió violencia por parte de su pareja en el último año.

En el Estado de México el mayor porcentaje de violencia se presenta en las jóvenes entre 15 y 29 años de edad; de ellas, 52 de cada 100 han sufrido al menos un incidente de violencia en el último año. Cabe mencionar que muchas de ella se encontraban en el primer año de convivencia en pareja.

“Esta situación resulta preocupante debido a la magnitud del fenómeno y las consecuencias que acarrea en la víctima. En esta etapa de la vida la mujer enfrenta un mayor riesgo de violencia, puesto que es más vulnerable e indefensa. La violencia a la que están expuestas es determinada en buena medida por los roles de género tradicionales, ya que mediante el proceso de socialización los varones aprenden estrategias inadecuadas para expresar la ira e inhibir la pena, restringiéndose la expresión emocional; en el plano conductual se les incentiva a ser activos, autónomos, a usar la agresividad y la fuerza para resolver los conflictos, misma que frecuentemente dirigen hacia las mujeres.

“Ellas, por el contrario, son reforzadas a expresar sentimientos de pena e indefensión, inhibiendo sus impulsos agresivos, lo que facilita asumir para la pareja el rol de agresor y en las mujeres el de víctima”.

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La menor proporción de mujeres que ha sufrido al menos un incidente de violencia en los últimos 12 meses, se presenta en el grupo de 45 años y más, con 39 de cada 100 mujeres. Sobresale que en todos los grupos de edad los porcentajes son superiores a los registrados en el ámbito nacional.

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Entre los datos nacionales y los mexiquenses se observan diferencias significativas. Sobresale la presentada por aquellas mujeres sin instrucción, primaria incompleta y primaria completa donde el porcentaje es 12 puntos porcentuales mayor que el registrado en el ámbito nacional.

Sin embargo, los datos recopilados en México, pero más claramente en el Estado de México, muestran que el incremento del nivel educativo en las mujeres no necesariamente se traduce en la reducción de la violencia de género.

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La encuesta no siempre se detiene a analizar las causas de la violencia. No orienta, por ejemplo, sobre las razones por las que las mujeres económicamente activas en el Estado de México son más violentadas que las que no, cuando se supondría que la independencia económica es un factor de emancipación y de propensión al entendimiento de los derechos.

Se lee en el informe:

“En el Estado de México, 46.4 por ciento de las mujeres pertenecientes a la población económicamente activa declararon haber sufrido al menos un incidente de violencia de parte de su pareja en el último año, 2.7 puntos porcentuales más que las no económicamente activas.

“Cabe señalar que la entidad registra 8.6 puntos porcentuales más en la proporción de mujeres económicamente activas violentadas que el promedio nacional y sólo 0.1 puntos menos respecto de Nayarit (46.5 por ciento) que fue el estado que registró el mayor porcentaje de mujeres con esta problemática. En cuanto a las no económicamente activas el dato estatal es mayor en 12.9 puntos respecto al del país”.ECA03_GRAF_03

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Los estudios de género clasifican la violencia hacia las mujeres por parte de su pareja en cuatro categorías; emocional, económica (incluye la patrimonial), física y sexual. El conjunto de agresiones atentan contra su vida, libertad, integridad y seguridad. El propósito de los agresores es el ejercicio del control y dominio sobre ellas para conservar o aumentar su poder como varón en la relación.

En el Edomex, a lo largo de la relación, la violencia de tipo emocional (insultos, amenazas, celos enfermizos, intimidaciones, humillaciones, burlas, aislamiento, infidelidad y otras) es la de mayor frecuencia, por cada 10 mujeres con violencia de pareja, nueve la padecen.

Le sigue la de tipo económico con seis mujeres de cada 10, es una forma de agresión con el fin de controlar tanto el flujo de recursos monetarios que ingresan al hogar, o bien la forma en que dicho ingreso se gasta; crea dependencia económica que limita las decisiones y obstaculiza la posibilidad de extender las redes sociales, aumentando el aislamiento y la probabilidad de ser violentada.

La física la viven dos de cada 10 y corresponde a cualquier acto que inflige daño no accidental, usando la fuerza física o algún tipo de arma u objeto que pueda provocar o no lesiones, ya sean internas, externas, o ambas. Su espectro varía desde golpear “jugando”, arañar, pellizcar, empujar y hasta la muerte. Este último nivel de violencia está tipificado como feminicidio, y es la forma extrema de violencia contra las mujeres, conformada por el conjunto de conductas misóginas que puede culminar en homicidio y en otras formas de muerte violenta.

Las agresiones sexuales, cualquier acto que degrada o daña el cuerpo o la sexualidad de la víctima, son las menos comunes, una de cada 10 mujeres violentadas declaró haberlas sufrido; no obstante, por su magnitud está valorada como violencia extrema, ya que incluye abuso sexual y violación, tipificados como delitos de carácter penal.

El estado de México registra proporciones mayores en las de tipo emocional y económica, con diferencias de 2.3 y 3.9 puntos porcentuales respectivamente; en cuanto a las agresiones físicas y sexuales, el porcentaje registrado en la entidad es inferior al promedio nacional en 1.4 por ciento en ambos tipos.

Si se analiza la violencia reciente, es decir, en los 12 meses anteriores a la entrevista, se observan porcentajes menores en comparación con los registrados a lo largo de la relación, pero siguiendo la misma estructura, es así que 82 de cada 100 mujeres violentadas por su pareja fueron agredidas de manera emocional o psicológica, 54 son víctimas de la violencia económica; 17 recibieron agresiones físicas y a siete su pareja les exigió tener algún tipo de relación sexual e incluso fueron víctimas de violación.

Al comparar los porcentajes de la entidad con los presentados en el país, se observa que es mayor la violencia económica en el estado de México en 2.2 puntos porcentuales; situación contraria se presenta con la misma diferencia en el tipo de violencia física, donde el promedio nacional es mayor.

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Existen algunas organizaciones feministas que aseguran que los suicidios de mujeres conducidos por una relación de constante maltrato deberían considerarse feminicidios. El maltrato sufrido por las mujeres provoca ansiedad, tristeza y depresión.

La Organización Mundial de la Salud identifica otras alteraciones en la psique de las víctimas: fobias y trastorno de pánico, insomnio, cambios de estado de ánimo, perturbación de estrés postraumático, desorden de la conducta alimentaria y del sueño, trastornos psicosomáticos, sentimientos de vergüenza y culpabilidad, conductas autodestructivas como abuso de alcohol y drogas, irritabilidad, baja autoestima y suicidio o ideación suicida.

La encuesta encontró que el 7 por ciento de las mujeres casadas o unidas, víctimas de violencia por parte de su pareja han pensado quitarse la vida, de estas, poco más de la tercera parte lo ha intentado.

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La encuesta, sin plantearlo expresamente, orienta sobre el sub registro con que el Ministerio Público mexicano y mexiquense atienden la violencia de género. A le vez que con frecuencia se denuncia que la autoridad no actuó de manera oportuna ante el conocimiento de una mujer victimizada, lo cierto es que con frecuencia las mujeres no denuncian a sus parejas. Sólo una de 10 mujeres estigmatizadas pide ayuda

¿Por qué? De acuerdo con la ENDIREH, esto es ocasionado porque 76.8 por ciento dicen que el hecho no tuvo importancia o, simplemente, consideran que él no cambiará.

Por el contrario, el 9.3 por ciento de las agredidas se abstuvo de denunciar porque él prometió que cambiaría o porque piensan que su pareja tiene derecho a reprenderlas; 6.8 por ciento comentan que no lo hacen por vergüenza o para que su familia no se entere.

El 6.2 por ciento no acudió a la policía por miedo, porque su pareja las amenazó.

“Actualmente”, explica el documento, “las estructuras sociales todavía desalientan o impiden la denuncia de hechos violentos ocurridos dentro de una relación de pareja; por ejemplo, 10.1 por ciento de las mujeres casadas o unidas violentadas no denuncian, por sus hijos o porque su familia las convenció de no hacerlo”.

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Las mujeres que alguna vez estuvieron casadas o unidas a un hombre también fueron encuestadas. Y también entre ellas el Estado de México arroja peores resultados que los promediados en el país.

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De acuerdo con sus tipos, el porcentaje estatal es mayor en comparación con el país, en los tipos de violencia emocional, económica y física; en cambio, es ligeramente menor la proporción de víctimas por agresiones sexuales en 0.3 puntos porcentuales.

De las 13 agresiones de tipo emocional consideradas en el estudio, en siete los datos estatales son mayores a los nacionales, sobresalen cuando ellos se enojaban mucho porque no estaba listo el quehacer, porque la comida no estaba como ellos querían, porque no cumplían con sus obligaciones, con una diferencia de 10.4 puntos porcentuales.

De las seis agresiones de tipo económico en tres, las cifras estatales son mayores, sobresale cuando ellos les prohibían trabajar o estudiar con 5.5 puntos porcentuales de diferencia.

Se tienen registradas siete agresiones de tipo físico, en cuatro son mayores los datos estatales, las diferencias son de 2.4 puntos porcentuales si su ex pareja las empujaba o les jalaba el cabello.

Por su parte, para las clases de violencia de tipo sexual se tiene, cuando ellos les exigían tener relaciones sexuales aunque ellas no quisieran, los datos de la entidad son mayores.

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La violencia contra las mujeres no sólo se limita a relaciones de pareja convencionales o convivientes, como en el caso de las casadas o unidas, también abarca a las separadas, divorciadas, viudas, e incluso a las solteras.

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… Y FUERA DE CASA

La ENDIREH 2011 también registró la violencia fuera de casa. La que ocurre en la calle, en el barrio, en la ciudad. La que es perpetrada por amigos, vecinos, compañeros de escuela, de los jefes en el trabajo.

Llama la atención nuevamente el Estado de México, donde el 43.2 por ciento de las mujeres son violentadas en el ámbito comunitario, cifra superior a la registrada por el país, que es de 31.8 por ciento; la proporción de mujeres mexiquenses que no sufren violencia es de 56.8 por ciento.

En la ENDIREH 2011 la violencia de los hombres hacia las mujeres en espacios comunes se agrupan en tres tipos: intimidación, abuso sexual y agresiones físicas.

Los resultados muestran que en el estado de México, 80 de cada 100 mujeres que sufren violencia han sido víctimas de intimidación, 50 de abuso sexual y 8 han sido agredidas físicamente. Al comparar estos datos con los presentados en el país, se puede apreciar que para las mujeres violentadas con intimidación el dato estatal es menor en 6.1 puntos porcentuales; misma situación se presenta en las mujeres agredidas de forma física, la diferencia para este tipo de violencia es menor a 1 punto. Caso contrario sucede en las mujeres abusadas sexualmente, pues el dato de la entidad es mayor 12.0 puntos porcentuales.

Al comparar los datos por clase de violencia registrada en el estado con los del país, se observa que cuando las han tocado o manoseado sin su consentimiento el dato del estado es mayor en 13.8 puntos porcentuales. Caso contrario sucede, cuando les han hecho insinuaciones o propuestas para tener relaciones sexuales a cambio de algo, la diferencia para esta clase es de 5.1 puntos porcentuales.

Al observar los datos de las mujeres violentadas en el ámbito comunitario por entidad, se puede apreciar el mayor porcentaje en el Distrito Federal con 49.9, le siguen el Estado de México 43.2, Baja California 35.6, Jalisco 33.9 y Chihuahua con 33.0 por ciento. De los estados con una cifra menor a 25 por ciento, Guerrero ocupa el penúltimo lugar con 21.7 por ciento y Chiapas el último con 17.8 por ciento. El promedio nacional es de 31.8 por ciento.

En el Estado de México el tipo de agresor más frecuentemente declarado por las encuestadas apunta a personas desconocidas: en 93.4 por ciento de los casos fueron violentadas por extraños en lugares de uso común, (cifra superior en 4.4 puntos porcentuales al promedio nacional), “lo que indica un problema de seguridad pública”, sostiene el documento.

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La violencia escolar se manifiesta en forma de castigos corporales, psicológicos, humillaciones y agresiones sexuales, y sus consecuencias son extremadamente negativas tanto en la autoestima como en el plano social y emocional.

Al analizar los casos de violencia escolar por tipo, se tiene que del total de mujeres agredidas durante su estancia en la escuela, 75.9 por ciento padecieron las de tipo emocional (humillaciones, denigraciones, las ignoraron, las hicieron sentir menos o mal frente a otras personas) y 42.2 por ciento han sufrido la física o sexual (maltrato corporal, proposiciones de relaciones sexuales a cambio de calificaciones, caricias y manoseos sin consentimiento, represalias por no acceder a propuestas o las obligaron a tener relaciones sexuales).

En el contexto nacional, la violencia emocional es menor a la estatal con 5.3 puntos porcentuales, mientras que la física o sexual es mayor con 1.5 puntos.

Llama la atención cómo en el Estado de México las figuras hostiles son las figuras de hostilidad, lo que potencia el efecto negativo en las víctimas y alienta la impunidad.

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En la entidad, de las mujeres de 15 años y más de edad ocupadas, 25.0 por ciento indican algún tipo de violencia en sus centros de trabajo, proporción que ubica al estado en sexto lugar en relación con el resto de las entidades.

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Los dos tipos de violencia laboral que destaca la ENDIREH se clasifican en acoso y discriminación. La encuesta, estima a poco más de 684 mil mujeres mexiquenses con violencia laboral; de éstas, 92.8 por ciento mencionan ser víctimas de discriminación (en el contexto nacional la cifra asciende a 91.3) y 19.3 por ciento de acoso laboral, misma proporción es la que se observa en el país.

Más que a nivel nacional, la encuesta muestra que las mexiquenses enfrentan menores oportunidad de ascender respecto de los hombres. También en comparación con el contexto nacional,  las mujeres mexiquenses perciben menos ingresos que los hombres a cargo de las mismas responsabilidades que ellos y sufren de mayor susceptibilidad de ser despedidas o no contratadas por su edad o estado civil que el promedio de las mexicanas.

Al igual que en el ambiente escolar, en el laboral las mujeres mexiquenses son especialmente molestadas por los varones con autoridad.

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IMPUNIDAD

Las mujeres del Estado de México enfrentan, a decir de las especialistas consultadas, el resentimiento de los hombres que no admiten su emancipación y que, vía la violencia, buscan la preservación de los roles tradicionales de género: ellos poderosos y ellas sumisas. Las feministas también acusan la existencia de una estructura política profundamente patriarcal en ese lugar y de una sociedad inhibida en su organización para el reclamo de sus derechos.

También existen algunos indicadores que permiten a la impunidad como aliento en el desprecio activo de las mujeres.

La organización México Evalúa Centro de Análisis de Políticas Públicas presentó en marzo de 2012 su informe “Seguridad y justicia penal: 25 indicadores de nuestra debilidad institucional”. El documento es una estupenda descripción cuantitativa de la ineficacia de las oficinas a las que se dedica cada vez mayor presupuesto bajo la etiqueta de justicia y seguridad.

En este sentido el Estado de México también destaca:

“Tiene áreas de mejora en todos sus rubros, siendo la procuración de justicia su eslabón más débil: es la entidad con menos agencias del Ministerio Público por cada 100 mil habitantes y se encuentra entre las cinco entidades con menor cumplimiento de órdenes de aprehensión. Además, es una de las cinco que muestran las proporciones más bajas de consignaciones con respecto a las denuncias y de las que gozan de menos confianza ciudadana en sus Ministerios Públicos”.

En 2009 y con base en datos del INEGI, México Evalúa reporta que en el Edomex ocurrieron 1 mil 345 homicidios –sin distinción de sexo–, pero sólo se registraron 374 condenados por ese delito. En 2010, la situación empeoró y mientras los homicidios aumentaron a 1 mil 463, la cantidad de condenados disminuyó a 326.

Lo anterior significa que el Estado de México ocupe la décima mayor impunidad promedio en el país, por detrás de los estados con mayores índices de asesinatos relacionados con crimen organizado, pero por arriba de Nuevo León, donde también existe una encendida guerra –o al menos admitida por su gobierno– entre grandes organizaciones delictivas.

Los mexiquenses no confían en sus policías preventivas. En 2010, el promedio de mexicanos que se sentían seguros con sus policías era de 7.6 por ciento. El Estado de México la cifra cerró en 4 por ciento, apenas una décima más que Zacatecas, último lugar de la tabla.

Y es que a los malos resultados se añade la nula disponibilidad del Estado de México para certificar la correcta función de sus altos servidores públicos en tareas de seguridad. En una revisión sobre el avance de certificación de manos correspondiente a 2012, se muestra que en el Edomex seis altos mandos de los cuales ninguno había sido atravesado exámenes de confianza de parte de la autoridad federal.

Un caso concreto es el de Salvador Neme, quien fuera subprocurador general de Justicia con Peña Nieto bajo las órdenes de Alfredo Castillo, señalado de manera recurrente por evadir el reconocimiento y consecuente solución del problema de los feminicidios. Neme, un operador electoral y financiero de las campañas priistas, fue secretario de Seguridad Ciudadana, directamente bajo las órdenes de Eruviel Ávila.

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No sorprende que la efectividad de resolución de investigaciones. El bajo estándar nacional es de 13 por ciento y el mexiquense es de la mitad. En el penúltimo año de gobierno mexiquense de Peña Nieto, su estado era la sexta entidad con un Ministerio Público más ineficiente según la medición.

A la saturación de denuncias por toda clase de delitos, el Estado de México sólo ofrece una agencia del Ministerio Público por cada 100 mil habitantes. La media mexicana es de 2.7 y el estado mejor evaluado en este rubro es Baja California Sur con una tasa de ocho oficinas.

Las órdenes de aprehensión se refieren a la instrucción que gira el juez al Ministerio Público de localizar y detener al presunto responsable o responsable del delito. Este indicador permite valorar el grado de impunidad de las investigaciones que han sido resueltas dado que, aunque existe un probable responsable, éste continúa en libertad por falta de cumplimiento de una orden de aprehensión. Por esto, México Evalúa consideró relevante ese criterio para medir el desempeño de los agentes del Ministerio Público. El Edomex fue el tercero peor evaluado luego de que sólo una de cada cinco presentaciones es cumplimentada.

Al igual que con las policías preventivas, los habitantes del Estado de México tienen una baja estima por sus autoridades ministeriales: sólo 4.1 por ciento de los encuestados dijo tener mucha confianza en su representación social, en tanto que la media nacional es de casi 10. Sólo el MP del Distrito Federal sufre más animadversión que el mexiquense.

La consignación es el procedimiento mediante el cual el Ministerio Público pone a disposición de una autoridad judicial os hechos o las pruebas necesarias para juzgar a alguien. Ahí también y nuevamente para mal destaca el estado del Presidente: 3.2 por ciento de consignaciones respecto al total de denuncias registradas en 2010. Sólo Durango y Morelos enfrentaban una peor situación en este aspecto. Si se cierra la lente al índice de consignaciones por homicidio doloso, se observa que la fiscalía mexiquense sólo lo logró en uno de cada cuatro casos presentados en 2010.

Y todo redunda en un hecho crucial para la vida de las mujeres: los asesinos de mujeres humillan, golpean y matan con una amplia ventaja de probabilidades de que nunca serán castigados.

DESAPARECIDAS

Los siguientes cuadros muestran cómo las ausencias forzadas mantuvieron un alza constante durante el Gobierno estatal de Peña.

Las desapariciones, atribuidas por grupos de derechos humanos al crimen organizado y a las redes de trata principalmente con fines de explotación sexual, muestran su mayor crecimiento entre las jovencitas, según se desprende de un análisis hecho por los autores a partir de la página de internet de la Procuraduría General de Justicia del Estado de México de las personas reportadas como perdidas.

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A partir de 2011, como ocurre con el número de localizados en el caso de 20101, los números se incrementan de manera tan abrupta que no es posible integrarlos a la tabla por la necesaria variación de los criterios de integración aplicados. Por ejemplo, en 2011, último año de Peña, las autoridades informan oficialmente la localización  de 798 personas, mientras que cuatro años atrás la cifra de ubicación era cero.

Como puede verse, el único grupo de edad en que las desapariciones femeninas superan a las masculinas es en el de jóvenes. Mientras los extravíos de hombres adultos crecieron 233 por ciento en esos cuatro años, el de las chicas aumentó 329 por ciento.

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Ivonne Ramírez Mora, madre de dos pequeñas, tenía 22 años cuando desapareció.

Vivía en la colonia Alamedas del municipio de Atizapán, un sitio de clase media alta. Era una mujer atractiva y empleada de un casino en el mismo lugar. Amaba el futbol, los cortes de carne estilo argentino y la cerveza de sabores.

El 30 de mayo de 2011 salió de casa y, simplemente, nadie la volvió a ver.

Su madre, Leticia Mora, detuvo su vida para buscarla. Denunció su ausencia y atravesó un largo camino de extorsiones de todo tipo de parte de los policías judiciales del Estado de México asignados a la investigación.

Leticia Mora visitó decenas de anfiteatros en el centro del país, imprimió decenas de miles de volantes con la imagen de su hija, cruzó la frontera y se unió a la caravana por la paz convocada por el poeta Javier Sicilia en Estados Unidos, donde supuso que su hija fue llevada por los esclavistas sexuales.

Nada.

“A veces quiero reír y pensar que a mi hija, simplemente, se la llevaron unos extraterrestres”, decía Leticia en medio del llanto cuando la entrevistamos.

Casi a los dos años de la ausencia, Leticia Mora escribió en la página de Facebook abierta en apoyo a la localización de la joven mujer:

“Con una gran tristeza que inunda nuestros corazones queremos comunicarles que después de 2 años de ardua búsqueda y angustia por fin encontramos nuestro tesoro. Ya nadie podrá hacerle daño, ya que Dios la acogió en sus brazos. Ahora ella está en paz

“Y desde el cielo nos acompañara en nuestro camino hasta reunirnos nuevamente con ella. Dios iluminó mi camino para poder encontrarla y poder entregársela a él. Ese hermoso ángel Ivonne Ramírez mora ya no está físicamente con nosotros”.

Ivonne fue secuestrada por un conocido, quien la asesinó pocas horas después de plagiarla. Atravesó el norte del Estado de México y arrojó su cadáver en Pachuca, Hidalgo, donde permaneció 24 meses en la fosa común.

Leticia, su madre, había visitado la Procuraduría de ese estado y entregado información detallada y fotografías de su hija.

“Simplemente recibieron los materiales y los tiraron a la basura”, considera Leticia. “Tiempo después volví y vi más fotos forenses. A pesar de las imágenes tan mal tomadas reconocí por sus brazos, una pierna y luego corroboré que era ella por sus dientes. La exhumamos y ahora la tenemos cerca de nosotros, en un panteón de Naucalpan”.

Algo se debe agregar respecto de Hidalgo: ese estado fue gobernado por Jesús Murillo Karam y por Miguel Ángel Osorio Chong, ex Procurador General de la República y Secretario de Gobernación, respectivamente, en la administración de Peña Nieto. Ambos son personajes protagónicos de la estrategia de seguridad pública.

De 10 jovencitas desaparecidas encuentran una con vida. Iniciaron padres de 10 personas ausentes, en su mayoría niñas y mujeres jóvenes. El grupo ha crecido hasta relacionar 10 familias en busca de una persona extraviada en el Estado de México.

Leticia Mora permanece integrada a la Red de Madres en Busca de sus Hijos, una organización surgida en el Estado de México y que ahora cuenta con 51 familias además de Tamaulipas, Querétaro, Morelos y Veracruz en busca de alguno de sus muchachos y muchachos.

Leticia sale todos los días a los albergues y oficinas de gobierno mexiquenses y de los estados del centro del país a buscar las hijas vivas o muertas y, a la vez, desaparecidas de alguien más.

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