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Jorge Alberto Gudiño Hernández

10/09/2016 - 12:00 am

Marchar por la familia

Yo soy de quienes están a favor de que cada persona, grupo o asociación se manifieste para conseguir algo que desea. Lo estoy pese a que he sido víctima de atascos y a que me parece lamentable el que se afecte a tanta gente por culpa de la voluntad de unos cuantos. Matizo, entonces, estoy […]

Sé que frente al fanatismo de poco sirven los argumentos. Decir que las personas tenemos derechos a formar familias diferentes a la tradición vale de poco. Foto: Cuartoscuro
Sé que frente al fanatismo de poco sirven los argumentos. Decir que las personas tenemos derechos a formar familias diferentes a la tradición vale de poco. Foto: Cuartoscuro

Yo soy de quienes están a favor de que cada persona, grupo o asociación se manifieste para conseguir algo que desea. Lo estoy pese a que he sido víctima de atascos y a que me parece lamentable el que se afecte a tanta gente por culpa de la voluntad de unos cuantos. Matizo, entonces, estoy a favor del derecho de manifestación pero considero necesario regular este tipo de expresiones para no afectar a terceros.

El Frente Nacional por la Familia ha convocado a marchas en 110 ciudades del país “en defensa de la niñez, el matrimonio y la familia”. Al menos, así es como lo dice su página de Internet y sus redes sociales. Como ya dije, yo no tengo problemas con que se manifiesten. Cada quien tiene derecho de creer lo que mejor pueda.

No entraré en el terreno legal en torno a las modificaciones que proponen al artículo 4 constitucional ni al bloqueo que pretenden llevar a cabo respecto a la iniciativa presidencial en torno al matrimonio igualitario. Ya algunos abogados, constitucionalistas e, incluso, un ministro de la SCJN han hecho ver lo pueril que resultaría en ese plano.

Me ocupo, entonces, de lo que conozco. Me parece que cualquier persona en su sano juicio estaría a favor de defender a la niñez. Una gran mayoría también al matrimonio y a la familia. Entonces, ¿cuál es el problema? Me parece que, al menos, son tres.

Primero. Salvo en el caso de la niñez, están defendiendo conceptos. Y lo están haciendo de forma muy limitada. Es cierto, su concepto de familia abarca pocas posibilidades: se quiera o no, incluso dentro del mismo marco de creencias, existen abandonos, muertes, desapariciones, orfandad y un montón de factores que alteran la imagen idealizada que ellos defienden. El de matrimonio pretenden dejarlo fijo a partir de ciertas argucias etimológicas. Lo cierto es que, en el campo de lo civil, el concepto de matrimonio se vincula con la idea de un contrato voluntario entre dos adultos. Sólo eso. Si a la asociación católica no le encanta la idea, está en su derecho, pero poca injerencia tiene sobre ésta. Sería como si a alguien no le gustaran las reglas del matrimonio religioso y se manifestara en contra de éste (sé que la comparación es injusta: el uno es una imposición civil que ayuda a la convivencia; el otro es una imposición cultural que, bien visto, también normaliza dicha convivencia).

Segundo. Son parciales y generalizan. Sí, las dos cosas. Son parciales porque condenan la posibilidad de que un matrimonio homoparental sea nocivo para los hijos de la familia pero no alzan la voz del mismo modo cuando un matrimonio de hombre y mujer llega a serlo. Y esto último es mucho más frecuente. Entonces disculpan. Si las cosas cuadran con sus concepciones, no hay problema. La violencia intrafamiliar, el abuso, el alcoholismo, la drogadicción, los golpes, los insultos y todas las agresiones juntas son un daño menor al que podría generar un matrimonio entre dos hombres o dos mujeres. ¿En serio? ¿Qué pruebas tienen? Las que les aporta su generalización. En su página de Fb tienen un video de una joven que confiesa que su padre era homosexual y que, por eso, su vida ha sido muy difícil. No sólo eso, también era un pervertido que intentaba convencerla de experimentar con su sexualidad. Por fortuna, se libró de él. Lo curioso es que, en el mismo video, la chica cuenta que sus padres (hombre y mujer) estuvieron casados y formaron una familia (cada quien sus contradicciones). Aceptando que el testimonio es verdadero, su generalización resulta absurda: no todos tienen por qué comportarse de la misma forma. Tan es así que el reto podría ponerse sobre la mesa: por cada testimonio que el FNF consiga por el mal funcionamiento de un matrimonio homoparental, podrían ponerse 10, 100 o hasta 1000 testimonios negativos de familias “tradicionales”.

Tercero. Mienten y engañan. No sólo por las falacias y problemas de lógica que contribuyen a confundir al espectador. También, porque aseguran cosas falsas. Entre ellas, que la iniciativa les quiere quitar sus derechos a educar a sus hijos; que los hombres que se sientan mujeres podrían entrar en los baños públicos de mujeres; que a los niños pequeños se les vestirá del sexo opuesto para que elijan qué quieren ser; que los niños tengan relaciones con adultos; y otras tonterías de ese tipo. Basta buscar un poco para encontrar la iniciativa presidencial para constatar que no hay nada parecido en ella. De poco sirve, el FNF busca el escándalo. Por eso engaña. Para hacer creer a las personas que, si marchan, lo harán para evitar todas estas cosas.

Sé que frente al fanatismo de poco sirven los argumentos. Decir que las personas tenemos derechos a formar familias diferentes a la tradición vale de poco. Me conformo entonces con la experiencia. En la escuela en la que van mis hijos hay una familia homoparental con una pequeña. También hay padres divorciados, niños adoptados, padres adoptados, médicos, escritores, músicos, algún político, gente de otras nacionalidades, niñas con caries, con colita de caballo, con trenzas, pequeños de pelo largo, con sudadera, sin sudadera, y personas muy diversas. Eso nos tiene muy de buenas. Sobre todo, porque nuestros hijos han aprendido a respetar a los otros, sin importar todos esos prejuicios que, a la larga, son los que sí perjudican a la sociedad.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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