MONTERREY. A primera vista, las cosas en la ciudad parecen ser “normales”. Todo cambia cuando se conversa con los regios o cuando alguien se acerca para contar la enésima historia. Los regios y regias están tratando de que la vida cotidiana pueda ser llevadera. Es evidente que la gente está dolida y, sobre todo, temerosa. La violencia ha cambiado la vida de todos. Nadie quiere salir de su casa si no está claro a donde y porqué. A lo largo del día, los celulares suenan y suenan preguntando unos por otros y cualquier ruido fuera de lo que se pudo considerar como “normal” en otro tiempo, en estos días de inmediato echa a andar temores y precauciones de todo tipo.
Lo que es un hecho, es que la comunicación entre los regios se ha incrementado como nunca antes. Todos cuidan a todos. Digamos que si algún lado positivo se le puede ver a lo que se vive en Monterrey, es que ha sido ocasión para que sus ciudadanos estén atentos de todo lo que los rodea como nunca antes lo habían hecho ni imaginado.
La precaución y la prevención son las nuevas claves en la vida de las y los regios. Nos cuenta un estudiante del Tec que su mama le habló hace días y le pidió que “mejor no fuera a comer a la casa” porque había ruidos raros y que además estaban en la calle unos “hombres raros armados con pasamontañas”. La conversación, nos cuenta el joven del Tec, era algo “de todos los días”. “Nos despedimos como siempre lo hacemos. Ya es normal. Es de todos los días”.
Lo que es un hecho es que con todo y lo que llaman de “todos los días” nadie se deja ni se da por vencido. Si algo tratan de hacer los regios, es regresar a su vida cotidiana, estar de vuelta en lo que hacían, en poder ir a cenar con tranquilidad, en caminar por las calles como lo hacían hace no mucho tiempo. Pero sobre todo, quieren que la autoridad sea autoridad y que los gobernantes, desde el federal hasta el municipal, hagan lo que tienen que hacer. A nadie le sorprenden los altos niveles de corrupción, lo que sorprende es que casos como el del Casino Royale hayan puesto en evidencia algo, que si bien se intuía no se imaginaba que fuera de tal corrupción y confusión.
A Monterrey, como a todo el país, le va a costar mucho “regresar”. Las variables que se juntan en esta ciudad producen riesgos mayores. A la batalla entre carteles por la plaza, se suma el vandalismo que campea por la ciudad seguramente apuntalado por los cárteles. La impunidad de robos, asaltos y balaceras, tienen que ver con las batallas por la plazas, pero también tienen que ver con la permisibilidad y probablemente apoyo a un vandalismo que también ha puesto en jaque a la sociedad regia.
Todo se relaciona con la corrupción. Queda claro que una de las claves está en EU, pero la muerte, las venganzas, asaltos, secuestros, narcobloqueos, tienen mucho que ver con lo que en el país hemos “construido”. Monterrey va avanzando. Los estudiantes saben del tamaño de reto cotidiano que tiene enfrente; los padres de familia saben que tienen que pensar cómo contarles a sus hijos pequeños la nueva dinámica de la vida regia; los empresarios se andan moviendo y no se dejan buscando salidas en todos los sentidos, desde cómo hacerle para que sus empleados vayan a trabajar con seguridad hasta cómo hacerle para que no se inhiba el desarrollo de su negocios.
Quienes no se mueven y aparecen desfasados de un esfuerzo colectivo son los políticos. Están envueltos en quesos de Oaxaca y paseándose inoportunamente en Disneylandia. Es cuestión de tiempo para que Monterrey esté de regreso. No está fácil, pero por lo que vimos, percibimos y con quien conversamos nadie se está dejando y nadie está bajando la guardia. Los restaurantes están de nuevo llenándose; los Tigres y la “pandilla” del Monterrey siguen llenando sus estadios cada 8 días; las escuelas tiene ya su métodos de entrada y salida para evitar la inseguridad. Falta mucho para que las cosas cambien, pero de que aquí nadie se esta dejando no existe la menor duda.