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Alma Delia Murillo

11/01/2014 - 12:02 am

El mito de súper chica, súper cabrona y súper chingona

Tiendo a los accidentes, lo cual significa dos cosas: que nunca estoy quieta y que soy idiota. La semana pasada provoqué una fuga de gas en mi departamento por intentar,  yo sola, arreglar un desperfecto en el calentador. Idiota y peligrosa, para colmo. Cuando me di cuenta de la tragedia que se avecinaba, llamé a […]

Alberto Alcocer/ @beco / b3co.com
Alberto Alcocer/ @beco / b3co.com

Tiendo a los accidentes, lo cual significa dos cosas: que nunca estoy quieta y que soy idiota. La semana pasada provoqué una fuga de gas en mi departamento por intentar,  yo sola, arreglar un desperfecto en el calentador. Idiota y peligrosa, para colmo.

Cuando me di cuenta de la tragedia que se avecinaba, llamé a Bernabé, un trabajador que había estado haciendo remodelaciones en mi cocina. En menos de quince minutos estaba en mi casa acompañado de Chucho, el maestro plomero; Abraham, el maestro vidriero; Josué hijo de Abraham y aprendiz de vidriero; y el chalán de Chucho cuyo nombre nunca me fue revelado. (Lo mío es vivir en la narrativa bíblica. Castigo divino por hacer tanto alarde de mi ateísmo).

A usted lo que se le denota es que necesita un marido, me dijo don Chucho que tiene una voz como si hubiera nacido fumando, una panza como de sultán y un desparpajo como de rey que se pasea a sus anchas en la corte. ¡Se me denota! Se escandalizó mi súper chica interior que es quien ahora vive donde antes vivía mi niña interior y que me abandonó por puro aburrimiento. Inquilinas éstas.

En mi fuero interno ya transitaba del escándalo al enojo buscando el discurso matador que iba a tirarle a Chucho, Abraham y toda su descendencia cuando recordé que en noviembre pasado, de visita en la Feria del Libro de Guadalajara, vi tantos títulos farsantes respecto de la maravilla inigualable, el paraíso excelso y la felicidad sin mácula que representa ser mujer y vivir sola, que me lo pensé dos veces.

No es que no sea totalmente cuestionable la sentencia que me soltó don panzas desde su más pura visión de machín consumado pero también hay mucho que cuestionar a esas falsedades que pregonan: divorciada, soltera y chingona o el arte de ser cabrona, o cómo ser exitosa sin sentirte culpable; en fin, una especie de consigna que parece decir somos mujeres, estamos solas, somos todopoderosas, no necesitamos a nadie y qué.

Pues no hay tal, ser mujer y vivir sola es una cosa muy compleja; desde luego disfrutable porque se sustenta en la prodigiosa condición de que una puede decidir sobre el territorio libre conquistado a pulso de sudor y sangre, no hay que dar explicaciones ni pedir permisos a nadie ni hacer fiestas obligadas para cumplir con protocolos familiares que tranquilicen a los progenitores ni a los suegros; otra enorme ganancia es que de alguna manera el animal de la seducción se mantiene más vivo y despierto. Sí: un inmenso rosario de bendiciones. Pero ese discurso embaucador que pretende vender una idea adulterada de lo que significan soledad e independencia me llena de rabia porque pinta unas mujeres remedos de seres humanos como robots invencibles que no somos. De ninguna manera.

Aquí les va el recuento del lado oscuro o al menos no tan luminoso: el primero es que se vive en el agotamiento, en parte por neurosis pero también porque hay tanto por hacer y la certeza de que nadie lo hará por ti no deja más alternativa que chingarle de un modo casi obsceno. Porque para pagar la hipoteca o el alquiler, el transporte y sus costos asociados, el súper, cable-teléfono-internet, los desperfectos del hogar, las muelas rotas y las mastografías del ginecólogo sin compartir los gastos con absolutamente nadie: hay que trabajar y mucho. Y hay que asumir sin remilgos que eres tu propio proveedor, tu propio plomero, cargador, contador, tu propio gestor de trámites que echará raíces en las oficinas de Hacienda o en los centros de verificación: es así el difícil y poco glamuroso camino de la autosuficiencia. Pero se puede, una se esfuerza y se deja de lloriqueos y punto.

Sin embargo sucede que también hay noches de insomnio, tardes de ansiedad, brevísimos momentos en que te preguntas si no sería más fácil la existencia si todos los días hubiera alguien que te acompañara y te sacara del silencio pasmoso en que transcurren las semanas cuando se vive sola. La compañía cotidiana calma, es una verdad neurológicamente comprobada; cuando no se tiene hay que buscar alternativas para llegar a la tranquilidad. Las mías son escribir, ir a una terapia, correr. Y hay quienes se entregan al yoga, la meditación, los pilates milagrosos, el trago relajante o las compras reparadoras de los fines de semana; las esporádicas visitas a la familia. Resumiendo: la actividad incesante.

Hará cosa de mes y medio que renuncié a mi trabajo de oficina, pero ello no significó la disminución de mis responsabilidades: ahora tengo cuatro trabajos en formato “freelancer” para sostener, yo sola, la orquesta de la que hablé arriba.

Tengo una vecina más o menos de mi edad a la que encuentro con frecuencia en el estacionamiento, las dos parecemos gitanas o costaleras del mercado de la Merced. Invariablemente llevamos encima un montón de bolsas del súper, la computadora, la caja de herramientas, la basura y ella además un hijo de cuatro años. Una vez la encontré con una pierna enyesada y le ayudé a subir a su casa porque a su cargamento había que agregarle una muleta. Éramos un circo ambulante y su pequeño hijo se reía de nosotras, lo juro. Se divorció hace un año, por casualidad ayer coincidí con el que fuera su esposo y me dijo: mi ex mujer se está volviendo loca.

Y cómo no, pensé. El colapso nervioso de los corredores de bolsa, el famoso “nervous breakdown” se induce por una sobredemanda de tareas que se deben cumplir a contratiempo y bajo la presión de saber que algo muy importante depende de ellos. Ese panorama no dista mucho del de mi vecina quien por supuesto, trabaja, es divorciada, exitosa, cabrona y madre exultante de felicidad; según la sabia literatura a la que me referí al principio.

Y quiero aclarar que no me arrepiento: yo elegí este camino y volvería a elegirlo; lo que digo es que la independencia femenina ha sido un proceso tan arduo labrado a costa de la vida, sacrificios y búsquedas honestas de mujeres de otras generaciones; que me parece un crimen que lo reduzcan a esa grosera caricatura de la mujer chingona e indestructible. Es tan limitante como el patrón insano de la modelo con el cuerpo perfecto o el de la esposa ideal de los años cincuenta.

Y reflexionando sobre esto a partir de mi experiencia de vida, imaginé lo duro que ha sido para los hombres cargar durante años con la exigencia de cumplir con el estándar de hombre exitoso, buen proveedor, buen partido y ganador.

Se me pasó el enojo, con toda calma le dije a don Chucho: no me diga eso que suena muy feo, además ya está usted aquí y lo va a arreglar, ¿verdad?

Claro, señorita, usted no se me preocupe.

Viéndolo moverse con dificultad para respirar, me arrepentí de haberle criticado su barriga prominente y confirmé que no estoy dispuesta a dejarme devorar por esa barbarie que se empeña en masacrar la hermosa condición de la vulnerabilidad que nos hace tan humanos.

@AlmaDeliaMC

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