El hecho de no saber cuándo retornarían las actividades, que tanto para Astori como para otros agentes del mundo cultural constituye el trabajo del día a día, impactó en la agenda prevista para los siguientes meses.
Por Alejandro Prieto
Montevideo, 11 de agosto (EFE).- Con mascarillas para circular por las salas, público sentado, alcohol en gel en las mesas y prohibición de consumir en la barra, las salas de conciertos uruguayas han sido las primeras de Latinoamérica en reabrir tras el parón por la COVID-19 gracias a una alianza entre productores, mánagers y artistas.
Aunque el primer concierto de esta “nueva normalidad” tuvo lugar el 9 de julio en La Trastienda, una de las principales salas de Montevideo, el momento estelar será el festival Suena Uruguay, que se celebrará los días 14, 15, 21 y 22 de agosto con la suma de doce artistas repartidos en dos escenarios de la capital.
Precisamente La Trastienda albergó el que sería su último concierto en 4 meses el 13 de marzo, el día en que el Gobierno de Uruguay decretó la emergencia sanitaria por la aparición de los cuatro primeros positivos por la COVID-19. Ese lapso, como expresa a Efe su director, Danilo Astori Sueiro, estuvo marcado por “mucha incertidumbre y angustia” en la escena musical.
El hecho de no saber cuándo retornarían las actividades, que tanto para Astori como para otros agentes del mundo cultural constituye el trabajo del día a día, impactó en la agenda prevista para los siguientes meses.
En esa línea, el responsable de la Sala del Museo -espacio para espectáculos dentro del Museo del Carnaval de Montevideo-, Nicolás Ambrosio, admite que esos meses transcurrieron “con muchas dificultades”.
“Cuando nos anunciaron el 13 de marzo que debíamos parar todo, teníamos unos 25 shows marcados para los próximos meses y una agenda prácticamente cerrada con muchos artistas internacionales, por lo cual no sólo hubo que ver cómo salir de la situación de no tener un ingreso sino rearmar todo el año con una gran incertidumbre”, apunta.
UN DESCANSO INESPERADO
El parón impuesto también tuvo consecuencias para los músicos en un momento en que muchos de ellos estaban ansiosos por volver a tocar tras las vacaciones de verano, que en Uruguay culminan con la vuelta a clases y demás actividades en marzo.
Sin embargo, muchos artistas se volcaron a las redes sociales y lograron, mediante conciertos en streaming desde sus casas, seguir un cierto vínculo con sus seguidores.
El rapero Diego Arquero, uno de los doce artistas del festival, dice a Efe que, como acababa de terminar una gira, aprovechó el tiempo para componer y enfocarse en su música, aunque sin perder de vista el problema de la falta de ingresos y la ansiedad por volver al escenario.
“Venía de muchos shows acá y en Argentina y estuvo bueno bajar un poco la pelota al piso. Siento que toda situación que genera un problema genera también una oportunidad y siempre salimos (…) Estuvo bien este parate, ojalá hubiera sido más cortito”, reflexiona.
Para Ernesto Tabárez, vocalista de la banda de rock Eté & Los Problems, que también está en la cartelera de Suena Uruguay, la suspensión de shows llegó como un descanso inesperado en un momento inoportuno.
“Nosotros ya habíamos descansado en verano, no habíamos tocado en enero, habíamos vuelto a ensayar en febrero y no necesitábamos un descanso en este momento del año”, puntualiza el intérprete.
VOLVER A SONAR
Una vez que la situación de emergencia por la COVID-19 se prolongó en Uruguay, país que logró de forma temprana mantener bajo control el número de casos recomendando a la población quedarse en casa sin una cuarentena obligatoria, la música comenzó a articular esfuerzos.
Según explica a Efe la integrante del colectivo Uruguay Es Música (UEM) Verónica Piana, esta alianza, que reúne a artistas, mánagers, productores y responsables de salas, tomó forma en plena crisis para darle marco a una idea anterior.
“Lo que nos planteamos fueron distintos objetivos. El primero era la situación de emergencia, de poder cubrir a todas las personas que estaban en una situación más vulnerable (…), después empezamos a trabajar en distintas comisiones”, esgrime.
Tanto Piana como Astori, integrante del colectivo, coincidieron así en que, pese a las dificultades, el sector comenzó a rearmarse y, en la sinergia de los actores, organizar un regreso que finalmente llegó el 9 de julio.
“Nos fuimos acostumbrando a ese momento y empezando a traccionar desde otro lugar (…) y obtuvimos un gran logro que fue esta primera reapertura”, destaca Astori, quien a su vez subraya la importancia de que, con un emotivo show de Los Buenos Muchachos en La Trastienda, Uruguay fuera pionero en volver a escena con público en Latinoamérica.
“Hace 20 años que trabajo en esta industria y fue una noche llena de nervios, nervios guardados para hacer todo bien con este protocolo sanitario que hay que tener, con un aforo pequeño”, acota.
A eso Piana agrega que, con la colaboración del Gobierno y el trabajo en comisiones, se llegó a un protocolo con reducción de aforo de músicos y espectadores que dio solución a la actividad cuando, estima, de ella dependen unos 10 mil trabajadores del país.
Con menos gente y con la atmósfera extraña que provoca aplaudir y corear a los artistas sin saltar o bailar en masa, el próximo fin de semana regresan los festivales en vivo a Uruguay y los músicos lo celebran.
“Volver y tocar para las personas siempre es muy valioso; desde que empezamos nunca había pasado tanto tiempo sin tocar y extrañamos mucho tocar así que va a ser removedor para todos supongo”, resalta Tabárez, a lo que para Arquero llegó la hora de salir “a quemar todo” en el escenario.