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Gustavo De la Rosa

11/02/2020 - 12:05 am

La versión del violador

Los delincuentes sexuales buscan justificar su ejercicio del poder sobre mujeres que, en el fondo, apenas valoran como objetos.


Esto sucedió entre las décadas de los 70 y 80. Foto: Bernardino Hernández, Cuartoscuro

Desde 1972 me he hecho cargo de conflictos jurídicos y me ha tocado escuchar las versiones y defensas más increíbles; esto es particularmente cierto para los casos de violación, que suelen ser muy dramáticas pues los victimarios intentan justificar el daño que han hecho.

Mientras los responsables de delitos patrimoniales o delitos contra la vida y la integridad de las personas, que reconocen que causaron un daño y que la mala suerte o alguna traición llevo a su arresto, los delincuentes sexuales buscan justificar su ejercicio del poder sobre mujeres que, en el fondo, apenas valoran como objetos.

A continuación, relato un caso que, en su momento, me llamó la atención; aclaro que las declaraciones, en lo fundamental, son exactas y sólo se han hecho algunas adaptaciones de redacción para hilar la historia y proteger a los involucrados, como cambiar los nombres de las personas señaladas.

Esto sucedió entre las décadas de los 70 y 80; Jonathan, de ocupación jefe de línea y de 30 años, fue señalado como abusador por Adela, de ocupación operadora, de 25 años.

En su defensa, él declaró: “Fuimos al Discoteque Malibú un grupo de compañeros de la maquila, íbamos hombres y mujeres y se hizo un buen grupo; después de las 2 de la mañana el Torruco propuso que nos fuéramos a mi cantón para seguir la peda más barata, ya que ahí tenía yo algunos pistos.

“Nos fuimos juntos y siguió el ambiente; empezamos a bailar de manera cachonda y esta morra anduvo bailando con el Güero en la cocina, que hace una sola pieza con la sala donde estábamos todos; después se les unió el Chispas y me gustó la idea de llegarle a la bola. Estábamos bailando, muy apretaditos, los tres con la chavala.

“El Güero empezó a besarla y yo me pasé al cuarto del fondo, donde estaban la Raquel y el Brochas, que después se fueron al patio, así que me regresé a seguir bailando, como se dice ahora, el dirty dance. Al fin la chava se decidió por mí y se me pegó mucho mientras bailábamos.

“Después me jaló el pantalón y trató de meterme la mano en mis zonas íntimas, pero yo no dejaba que me bajara el pantalón y me lo subía; así seguimos bailando pegaditos, pegaditos aproximadamente como una canción más. La chava aún trataba de bajarme el pantalón y metió la mano por encima de mi calzón para agarrarme el pene, pero después la metió por adentro del calzoncillo, agarrándome y apretándome el chile, entonces yo ya no hice nada, ya no me opuse, y simplemente lo consentí.”

Sin embargo, Adela sólo declaró: “En la casa, cuando estuvimos solos por un momento, Jonathan me tomó por la espalda y me tiró al suelo, aprovechando que estaba tomada, y me violó.”

Jonathan fue declarado culpable y condenado a 10 años de cárcel.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.

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