UN PLAN MARSHALL PARA MÉXICO

11/12/2011 - 12:00 am

POR JOHN ACKERMAN / TEXTO PUBLICADO ORIGINALMENTE EN THE DAILY BEAST

El plan de Saadi Gaddafi para buscar refugio en México, es una consecuencia directa del respaldo de la “guerra contra las drogas” por parte de Estados Unidos. El esfuerzo por eliminar los carteles de la droga mediante la fuerza bruta, en lugar de hacerlo a través de una planificación estratégica e inteligente, ha debilitado las instituciones mexicanas, hasta el punto de que el país se ha convertido en un refugio para los delincuentes internacionales. La típica reacción que este tipo de noticias refleja, sólo empeora las cosas, y se da llamando a una mayor intervención militar para detener a los “terroristas” e “insurgentes” al sur del Río Grande. Es hora de que el pensamiento racional, finalmente predomine sobre el machista ruido de los sables, cuando se trata de una crisis humanitaria de México, que ha cobrado más de 50 mil vidas, 230 mil personas desplazadas y otros 10 mil “desaparecidos” en los últimos cinco años.

La idea de que el presidente de México, Felipe Calderón, ha llevado a cabo un “ataque frontal” contra los cárteles de la droga, es evidentemente falso. No hay señales de que el crimen organizado en realidad se haya debilitado desde que el presidente mexicano llegó al poder en 2006. Por el contrario, el cultivo y consumo de drogas en México ha aumentado de forma espectacular, los grupos del crimen organizado tienen ahora más poder de fuego que nunca, el dinero es lavado libremente en el país y la tasa de impunidad ha llegado a un máximo histórico, con, a lo sumo, 5 por ciento de todos los delitos que reciben castigo.

Todo lo que han logrado las tácticas de Estados Unidos respaldando a Calderón, es la detonación de una cada vez más violenta “carrera armamentista”, que los cárteles de la droga necesitan para matar de forma más despiadada y sobornar a los funcionarios del gobierno de manera más agresiva para mantener sus cuotas de mercado. Mientras las drogas sigan siendo ilegales y las armas de asalto de libre acceso en los Estados Unidos, las tácticas militarizadas con poca visión de futuro que existen hoy, sólo conducirán a un aumento de la “carnicería”. Además, la campaña del presidente Barack Obama sobre la inmigración ilegal ha tenido el efecto de aumentar el poder de los traficantes y de personas vinculadas al crimen organizado, al hacer sus servicios más necesarios y valiosos que nunca.

La única salida para los Estados Unidos es invertir en el futuro de América del Norte en el lanzamiento de una fuerte inversión económica y un programa de reconstrucción de México, similar al Plan Marshall llevado a cabo en la Europa de la posguerra. En México el crecimiento real per cápita ha sido casi inexistente en las últimas tres décadas. La reciente crisis financiera global ha cobrado un alto precio en el país, con una economía perdiendo un 6,1 por ciento de su PIB, solamente durante el año 2009. Esto ha llevado a la creación de un ejército de reserva, compuesto en su mayoría por jóvenes desempleados, que son presa fácil de los carteles de la droga.

La combinación de una crisis económica y un aumento de la inseguridad también representa un riesgo político. De acuerdo con las puntuaciones del Latino barómetro de este año, sólo el 23 por ciento de los mexicanos están satisfecho con la forma en que funciona la democracia. Esto coloca a México en un empate con Guatemala, en el último lugar en América Latina. Los mexicanos también son preocupantemente tolerantes con la participación de los militares, tanto en las actividades de aplicación de la ley, como en la política. Sólo el 53 por ciento de los mexicanos, rechazan de plano la posibilidad de un poder militar tomando el control del gobierno.

En vez de responder a esta delicada situación, fortaleciendo las instituciones y la consolidación de la política democrática, tercamente Calderón se ha mantenido firme y agresivo, silenciado a sus críticos. Por ejemplo, a través de declaraciones que se difundieron en los principales periódicos nacionales y de entrevistas en horario estelar, además en los programas informativos de televisión, Calderón dio un puñetazo sobre la mesa y amenazó con “tomar acciones legales” contra los más de 20 mil ciudadanos mexicanos que firmaron una petición a la Corte Penal Internacional, en La Haya, para que investigue la probable comisión de delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra en el país. La solicitud pide a la corte ayudar a combatir la impunidad en México mediante la investigación de la responsabilidad de los cárteles de la droga y dos altos funcionarios del gobierno sobre la situación actual. Pero en lugar de dar la bienvenida a esta petición y al apoyo internacional, el presidente mexicano ha reaccionado como un típico líder autoritario, intimidando públicamente y desacreditando a los firmantes. Mientras tanto, en la última semana, dos de los principales activistas de derechos humanos han sido asesinados y otro brutalmente asaltado, precisamente, por informar sobre los delitos que implican la complicidad del gobierno federal.

El 1 de julio de 2012 México elegirá un nuevo presidente para un mandato de seis años, a partir del siguiente mes de diciembre. Independientemente de quién gane la elección, este es un momento histórico y crucial para cambiar los términos de la relación entre México y Estados Unidos. El hecho de que el hijo de Gadafi haya pensado que sería capaz de refugiarse seguro sólo a mil 600 kilómetros de la frontera con Estados Unidos, habla con seguridad del profundo deterioro político al sur del Río Grande y el fracaso de la “guerra contra las drogas” y de la militarización durante la administración de Calderón. Es hora de que los Estados Unidos dejen de apoyar ciegamente al gobierno mexicano en tácticas de mano dura y autoritarias, es momento de cambiar de rumbo para ayudar directamente al pueblo mexicano en su lucha por construir un próspero nuevo sistema económico y político.

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