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Adela Navarro Bello

11/09/2012 - 12:02 am

Oposición y nuevo partido, necesarios para evitar dictadura perfecta

Un gobierno sin contrapeso está destinado a convertirse en una dictadura. La oposición al ejecutivo de una nación es parte integral de la república, y es producto de la democracia. En el extremo, a la concentración de todo el poder en una sola persona o en su estructura se le conoce como dictadura. Cuando en […]

Un gobierno sin contrapeso está destinado a convertirse en una dictadura. La oposición al ejecutivo de una nación es parte integral de la república, y es producto de la democracia. En el extremo, a la concentración de todo el poder en una sola persona o en su estructura se le conoce como dictadura.

Cuando en la época más fértil del salinato, el escritor peruano Mario Vargas Llosa calificó al sistema político que encabezaba Carlos Salinas de Gortari como “La Dictadura Perfecta”, el esquema en nuestro país era precisamente ese: un gobierno sin contrapeso.

El presidencialismo en su mayor expresión, el poder concentrado en esa persona y su estructura de gobierno, era más perceptible ante la candidez de un poder legislativo que cedía a los llamados del Presidente de la República, la oposición mínimamente representada por los integrantes del entonces naciente Partido de la Revolución Democrática, y tímidamente –más por cuestión de responder a intereses particulares por encima de la ideología–, por legisladores del Partido Acción Nacional, no contaba. No tenían ni los espacios ni la voluntad ni el compromiso para hacer frente al gobierno federal que mayormente hacía lo que le venía en gana.

Permitir que el Presidente de la República, en este caso el electo Enrique Peña Nieto, adquiera la mayoría en las Cámaras, la complacencia del poder judicial, y el apoyo de los partidos políticos, es completar los elementos para, una vez más, ser sociedad en una dictadura perfecta. Y es perfecta porque no siendo reconocida como tal, dados los antecedentes de participación ciudadana y de instituciones políticas, se esconde en el seno de la democracia.

Abandonado por los partidos políticos, esencialmente por el PRD que le ha negado en innumerables ocasiones el accionar basados en los principios ideológicos de la izquierda, y no en contribución a un gobierno a cambio de una prebenda, un cargo, una dieta o un beneficio apócrifo, Andrés Manuel López Obrador se ha separado ya de los institutos que lo llevaron a la candidatura, partidos en cuyo interior anidan miembros que ya han pactado con el próximo gobierno de la República. Lo hace, dice el ex candidato a la Presidencia, en los mejores términos y para que cada una de esas entidades pueda actuar en consecuencia a sus principios y necesidades.

Aunque muchos han referido a partir de la separación de López de las izquierdas, sobre el tiempo de supervivencia que le queda a esos partidos, la realidad es que sin la presión política del tabasqueño, quedarán deslindados de cualquier compromiso ideológico para hacer lo que mejor les asiente, entre otras cosas, aliarse con partidos mayores –el PRI en algunas regiones, el PAN en otras– para continuar viviendo del presupuesto y manteniendo una vida activa. Nunca como con López Obrador la izquierda en México tuvo tantos votos en una elección. En 1994, la primera ocasión en que participa el PRD en la elección presidencial, obtuvieron cinco millones de votos y seis en la elección del 2000; las dos con Cuauhtémoc Cárdenas como candidato. En 2006, superaron los 14 millones y en 2012 por poco y llegan a los 16 millones de sufragios, estas dos ocasiones con Andrés Manuel López Obrador como abanderado al Ejecutivo. Significan estos números que durante los últimos seis años, el PRD ha vivido de López Obrador; las prerrogativas, los recursos que el Estado proporciona a los partidos políticos para su subsistencia, se entregan en razón de los votos ganados, la representación en la sociedad.

Para que se dé una idea de los votos que López lleva al PRD, mientras que en 2006 superaron los 14 millones de sufragios y en 2012 los 15, en las elecciones intermedias del 2009 los perredistas apenas superaron los cuatro millones de votos. Cuál será pues el destino de este partido sin las figuras de Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés López, es una apuesta que sus actuales líderes –los de los diferentes grupos internos– decidieron jugarse en la acción de reconocer lo que institucionalmente procede y les conviene: el triunfo de Peña y la decisión del Tribunal.

Solo, abandonado por la mayoría de los políticos que sustentan la izquierda –muchos otros se quedarán con él–, López Obrador encontró un refugio: crear su propio partido político, y como el resto, vivir en términos económicos de las contribuciones de la militancia y de los recursos del Estado, lo cual significa que continuará su guerra desde las entrañas del poder que no ha conseguido por la vía del acompañamiento de otros partidos políticos.

Luego de reunir los requisitos, tener el registro, participar en elecciones, contar con representación en el poder ejecutivo y en el legislativo, Andrés Manuel y su Morena se convertirán en el contrapeso político que requiere el ejecutivo para no convertirse en una dictadura, ni perfecta ni imperfecta. En el largo procedimiento para que ello suceda, el único poder que tiene es el de una explanada atiborrada por personas que como él y con dignidad, desconocen lo que a todas luces observaron como ilegal, como irregular, unas elecciones sucias que como el dinero ilícito, fueron lavadas pero en un Tribunal y a vista de todos.

El de López Obrador es un contrapeso sin poder institucional, sin formalidad constitucional, y sólo limitado a la explanada, al micrófono, a la toma de calles, al proselitismo sin campaña; un contrapeso sin partido, sin voto, sólo con voz, es lo que representará en los siguientes años. Fustigará al que no reconoce como Presidente, y tendrá el beneficio de la denuncia pública, de la denuncia civil y de la penal como herramientas de seguimiento y supervisión en caso de presentarse excesos gubernamentales. Papel que deberían de representar los hombres y mujeres de la oposición en las cámaras legislativas.

En el Partido de la Revolución Democrática tendrán mucho que reflexionar para sobrevivir con dignidad, y ser parte importante del bloque que en democracia debe impedir el regreso de la dictadura perfecta, eso o preparar su extinción sin las ideas y los hombres que le dieron forma y recurso. Andrés Manuel López Obrador tiene que demostrar que no es el sacrificio personal de un hombre y su idea, sino la decisión consensuada de ciudadanos que como él, no encuentran otra salida más que jugar en la misma cancha y con el mismo balón, que no hay de otra. Convertirse en el líder solo, sin su propio contrapeso en su propio partido, podría convertirlo aún sin poder formal, en aquello que tanto critica.

El contrapeso político, la oposición, es necesaria y urgente en el actual momento político de México, Andrés Manuel López Obrador, los partidos de izquierda y los de derecha, todos deben ejercer la facultad institucional para oponerse el gobierno federal y defender sus ideas, de lo contrario estaremos otra vez como en el pasado. En el presidencialismo.

El propio Enrique Peña Nieto requiere de oposición para poder ser y representar a todos, a los que están de acuerdo con él y a los que de ninguna manera; consensuar con todos, negociar en beneficio de la sociedad y exclusivamente en términos legislativos.

Los contrapesos, pues, son necesarios para no regresar a la dictadura perfecta, la que Mario Vargas Llosa veía en México.

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