De pobres a pobrísimos

11/07/2015 - 12:00 am

La deuda fiscal llegó en México, durante el primer trimestre del año, a 388,983.6 millones de pesos; un promedio mensual que rebasa los 129 mil millones. El dato surge de los “indicadores sobre recaudación” de la Secretaría de Hacienda. Para suavizar el sabor amargo y los retortijones de quienes luchamos por salir adelante, en vez de “deudas” se les llama “créditos fiscales”. De esa cantidad, la IP le debe a la SHCP (nos debe a todos) 8 de cada 10 pesos ($311,186.88 millones): es decir, 2,778.45 pesos a cada habitante de México.

Son números sólo del primer trimestre de este año (La Jornada, 6 de mayo). Si dividimos este dinero que no ingresó a Hacienda en ese lapso entre 90 días y luego entre los 112 millones de habitantes que hay en el país, el resultado es de $30.87 por día por habitante.

Contrastemos esta cantidad, $30.78, con lo siguiente: según la clasificación del Coneval (2015), 52.8 millones de mexicanos* viven en la pobreza: con menos de 10 pesos al día. De ellos, quienes viven en pobreza relativa (33.6 millones) tienen ingresos de menos de 5 pesos por día; en pobreza absoluta (15.2 millones), con menos de dos pesos; y en pobreza extrema (2.2 millones), con menos de $1.25 al día. Si a esto agregamos lo que deben estados y municipios, nos costará mucho trabajo encontrar una expresión más cruda de violencia social.

A los “créditos fiscales”, que por supuesto no se otorgan a todos con la misma facilidad, agreguemos la corrupción que empaña las licitaciones de obras públicas; los gastos personales de funcionarios con cargo a los pagadores de impuestos (y el INAI dice que la información sobre los vuelos de Korenfeld quedará oculta); las declaraciones engañosas y los cambios -no menores- a las leyes para que, de repente, en las aguas someras del Golfo de México, donde “no había petróleo”, ahora se licite la perforación de pozos; y el colmo: que por falta de dinero Pemex no participe en la primera fase de la Ronda Uno. Recordemos también que la paraestatal dejó de construir las refinerías que pudo haber edificado hace décadas, cuando era tiempo.

Todo esto es dinero de todos los mexicanos, y no sólo –sobre todo eso– de quienes reciben jugosos sueldos para trabajar por el bienestar de la ciudadanía. “¿Trabajar? ¿Bienestar? ¿Ciudadanía?” Oigo risas en lo alto. No dudo que, al ver el caso de Grecia, estén planeando imponer más austeridad a los más pobres de México. Ya el Fondo Monetario Internacional redujo el martes pasado su previsión de crecimiento para el país, de 3.0, a 2.4… pero podría ser más, faltan muchos meses para hacer “correcciones”.

La pobreza es discriminación. A la lucha por encontrar comida, quienes ocupan las capas inferiores de la escala económica deben cargar además con el desprecio manifiesto del resto de la sociedad, no tienen oportunidades, no tienen suficientes fuerzas para luchar, no pueden conseguir aunque sea un empleo temporal. También, la discriminación es pobreza.

El rumbo económico de México apunta lejos del progreso verdadero. Las inversiones extranjeras no son nuestras, ni lo serán las utilidades de las empresas. A Pemex ya se le metió el freno para no estorbar a las petroleras extranjeras, la industria de mayor auge es la manufacturera, el agua será de la IP y falta ver los niveles de contaminación que traiga. Y el gobierno no podrá tomar decisiones que afecten las utilidades de las compañías extranjeras (por el Acuerdo Trans-Pacífico que firmó).

Para rematar: el Banco Mundial estima (¿avisa?) que 4 de cada 10 latino americanos, de los que hayan podido salir de la pobreza, podrían volver a ella (LaJornada, 9 jul 15). No dudo que México tenga un peso relevante en esa estadística, porque cada plan para abatir la pobreza ha resultado contraproducente: vamos de pobres a pobrísimos.

*El Banco Mundial tiene cifras que difieren: 61.4 millones en pobreza moderada más 23.1 en pobreza extrema = 84.5 millones de pobres – “Shared Prosperity and Poverty Eradication in Latin America and the Caribbean”, 2015.

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