Guía mínima para mudarse y no morir en el intento

11/01/2013 - 12:02 am

(Favor de no confundir este texto con la canción de LupitaD´Alessio)

Tengo madera para ser asesina en serie, a juzgar por mi amiga la psicóloga. Me ha dicho que toda mudanza equivale a la muerte de un conocido y que es un cambio con repercusiones psicológicas importantes. Si tal es el caso, me he convertido en carne de diván: en un período de cinco meses realicé tres mudanzas en el DF, la primera desde Guadalajara. Tengo reminiscencias de provinciana, que me enorgullecen, pero nací en la “Capital”, entrecomillado, nótese.

Mudanza. Se dice cosa fácil. Uno nunca imagina los sufrimientos, desventuras y gastos por los que pasa algún allegado cuando te comenta que “se está mudando”. Lo viví en carne propia varias veces. ¿Por qué? Porque formo parte de esa extensa subespecie a la que le cuesta trabajo encontrar el pedacito de mundo en el que se siente a gusto. Estamos condenados a vivir como nómadas hasta encontrar algo que podamos llamar hogar. Hoy, a un año de despertar en ese espacio de madera que cruje, creo que finalmente lo conseguí.

El punto de partida es elegir la zona. Algunos con suerte en dos días localizan el espacio de su vida; otros, en cambio, encuentran más fácil al amor de su vida que un lugar en el mundo (y no es poca cosa, ya que el espacio no habla, no tiene insomnio, no opina y no molesta).

Cada quien tiene sus preferencias y presupuestos, pero creo que al común denominador de las personas le agrada un espacio que le hable, que lo enamore, que de preferencia tenga luz y ventilación naturales.

Si el lugar le inspira alguna duda, absténgase, no lo rente. Y si lo hace, verifique los servicios. Una experiencia de hacinamiento física que quisiera borrar de mi mente (una mala película de adolescentes en campamento) me dice que hay que verificar todos los servicios, conexiones, llevar a cabo pesquisas con los vecinos.

Una vez decidido el cambio asuma que será un proceso doloroso, cansado y estresante, pero simpático de alguna forma. Para empezar, hay que relajar el cuerpo y la mente y asumir que mudarse no va a ser fácil.

Primero: Elegir la compañía de transporte. Recomiendo que no sea “chafa” por decirlo en lenguaje coloquial. Gástele, o sus muebles de los años 40 sufrirán, tendrá que repintar otros tantos y comprar nuevas macetas.

Asegúrese de que los siempre anecdóticos personajes que conforman una mudanza tengan las aptitudes correspondientes. Pero confíe en ellos. No los menosprecie si los ve en los huesos. Siempre hay uno de buena corporeidad que puede manejar muebles volados a costa de gotitas de sudor, coca cola y gansitos. O un lonche (torta en el DF).

Segundo: Cuando llegue la mudanza a su nuevo hogar, usted no tiene absolutamente nada que hacer más que indicar hacia dónde va cada mueble, caja, planta o cualquier clase de cachivache que transporte. En mi caso, me han comentado varias veces, reforzado por mi querida madre, que mi estilo es de un gusto particular, algo así como “bazar”. No se lo tome a mal. Nada es personal. Son percepciones. Siéntase orgulloso de ser coleccionista: no tiene nada de malo ser obsesivo y poseer una colección de botellas con corchos, cajas de kleenex (eso sí lo tiré), budas, ceniceros, en fin, no voy a entrar en detalles porque es todo un tema esto del coleccionismo.

Tercero: No espere que los de la mudanza le decoren. Prevenga el espacio para evitar la incomodidad de preguntar a gente que le importa un pepino dónde va el traste azul o el mueble rojo.

Cuarto: Vital. Enumere los cajones si es que tiene cómodas. Luego uno se encuentra con foros improvisados de cuatro personas argumentado en dónde encaja cada cajón. Esto es pérdida de tiempo. Empaque y ponga con un plumón negro la palabra frágil en todas las cajas. Escriba qué contiene cada caja. Sí, hay que vaciar el refrigerador y desconectarlo. Y cuando éste llegue, no puede conectarlo hasta dentro de 5 horas.

De preferencia, pida el servicio extra de plastificación de muebles, que le protegerá sus más preciadas pertenencias.

Quinto: Previo al Gran Día, transporte personalmente todo aquello que para usted es valioso: desde el cuadro de la abuela, hasta los vasos comprados en un bazar vintage, las muñecas made in China o sus computadoras. Por favor, no deje que lleven su candelabro de plástico porque a ellos no les importa si este queda chueco y luego a usted le resultará imposible enderezar.

Si ya tiene las llaves, es altamente recomendable cambiar chapas un día antes de la mudanza y comprar cilindros de gas (en el caso del DF). Este proceso lleva de dos a tres horas, idas, vueltas y cotizaciones.

Sexto: En el Gran Día, absténgase de comentarios. Ellos saben su trabajo. Sólo indique qué es frágil. Si usted es obsesivo, todo será frágil, pero hay que tratar de ser escueto, o perdemos credibilidad frente al cargador.

Séptimo: Tome agua, intente trabajar en su computadora, usted no tiene nada que hacer, en materia de cargar o descargar. Mientras haya hecho una lista, nada más una ojeada y alguna pregunta. Pero aproveche su tiempo. O sea no se haga el listillo con que ese día no puede trabajar.

Octavo: Cuando liquide la mudanza y crea que tiene todas sus pertenencias, no olvide la propina. Estos hombres tienen un trabajo muy pesado. No basta con llevarles coca cola bien fría y convidarles cigarros. No sea marro, pues. Revise el camión. Coteje su lista.

Noveno: Sí. Ya están todas sus cajas, sus muebles, sus libros. Está usted solo y feliz. Pero todo sigue empacado. No se desespere, no llore. Destápese una cerveza en el pequeño espacio que encuentre libre y tómela despacito, saboreándola. Brinde porque ya llegó a casa. Luego pensará cómo demonios o a qué hora en medio de la semana laboral tendrá que ir desempacando. Pero piénselo después. Hoy ya está en su nuevo paraíso, aunque en ese instante parezca escenario de Kosovo.

Décimo: Hay de todo. Los que son muy handyman y les gusta hacer todo ellos mismos: clavar, prender el boiler, conectar estufa, poner cables, pintar, poner focos, comprar cosas como campanas de estufa, cable, escaletas, armellas, conectar el gas, etc., y los que no nos gusta o no tenemos idea o jamás querremos aprender. No se nos da pues. Entonces más vale que tenga alguien de confianza, que le sepa. Por si el hombre o la mujer en casa son medio troncos. Y sigue el proceso de estar unas siete horas o más con este personaje entrañable, que usted llegará a apreciar como a un familiar, porque le está ayudando a construir y hacer habitable su espacio. Incluso le da buenos consejos. Uno se vuelve amigo. Y esto lo digo por Don Alejandro, personaje fundamental en mi cambio a la Ciudad de México, quien me comentó: “pues si me da tristeza Señorita, que lleve tres cambios, pero bueno, pues es trabajo para mí”.

Onceavo: Tome en cuenta los gastos:

– Chapas y juegos de llaves
– Instalaciones y cableado (luego a uno le rentan una cosa que nomás no sirve)
– Pintura
– Trabajo manual
– Gas
– Reinstalación de servicios. Ciertas compañías de servicios son especialistas en dejarlo a uno sin internet o teléfono. Avise con tiempo y hábleles cada día para presionar.
– Que si el cuadro se cayó y hay que ponerle vidrio nuevo. Tengo una excelente recomendación en la Colonia Roma, por cierto.
– Retoque de muebles por cuestiones propias y naturales a los golpes de la estrecha escalera de su nuevo hogar. (Pero qué bonito es decir hogar).
– Un pequeño súper de emergencia o comerá en el Oxxo las siguientes 72 horas.

Doceavo: Después de varios días en esto, a uno le da insomnio y se decide a barrer, desempacar, regar las plantas y acomodar las cajas de libros que son su principal y más preciada pertenencia. Aunque no encuentro cómo un libro bastante malo que no quiero mencionar sigue en mis libreros. Aproveche para deshacerse de cosas que ya no van con ese lugar: papeles, tarjetas, estados de cuenta, ex parejas.

Treceavo: Viene lo más padre. Amanece feliz. Desde el día uno que duerme en el lugar, y a pesar de que no tenga cortinas, ni cafetera, ni gas, usted despierta con una sonrisa, como si nada le faltara en el mundo. La psicólogatiene razón: mudarse tiene repercusiones emocionales y psicológicas importantes. Es una esperanza renovada para convertir un lugar, por fin, en una extensión de uno mismo. Por eso, no importa qué tan grande, caro o lo que sea, hágalo suyo. Dele su toque. Y estoy a favor de que se pinten las casas del color que más le acomode en estos grandes desarrollos donde todas las casas son color salmón, blanco y melón. Que viva el verde cloralex y las columnas dóricas.

Catorceavo: Ya que tenga algunos días, se sienta cómodo y esté presentable el espacio, invite a sus amigos para la inauguración. Pueden ser varias, y le sugiero que las haga temáticas. Siempre he sido de la idea de que pedir un regalito no es mal detalle. Aparte que así uno se acuerda del visitante. No es chantaje. Si no, no importa, con que lleguen, usted será más feliz que nunca. Porque recibir a los amigos o a la familia es algo memorable. Cada vez que alguien lo visite, usted estará contento.

Espero que este texto le parezca práctico, útil. Si no, finja.

El hogar es el lugar al que vas cuando no tienes otro sitio al que ir.
John Ney Nieber

@mariagpalacios

en Sinembargo al Aire

Opinión

más leídas

más leídas