Un día observaron a lo lejos las camionetas, pipas y en la noche, los motores de las unidades estacionados a unos metros de los terrenos de cultivo de sus vecinos los despertaron. Se ofrecieron ayudar a escarbar la tierra para perforar un ducto con la única condición de que les regalaran gasolina. El pago fue de 100 litros por los que lograron 800 pesos. La falta de oportunidades y la pobreza en la que se encuentran sumidos, dicen, los hizo ver en el negocio del huachicol la “oportunidad de sus vidas”.
Por Karen Mesa
Puebla/Ciudad de México (SinEmbargo/Periódico Central).– Por “necesidad y miseria”, los campesinos de las comunidades de Triángulo Rojo justifican que se hayan involucraron con las bandas organizadas del robo de combustible, pues pasaron de ganar 60 a 800 pesos por día. Su involucramiento con estos grupo comenzó apoyándolos en tareas básicas como el manejo de los vehículos para transportar la gasolina ilegal, hasta el halconeo. A estas personas se les pagan con litros de combustible, los cuales venden a bajo costo, perpetuando el círculo vicioso de este delito.
Después del enfrentamiento en Palmarito Tochapan el pasado 3 de mayo, el tema del robo de combustible puso a Puebla en la mira nacional e internacional. Todos se cuestionan cómo es que un campesino se convirtió en huachicolero, calificativo se adjudicaron para referirse a quienes sacan la gasolina ilegal de las tomas de Petróleos Mexicanos (Pemex).
El 23 de marzo, Periódico Central publicó un reportaje (también disponible en SinEmbargo) que nombró la Nación Huachicol donde se explica cómo el tema del robo de combustible se ha convertido en una cultura que marca la vida de los pobladores del Triángulo Rojo y de la Franja del Huachicol.
En el especial, este periódico digital relata cómo en una camioneta que dirigen las bandas organizadas llegan siete personas y como 100 más del pueblo para ayudar.
“Vamos caminando y corremos cuando hay operativos. Unos van a meterse a escarbar y otros se esconden alrededor del predio para vigilar que no vengan los chapulines verdes”.
Están sentados en la parte trasera su auto, cubren sus rostros con una franela roja y una gorra para no ser identificados y apenas dejan ver sus ojos. Estamos estacionados en un camino pavimentado en el corazón de Los Reyes de Juárez.
Al que maneja el negocio lo nombran “jefe”. Se llaman Jorge y Juan, son originarios de Progreso de Juárez, Acatzingo y hasta mediados de 2016 eran campesinos viviendo apenas con 60 pesos al día.
Un día observaron a lo lejos las camionetas, pipas y en la noche, los motores de las unidades estacionados a unos metros de los terrenos de cultivo de sus vecinos los despertaron.
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Se ofrecieron ayudar a escarbar la tierra para perforar un ducto con la única condición de que les regalaran gasolina. El pago fue de 100 litros por los que lograron 800 pesos. La falta de oportunidades y la pobreza en la que se encuentran sumidos los hizo ver en el negocio del huachicol la “oportunidad de sus vidas”.
— ¿Cómo iniciaron? — le pregunto a Juan, quien tiene 40 años, siete hijos, su esposa y un padre de la tercera edad que está enfermo y depende completamente de él.
— Pues vimos a la gente, nos acercamos para ayudar, para que nos lleváramos de comer, aunque sea para la galleta, la comida de los hijos.
— ¿Cómo le hacen para abrir un ducto?
— Escarbamos metro y medio o hasta dos metros para encontrar la toma y usamos un niple, que es un tubo pequeño y un gorro, todo se conecta a la manguera con una llave de paso. Se abre menos de la mitad y en un minuto se llena hasta un cuadro de mil 200 litros de gasolina.
— ¿Cuántas personas son?
– En una camioneta llegan siete personas y como 100 más del pueblo llegan ayudar. Vamos caminando y corremos cuando hay operativos. Unos van a meterse a escarbar y otros se esconden al alrededor del predio para vigilar que no vengan los chapulines verdes.
— ¿Qué tan difícil es hacer una toma y en cuánto tiempo se hace?
— No he medido el tiempo, es fácil, cuando esa toma ha sido cerrada con cemento por personal de Pemex, si es más complejo porque sellan arriba y abajo pero por eso ya llevamos un cincel o un pico para romper la base de concreto.
— ¿Saben por qué se dan las explosiones?
— Unos dicen que por el celular, otros por son por los cortos circuitos de la camioneta cuando arrancan y otros por el tipo de ropa que tiene energía y estando ahí provoca el estallido.
— ¿Cuántos van y qué saben de las organizaciones, cuántas son?
— No, nosotros solo entramos en confianza con los de las camionetas. Nos ubican y ya llegamos. A veces llegan al ducto 100 camionetas a cargar, no conocemos a todos porque van de muchos pueblos de Palmar del Bravo, Quecholac o Tepeaca.
— ¿Cuánto les pagan?
— No pedimos dinero, sino galones. Pedimos 100 litritos que vendemos de 6 a 8 pesos que son 800 pesos. Te imaginas de ganar 120 pesos que te dan por andar cortando en el campo, ahora ya tenemos 500 a 800 pesos. Nos pasan a dejar la gasolina a nuestras casas.
— ¿Qué se ha comprado con ese dinero?
— No tengo un carro de lujo, yo uso lo que gano para comer, vestir a los niños que vayan bien a la escuela que salgan con buenos zapatos. Si hacemos cuenta tampoco es mucho dinero, tengo que comprar la medicina de mi papá.
El otro es más joven, se pone nervioso ante la cámara, quiere que la gente sepa a qué se dedica, pero teme que lo descubran. Se llama Jorge y tiene 24 años, apenas terminó el bachillerato, antes de ser huachicolero ayudaba a su padre que es campesino a sembrar epazote y hierbas de olores.
— ¿Por qué dejaste el campo?
— Porque te pagan por hacer una bolsa de hierbas 13 o 14 pesos. Todavía voy dos veces por semana, porque no hay trabajo. Cuando salió la gasolina vas y tienes unos litros que vender, por muy caro a siete pesos ya tienes para dar a la familia 700 pesos.
— ¿Ves buenas ganancias, qué te has comprado?
— Un lote es pequeño para construir mi casa. No soy casado, pero quiero dar un buen futuro cuando me case. No ando desbaratando el dinero, no vale arriesgarse la vida para no tener nada.
— ¿Qué hace ante un operativo?
— Nada, como andamos de pie no sospechan de nosotros. Tratamos de ser limpios y no mojar la ropa de gasolina. Cargamos ropa extra para cualquier cosa.
— ¿Cómo es el apoyo de la gente?
— Mucho, las mujeres salen a defender y los niños también porque a ellos pasan los de las camionetas y les dan un galoncito para que se venda. Por eso cuando agarran una camioneta la gente sale.
— ¿Cómo saben a qué hora pasa la gasolina?
— Pues eso lo saben los que son líderes y andan en las camionetas. Pero siempre pasan. Pasa el diésel, gasolina, roja tuborsina, gasolina amarilla
— ¿Hay tomas de gasolina en las casas?
— Que nosotros sepamos no, es peligroso para las familias.
— ¿Con este gobierno como han reforzado la vigilancia?
— No hay nada. Pasan los federales, pero solo un rato, dos veces un helicóptero.
Una llamada interrumpe la conversación. Nos tenemos que ir, dicen, y hacen señas al jefe para perderse en medio de la carretera federal.