“De veras que nos odian”: Manuela

11/01/2014 - 12:00 am

Es cierto que este sexenio realmente empezó ahora. Fueron doce meses de planear, calcular, preparar, probar y modificar una y otra vez. No me refiero a las reformas, que estaban decididas desde mucho antes, sino a la estrategia de comunicación para imponer la reversa constitucional que vemos.

Como estrategia para abrir las puertas a la inversión privada en energía, que era la meta, lo primero fue alentar la polémica sobre el tema. Eso permitió a los autores de este desfalco -peor aún que el Fobaproa- saber por dónde vendrían las críticas. La estrategia fue reducir la debilidad de la figura presidencial, evidente desde los 132 y de ahí en adelante en diversos foros y actos de gobierno. Aunque era imposible prever todas las posibilidades de ataque –el ánimo cambiante de la sociedad impide un seguimiento perfecto–, la habilidad del equipo de trabajo le permitió evitar la catástrofe que hubiera sucedido de no haberse preparado con tal tesón.

A partir de ahí, y a fuerza de comunicación, nos convencen –¡otra vez, carajo!– de que van a bajar los precios, y obvio que suben; que habrá más transparencia, y salen a la luz más casos de corrupción sin castigo; que no van a subir los impuestos y suben, además de que ahorcan al pagador de impuestos con un terrorismo fiscal renovado.

El jueves nos anunciaron con seguridad escénica que los beneficios del chorro de reformas que se nos han endilgado, se verán en el 2015 (Videgaray) ó 2016 (Miguel Ángel Gurría). Preocupa que no coincidan, pero el anuncio da pánico porque lo único cierto es que sigue viva y vigente esa compulsión ofensiva de anunciarnos lo malo mediante una noticia buena: que la economía crecerá significa que se encogerá, que habrá más empleo es un anuncio de despidos masivos, la Reforma Energética llegó con la promesa cacareada a los cuatro vientos de que bajarían los precios de la gasolina y de la luz, y ya subieron ambos; Videgaray agregó que este año será el último del gasolinazo, o sea que…

Lo que más duele es que ya ni la burla perdonan. Porque claro que es una burla el hecho de que tantos actores políticos hayan prometido tantas veces durante tanto tiempo que no habría IVA a alimentos, y ahora impongan un impuesto equivalente disfrazándolo de atención a la salud pública. Todo empezó con campañas de que México es un país de gordos; luego, que a los refrescos se les pondría un impuesto (decisión apuntalada con una campaña televisiva embrutecedora, que logró convencer a la población del beneficio de la medida); luego, que también las botanas engordadoras, como papitas y churritos. Así, poco a poquito, llegó lo que yo llamo burla:

Esta semana supimos que pagarán el impuesto anti gordos todos los alimentos que rebasen las 270 kilo calorías por cada 100 gramos. Busqué en las galletas de avena con granola que tenía a mano. Sin azúcar, sin chocolate, sin golosinas, y tiene 127 Kcal por cada 30 gramos:. Esto equivale a 423 Kcal por 100 gramos, o sea que mis nutritivas galletas pagan impuesto nuevo pues su potencial engordador rebasa la norma en más del 55%.

Es una burla que manipulen las leyes para sacarle más dinero al pueblo y empobrecerlo más para que coma menos, y encima aturdirnos con campañas interminables para convencernos de que es por nuestro bien.

Como dice mi prima Gloria: “Si nos quieren delgados, y por eso nos aumentan los precios…¿por qué no le bajan el sueldo a Carstens? Mínimo que le quiten sus prestaciones en comida, no?”

Manuela también opinó sobre este cúmulo de medidas reversivas que van contra los mexicanos, contra usted y los suyos, contra todos nosotros. Dijo: “Qué malos son con nosotros, con toda la gente. ¡De veras que nos odian!”

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