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Jorge Alberto Gudiño Hernández

11/12/2021 - 12:05 am

La gravedad no existe

“(…) permítanse vacunarse aunque no coincidan las marcas o tengan sospechas respecto a su funcionamiento. Mientras esperan, bien podrían ver hacia el techo y descubrir un mosquito volando cabeza abajo antes de posarse sobre la superficie rugosa. ¿Quién sabe, en una de ésas, descubren cuál es la mecánica particular del movimiento que permite ese giro intrépido y, con ello como argumento, convencen a alguien más de vacunarse o de que, en efecto, la gravedad existe?”.

“Evidentemente, frente a hechos menos contundentes (la inmensa mayoría de ellos) que prive la terquedad y la estulticia es mucho más común”. Foto: Cuartoscuro

En alguna ocasión, a finales de la primaria o inicios de la secundaria, una maestra quiso convencernos que, para los niños muy pequeños, la gravedad es contraintuitiva. No usó ese término pero, a decir de ella, a estos infantes que se tambalean al caminar y que apenas articulan algunas palabras, la sorpresa les llega cuando, al arrojar un objeto, éste cae en lugar de quedarse suspendido. Ya en ese entonces intenté recordar si así fue mi sorpresa y no encontré vestigios de ella. Ahora sé que es imposible acceder a la memoria de ese periodo de la vida pero sospecho que bien podría haberlo inventado mi maestra. No importa.

La gravedad es uno de esos asuntos que, entendamos o no, terminamos por asumirlos como ciertos. Si hasta parece un poco ingenua la aclaración: “entendamos o no”. Claro que entendemos. Estamos pegados a la Tierra y se acabó. Existen muchos más niveles. Y hay fórmulas y descubrimientos de la física que son espectaculares. Como la idea de que la gravedad no sólo afecta al espacio sino al tiempo (o al espacio-tiempo, que son una misma cosa). Es decir, si uno se pone demasiado serio, las cosas con la gravedad pueden complicarse en exceso. Si uno no lo hace, se queda con la idea básica de su existencia y la asume como cierta. Al menos dentro de nuestros muy limitados contextos y parámetros de comprensión (en contraste con los de, digamos, los astrofísicos y teóricos de la física). En otras palabras, nadie pone en duda la existencia de la gravedad.

O sí.

Y es donde se pone interesante el asunto. Si un niño pequeño la cuestiona, vale. Si para demostrarlo argumenta con un salto de cuatro centímetros hacia arriba, hasta aplaudimos. Si señala un bicho caminando por el techo como muestra indudable de las excepciones gravitacionales, sonreímos con indulgencia. Si no es un bicho sino un ave, un avión o el superhéroe imaginado, nos sumamos a su fantasía y ya está. Tendrá, en algún momento de su vida, que desprenderse de la inocencia (para bien o para mal) y reconocer que la gravedad existe. Sus propios moretones y dientes rotos podrán dar constancia de ello.

Si, en cambio, es un adulto quien lo dice, la indulgencia deja de tener cabida. Sobre todo, tras descubrir que la broma no existe, que el sujeto habla en serio y, peor aún, que ofrece pruebas contundentes. Si hasta suele tener respuestas a las preguntas que, en nuestra desesperación, le planteamos: ¿por qué estamos pegados al piso, suelo, tierra…? La discusión, si uno no opta por huir de ese sujeto, podría resultar hasta amena. Más, considerando que sus opiniones poco pueden valer a la hora de lanzarse por una ventana o resbalar en lo alto de la escalera. Así que se les puede dejar ser sin necesidad de esforzarse para sacarlos de su error. En verdad, incluso es divertido.

La gravedad es, hasta donde sabemos, una de las cuatro fuerzas o interacciones fundamentales del universo. Es, hasta que no se pruebe lo contrario, una de las grandes certezas que existen. Y hay quien la cuestiona. Evidentemente, frente a hechos menos contundentes (la inmensa mayoría de ellos) que prive la terquedad y la estulticia es mucho más común.

Así pues, ahora que ha comenzado la aplicación de los refuerzos para adultos mayores en nuestro país (y volvemos a repetir los errores al no incluir al personal médico y sanitario en primer lugar), permítanse vacunarse aunque no coincidan las marcas o tengan sospechas respecto a su funcionamiento. Mientras esperan, bien podrían ver hacia el techo y descubrir un mosquito volando cabeza abajo antes de posarse sobre la superficie rugosa. ¿Quién sabe, en una de ésas, descubren cuál es la mecánica particular del movimiento que permite ese giro intrépido y, con ello como argumento, convencen a alguien más de vacunarse o de que, en efecto, la gravedad existe?

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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