EL HEREDERO DE ASTOR PIAZOLLA

11/02/2012 - 12:00 am


Astor Pantaleón Piazzolla (Mar del Plata, 11 de marzo de 1921–Buenos Aires, 4 de julio de 1992) fue un bandoneonista y compositor argentino, cuya música trascendió las fronteras, para convertirse en una banda de sonido en muchas partes del mundo, cuya influencia persiste hasta nuestros días.

Piezas como “La suite troileana”, “Adiós Nonino” o “Escualo”, sólo por citar al azar algunas de sus muchas creaciones, son recreadas casi a diario por miles de intérpretes, ejecutantes de instrumentos, directores de orquestas que ceden al influjo piazzolliano y se guarecen en las alas de unas partituras que vuelan mucho y muy alto.

Difícil elegir, en ese gran repertorio, qué es lo mejor. Si el homenaje que le hiciera el gran violinista ruso Gidon Kremer, si las versiones del pianista estadounidense de jazz Chick Corea, las del vibrafonista Gary Burton o las del genio brasileño Hermeto Pascoal.

En el país donde nació, un sitio que al principio le discutió su voluntad vanguardista y su enorme osadía creadora, cada nueva generación de músicos ocupa con entusiasmo el territorio-Piazzolla, buscando mantener viva una música que se agiganta con el paso del tiempo.

Por si fuera poco, están los propios discos de Astor, un notable bandoneonista que probó con varias formaciones: trío, cuarteto, quinteto, octeto, noneto, interpretaciones en solitario, que lo hacen imbatible a la hora de escuchar un repertorio vasto y seductor por demás.

En ese río de discos dedicados a Piazzolla, acaba de aparecer uno que llamó primero la atención por el título: Piazzolla plays Piazzolla y luego por el notable ejercicio musical con que el joven nieto del músico recorre las más famosas piezas de su abuelo.

Astor tuvo dos hijos: Diana y Daniel. De este último nació Daniel “Pipi” Piazzolla, uno de los bateristas de jazz más importantes de Argentina, quien al mando de su grupo Escalandrum se decidió a festejar con un disco el 90 aniversario del nacimiento del gran Astor.

El álbum Piazzolla Plays Piazzolla, que se presentó con un único concierto en Buenos que contó con la participación estelar del consagrado saxofonista cubano Paquito D Rivera, es un disco fundamentalmente de jazz, ¡sin bandoneón!, que estira las posibilidades armónicas y melódicas de una obra inconmensurable.

“El deseo de interpretar las obras de mi abuelo estuvo presente desde el inicio de mi carrera profesional. Ahora me siento realmente preparado y con la confianza necesaria para enfrentar este desafío. Decidí hacerlo con mi grupo Escalandrum, que lleva 12 años de trayectoria con la misma formación, discos, viajes, y muchos escenarios y vivencias compartidos”, dice el “Pipi” Piazzolla.

“Una de las claves de mi decisión fue la interrelación y el conocimiento, tanto en lo humano como en lo musical, que tenemos como grupo. El repertorio está elegido minuciosamente para que la música suene a la altura de las circunstancias y que Escalandrum no pierda su sonido. La idea fue elegir algunos clásicos y otras obras no tan conocidas, pero de igual belleza. Este es un tributo a Astor Piazzolla que es una fuente de inspiración permanente para todos los músicos del mundo. Es un homenaje que le hacemos con mucho amor y respeto.”, agrega.

Toda la familia Piazzolla, en una tradición iniciada por el patriarca, es aficionada a la caza de tiburones que luego devuelve al mar. “Escalandrum”, conocida como la banda del nieto de Piazzolla, es la unión de el “escalandrún”, especie de tiburón argentino con “drum”, la forma en que se le dice al tambor en inglés.

UNA CUESTIÓN DE SANGRE

El hijo de Astor Piazzolla, Daniel, nació en 1944. Participó activamente en la carrera de su padre: “había estado trabajando con él durante casi seis años como tour manager del Noneto, secretario del Quinteto. En el año 1975 empezamos a tocar con el Octeto Electrónico, una formación que duró unos cuatro años y fue una de las épocas más lindas de mi vida.  La primera lección que me dio en Italia antes de empezar a grabar fue: “Vos sos mi hijo, no me podés hacer quedar mal, tenés que leer a primera vista”, contó Daniel a una revista argentina.

Ahora, totalmente retirado de la música,  se dedica a difundir la obra de su padre y, cómo no, a cazar tiburones.

Él mismo le dio a su hijo, el “Pipi”, las partituras para el disco de Escalandrum. También iba a menudo al estudio para gozar de la evolución del proyecto.

En entrevista con SinEmbargo.mx, Daniel Piazzolla no puede escapar del tópico y se muestra como un padre orgulloso, a quien el talento de su hijo no sorprende. No puede, por tanto, separar al padre del músico, “algo que sí podía hacer con Astor. En cambio con el Pipi, lo aliento, lo ayudo, lo apoyo en todo, no sólo porque es mi hijo, sino también porque es un músico impresionante”, dice.

El hijo de Astor está convencido por otra parte de que Piazzolla plays Piazzolla “es uno de los discos número uno dedicado a mi padre. El sexteto Escalandrum logró lo que mucha gente, incluido yo, esperaba de músicos tan exquisitos como ellos. No hicieron los mismos arreglos que hacía mi papá, hicieron su propio tratamiento de la obra. La verdad es que este proyecto no me tenía nada nervioso. Cada vez que el Pipi se sube al escenario, yo confío, porque la verdad el pibe es un caño”, agrega en su argot argentino.

“¡Por fin un disco sin bandoneón!”, festeja Daniel Piazzolla. “Cuando yo tocaba con mi papá, obviamente el bandoneón estaba al frente de todo. Hay que animarse a reemplazar ese instrumento en la obra de Astor y los chicos lo hicieron muy bien”, se ufana.

Para Daniel, no fue nada fácil ser el hijo de quien es considerado un genio de la música contemporánea. “Fue durísimo. Dejé de tocar para siempre en 1996 y al otro día de lo que fue mi último concierto era otra persona, sentí que me había sacado una enorme mochila de encima”, cuenta.

“A medida que se van salteando las generaciones, supongo que se va a ir haciendo más liviana la carga, el peso, de ser un Piazzolla. A mí las críticas me mataron. Cuando vi que el Pipi encaraba para el lado del jazz sentí un gran alivio. Por suerte no iba a hacer lo mismo que mi padre”, dice.

Daniel Piazzolla nunca hizo nada diferente a lo de Astor. “Levanté su bandera musical y la hice flamear hasta el final”, expresa. Quizás por eso vive con tanta alegría la libertad creativa que se ha dado el nieto del célebre compositor, para, erguido en la obra de su abuelo, esgrimir sus propios paradigmas.

UN MÚSICO Y PROFESOR

Daniel “Pipi” Piazzolla nació en 1972. Además de baterista, se declara hincha fanático del club River Plate. Ejerce como docente en el Centro de Estudios Musicales de Buenos Aires y, desde 1999, es líder de su propia banda de jazz, Escalandrum.

¿Le gusta dar clases?
Sí, me encanta. Es algo que hago desde hace mucho tiempo, así que cada vez se me hace más fácil. Cuando viene un alumno nuevo, con sólo mirarlo ya me doy cuenta de las lecciones que le tengo que dar.

A pesar de la mala fama que tienen los bateristas…se dice que no les gusta estudiar…
–Bueno, el que viene a tomar clases conmigo sabe que va a tener que estudiar, porque soy muy exigente. Por otro lado, no soy un baterista que pone anuncios para poder dar clases. Cuando eso pasa, te puede caer cualquiera como alumno. En cambio, los que quieren que yo les dé lecciones de batería es porque me vieron tocar o escucharon mis discos y realmente quieren aprender lo que estudié.

¿Cuáles son sus bateristas preferidos?
–Elvis Jones, Toni Williams, Art Bakley…de los de ahora me gustan mucho Jeff Ballard, Eric Harland, Chris Dave, Brian Blade…, son miles los que me interesan…

¿Es difícil tener un discurso propio en la batería de jazz?
–Bueno, en la música en general, creo que es difícil hasta para un cantante tener un discurso propio. Para un músico de jazz el camino es hacer algo nuevo. En ese transitar juega un papel importante el mayor o menor talento que uno tenga, de donde uno proviene, en qué país nació y, sobre todo, cuáles son sus influencias.

¿Es cierto eso que en su niñez no le prestaba mucha atención a la batería?
–En mi casa siempre hubo pianos y yo tocaba el piano. Las familias de músicos son así porque los niños imitan siempre los que hacen sus padres y los padres, en nuestro caso, tocan instrumentos al lado de sus hijos. Así que estuve tocando el piano durante un tiempo, pero en la adolescencia me aburrí. Yo tocaba música clásica y todos mis amigos estaban en el rock. Así que estudiaba en la secundaria (La Prepa), sin saber lo que iba a hacer de mi vida, hasta que empecé a ir todos los fines de semana a la cancha de futbol, a ver a River. Con mis compañeros de colegio imitábamos el ritmo de las hinchadas que veíamos en el estadio los domingos y la verdad es que el que más facilidad tenía para el ritmo era yo. Y así fue como empecé a pensar en la batería. Un día vi en la televisión un solo de batería y me di cuenta de que todos los elementos que buscaba en la música estaban en ese instrumento. Nunca me voy a olvidar el primer día que toqué la batería, cuando por primera vez saqué del papel celofán el par de palillos, el olor, todo eso me enamoró en un segundo y hasta hoy sigo con la misma pasión.

¿Recuerda de quién era ese solo de batería que escuchó por primera vez?
–Sí, de Carmin Appice, baterista de Rod Stewart.

¿Cómo se siente con el disco Piazzolla Plays Piazzolla?
–La verdad es que me siento muy orgulloso. Soy consciente de que era una parada difícil y lo tomé con la responsabilidad que se merecía. A muchos músicos del quinteto de mi abuelo, gente a la que respeto y admiro, les gustó mucho. Las críticas, además, fueron muy buenas. Creo que la gente que alaba la obra de mi abuelo esperaba un homenaje así, sin bandoneón, para no entrar en comparaciones, un trabajo distinto donde la música de Astor sigue siendo respetada y reconocible. Lo que más feliz me pone es que mi familia está muy contenta. Para mí, hacer la música de Piazzolla no era para facturar más o para empezar a hacer más giras internacionales, era para tocar una música que me encanta y que como pertenece a mi familia exigía hacerla con gran responsabilidad, cuidado y detalle posibles.

¿Cómo se sintió el grupo?
–Como pez en el agua. Creo que el grupo tiene en el fondo, conceptualmente hablando, una gran influencia de Astor Piazzolla. Comparte la visión que tenía mi abuelo de la música. Por supuesto que como buen grupo de jazz hacemos improvisación, pero al mismo tiempo le damos mucha importancia al tema de la melodía. Además, varios músicos del sexteto navegan entre los dos mundos, entre el jazz y el tango.

Jugársela con “Escualo” y que salga tan bien como le salía a Astor…
–Y, es un tema difícil ese. La versión, por suerte, quedó contundente. Como el original dura 2 minutos y medio, merecía una improvisación y así fue. “Escualo” nos gusta mucho, tiene que ver con la historia del grupo, con la de mi familia, donde todos somos fanáticos de los tiburones y es una pieza que siempre anduvo dando vueltas por el espíritu del sexteto. Rítmicamente no tiene mucho que ver con el tango y se emparenta más con la milonga-candombe. Escalandrum es un grupo que toca muchos ritmos latinos.

A pesar de no podría decirse que su sexteto es de jazz latino propiamente dicho…
–Nosotros decimos que Escalandrum es un grupo de jazz argentino, porque se sienten aires de música porteña y folclórica de nuestro país en lo que hacemos. Lo que pasa con el jazz latino es que está muy relacionado a los ritmos latinos y el tango y la chacarera no son considerados ritmos latinos.

¿Le cansa hablar de su abuelo?
– No, no me cansa. Siempre y cuando tenga una nota por día y no siete, claro. (risas)

¿Cómo maneja la fascinación que su apellido ejerce sobre mucha gente?
–Soy un tipo muy cariñoso, muy amable, pero muy distante a la vez. Así que si hay personas que se me acercan de manera extraña, me aparto elegantemente, sin crear mucho conflicto. Se me acerca gente de todo tipo en los conciertos y como hace tanto que toco, ya sé más o menos distinguir a los pesados y a los que no son pesados. Hay gente a la que le contarías todo, hay otras con las que no te interesa intercambiar una palabra.

¿Y qué le dice la gente pesada?
–Bueno, sobre todo que fue muy amiga de mi abuelo. Y mi abuelo no era una persona de tener muchos amigos, así que no sé de dónde salieron.

¿Cómo era su abuelo?
–Era un tipo muy simpático, excelente abuelo, además. Él me llevaba a todos los conciertos. Era de pasarme a buscar por mi casa para que lo acompañara cuando tenía algún show y allí íbamos los dos solos. La verdad es que eso no lo hacen muchos músicos y menos cuando son tan famosos y brillantes como él. Cuando yo tenía 12 años me llevó a un concierto en el Teatro Colón y obviamente nunca me olvidaré de eso. Le estaré eternamente agradecido porque me haya tenido en cuenta en semejante circunstancia. No lo veía tan seguido porque estaba permanentemente de gira, pero cuando llegaba a Buenos Aires, se hacía presente. También reconozco que en muchas cosas era un cabrón, con un carácter del demonio, algo lógico en quien, como él, estaba siempre en el ojo del huracán.

¿Cree que su música ocupa el lugar que se merece?
–Sí, cada vez más. Hace poco estuve en Austria, caminando en una peatonal, y en una sola cuadra tres tipos tocaban música de mi abuelo. Con acordeones, pidiendo monedas, como si fuera una música popular. En Argentina, por otra parte, los que no lo aceptaban fueron desapareciendo. Esta es otra época y esta época no tiene problemas con Astor.


Escalandrum lleva 12 años de trayectoria con su formación original, más de 20 países recorridos y cinco discos editados. Con más de 300 actuaciones en vivo por todo el mundo, posee un gran reconocimiento de prensa y público, tanto por su original sonoridad como por su poderosa actitud en el vivo.

Los integrantes de Escalandrum son aclamados músicos, de alta inspiración y sólida formación, con importantes carreras en su haber: Daniel “Pipi” Piazzolla en batería,  Nicolás Guerschberg  en piano, Mariano Sívori en  contrabajo , Gustavo Musso en saxo alto y soprano, Damián Fogiel en saxo tenor y Martín Pantyrer en clarinete bajo y saxo barítono.

Escalandrum fue distinguido en 2002 como grupo revelación por los diarios Clarín y La Nación, y en 2005 por la Fundación Konex como una de las cien figuras más destacadas de la última década de la Música Popular Argentina. En 2008 fue el grupo invitado de Dave Holland en. En 2010 realizó varias giras internacionales y fue el primer artista argentino invitado a participar del Bridgestone Music Festival de San Pablo, Brasil. Actualmente, Escalandrum se encuentra terminando de escribir las nuevas composiciones que integrarán su séptimo disco, a lanzarse en 2012.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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