¿Quiénes son los jefes?

11/02/2014 - 12:00 am

En una serie de extraordinarios reportajes, Diana Washington ha revelado parte del gran negocio del narcotráfico en Estados Unidos al documentar el juicio a Arturo Gallegos Castrellon, “El Farmero”, en El Paso, Texas. El paseño es acusado de ordenar el homicidio de dos empleados del consulado estadounidense en Ciudad Juárez y un guardia de prisiones texano.

Durante las múltiples audiencias del proceso aún activo, se ha establecido que durante años funcionó en El Paso la organización criminal Barrio Azteca. Diversas personas que han rendido su testimonio identificaron a integrantes clave de la agrupación, más bien leyenda urbana, entre los que destacan: Gualberto “Pájaro” Márquez, Manuel “Manny” López, Arturo “Farmero” Gallegos Castrellon, y otros que sólo quedan en apodos, “Benny”, “51”, “Güero”, “Pecas”, “Tury”, “86”.

Debajo de la aparente calma que enorgullecía a El Paso como una de las ciudades más pacificas de Norteamérica, con menos de 20 homicidios al año, las declaraciones revelan que se movía la organización y administración de la asociación criminal que asesinó a 3150 seres humanos en Juárez durante 2010.

El Barrio Azteca operaba de manera sui generis; extorsionaba a personas en El Paso que vendían drogas en sus negocios y a pequeños “puchadores” locales. Traficaban además de manera directa heroína con clientes norteamericanos.

Los cabecillas de la banda tenían dividida la ciudad en sectores de operación; Márquez operaba en el noreste de El Paso surtiendo drogas y proporcionando seguridad a los vendedores de heroína. “Vender sereno” le dicen a la protección contra otros pandilleros e incluso contra las redadas policíacas, pues se ha descubierto que hay agentes infiltrados en la Policía paseña.

Manuel “Manny” López, otro miembro clave de Barrio Azteca, se dedicaba específicamente al trasiego de la heroína en territorio paseño. Colocaba en el mercado local de 5 a 10 onzas diarias de la droga, que se vendían entre 700 y 800 dólares cada una, generando ingresos de hasta 10 mil dólares por día. Para darnos una idea de lo que eso significa, les diré que de una onza se pueden obtener 500 dosis, pues son del tamaño de la cabeza de un alfiler.

Si esto se registra en la ciudad más tranquila de Estados Unidos ¿Cómo andarán en Nueva Orleans, la ciudad más violenta de aquel país?

“Banco” Azteca

Las ganancias eran aprovechadas para enviar fondos a capos de la pandilla en prisión y otras necesidades, incluso préstamos personales. Barrio Azteca mantuvo un registro detallado de las finanzas de cada cuadrilla y de quién “debe sereno”, además de mercancía o préstamos a la organización. Algunos de esos documentos fueron utilizados como prueba en el tribunal.

Estas actividades financieras sucedían tranquilamente hasta 2007.

Durante ese año (indicado por algunos analistas locales que insistimos que el conflicto empezó entonces, primero como una guerra intestina en las filas del Cartel de los Carrillo Fuentes), gente de La Línea, en Juárez, realizó un pedido a la pandilla de diversas armas: fusiles AK-47, pistolas 9 milímetros y parque para hacerlas útiles. Márquez declaró que vendió 15 mil cartuchos, comprados a un comerciante legal de Midland que tenía una licencia para venta a granel de municiones en ferias de armas texanas.

Proveer de armas y municiones a los ejércitos de maleantes que sembraron la muerte en el lado mexicano de esta frontera, elevó las ganancias de la organización. Muchos de los sicarios incluso eran miembros de Barrio Azteca, aunque en Juárez tomaron el nombre de Los Aztecas.

Recordemos que en la masacre de Villas de Salvárcar, la mitad de los sicarios eran aztecas.

“Manny” López, distribuidor de heroína, declaró que él se hizo cargo de la dirección del Barrio Azteca durante unos 16 meses, entre diciembre de 2008 y mayo de 2010. Declaró que contrataba mujeres para que, por 60 dólares, cruzarán de Juárez a El Paso una onza de heroína en un condón dentro de su vagina. Recordemos ahora que negociaba de 8 a 10 onzas diarias, así que tenía un buen grupo de proveedoras, además de los contactos en el lado mexicano que organizaban los envíos.

Juárez, peligro para todos

Durante el apogeo de la guerra entre cárteles, llegó un momento que los miembros de mayor jerarquía de Barrio Azteca recibieron la orden de no pasar a Juárez, para evitar ser secuestrados o asesinados. Coincidentemente, esa misma orden recibieron los académicos y los hombres de negocios estadounidenses, “No cruzar a Juárez”.

Algunos integrantes desobedecieron las instrucciones y buscaron negocios propios en la frontera pero fueron asesinados. Destacan en este aspecto nombres como “El Pelón” y la esposa de un ex miembro del Barrio, que fue ejecutada junto con su hijo en Juárez. Incluso se reportó la muerte violenta de Juan o “Juanillo”, otro integrante, asesinado en El Paso por trabajar al lado de ex miembros de mala reputación.

Por otro lado, resulta también impresionante el testimonio de Jesús Estrada “Camello” Chávez Castillo. Él operaba en el campo de batalla y reconoció haber asesinado personalmente, o facilitar el homicidio, de más de 800 juarenses.

Testificó además que la banda tenía su propio centro de rehabilitación en territorio juarense. Posibles miembros o aquellos recientemente excarcelados fueron llevados allí para desintoxicarlos. Los adictos concluían el tratamiento e incluso se les daba un par de oportunidades para superar sus adicciones; aunque los que no lo lograban eran eliminados, ya que representaban un problema para la pandilla.

Finalmente, queda la pregunta: ¿Por quiénes murieron más de 11 mil seres humanos en Juárez, entre delincuentes, policías, inocentes y víctimas colaterales? y ¿Por qué o por quiénes siguen asesinando a un promedio de 50 personas cada mes en esta ciudad?

Allá por los noventas una marca de hamburguesas hizo famosa una frase: ¿Who’s the boss? ¿Quién es el jefe?

La fuente principal de este articulo está en: http://www.elpasotimes.com/latestnews/ci_25066828/us-consulate-trial-witness-says-slayings-consulate-workers?source=pkg

Edición: Alejo de la Rosa.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.
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