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Alejandro De la Garza

10/08/2024 - 12:02 am

Poética de Chapultepec

“Ojalá miles y miles de infantes sueñen a partir de ahora su propia nueva aventura en Chapultepec”.

“La renovación mayúscula actual, a punto de ser abierta totalmente al público, convierte a las casi 900 hectáreas del Bosque en el Parque más grande de América Latina”. Foto: Cuartoscuro

El sino del escorpión observa el viejo sueño de Chapultepec renovarse con “un proyecto de justicia urbana, cultural y ambiental” de 10 mil 500 millones de pesos. Comprende la rehabilitación o remodelación de una treintena de instalaciones, paseos, parques y el zoológico; la restauración y saneamiento del Río Tacubaya, del vaso regulador de Dolores, dos lagos y 28 fuentes, una significativa reforestación y la ampliación de la superficie con una cuarta sección, un Parque de Cultura Urbana y la nueva Cineteca Chapultepec (ocho salas de cine, una al aire libre y una escuela de cine), entre otros variados elementos.

Sus amigos y ¿lectores?, saben que el alacrán nació a dos calles del magnífico bosque. Sobre esa experiencia ha escrito antes, pues durante su niñez el lugar estaba imbuido de magia. Ahí se meció en los columpios de la entrada de Los Leones, paseo en el inolvidable tren infantil, rodó veloz en bicicleta por la calle que baja del Castillo, jugó beisbol en la explanada donde ahora se levanta el Museo Tamayo, paseó en bote de remo al amparo de la Casa del Lago, se fue “de pinta” de la secundaria para escalar la pendiente del Castillo hasta tomar el Alcázar y vio también su figura deformada jocosamente en la Casa de los Espejos.

El sueño prehispánico del Cerro del Chapulín se remonta, al menos, al siglo XI, cuando ahí se asentaron pobladores toltecas emigrantes de Tula, encabezados por Huémac, quien al no poder detener la decadencia y desaparición de su pueblo, se quitó la vida en la Cueva de Cincalco, justo en el túnel al elevador del Castillo. Los mexicas tuvieron a Chapultepec como un sitio sagrado y estratégico, por sus manantiales y por representar un punto de observación privilegiado. Intentaron fundar ahí un altépetl (unidad étnica y territorial) y designaron como su tlatoani a Huitilihuitl; no obstante, los altépetl de los chalcas, los colhuas, los xochimilcas y los tepanecas lo impidieron hasta hacer huir a los mexicas. El hecho se registra como fundacional de Chapultepec, una ciudad antecedente a la fundación de México-Tenochtitlan.

El sueño de los magníficos acuíferos se inicia con la instalación del jardín botánico ordenado por Moctezuma y con la siembra de los legendarios ahuehuetes. Poco después, la guerra por los mantos acuíferos da lugar a la victoria de la Triple Alianza (Texcoco, Tlacopan, México-Tenochtitlan) sobre sobre los señores de Azcapotzalco, y la posterior construcción de acueductos, albercas y diques por parte de Nezahualcóyotl, soberano de Texcoco, para proveer de agua ya a la vez proteger de inundaciones a Tenochtitlan.

El sueño virreinal de Chapultepec también tiene su fascinación, recuerda el alacrán. Luego de la caída de Tenochtitlan, hubo una disputa por el Cerro entre la Corona y Hernán Cortés, quien intentó apropiárselo porque “los mexicas teníanlo por cosa deífica” (Torquemada dixit). Se reconstruyó el largo acueducto y se fundó en la parte más alta la Capilla de San Miguel, sobre lo que ya se conocía como el pueblo de Chapultepec, colindante al norte con el pueblo de Tacuba y al sur con el pueblo de Tacubaya. Se construyen también el Molino del Salvador (hoy Molino del Rey) que aprovechaba la caída de agua desde la Sierra de las Cruces para mover las máquinas, y una tosca edificación que sirvió de cuartel, casamata, casa de verano de los virreyes y luego fábrica de pólvora. Durante el gobierno del virrey Bernardo de Gálvez, en 1785, se construyeron en la cima del cerro habitaciones nuevas para el virrey (construcción que luego será el Rancho de la Hormiga y la residencia de Los Pinos), obras que terminaron por destruir la capilla de San Miguel, mientras el pueblo de Chapultepec era dispersado por las inundaciones. De ahí surge el pueblo de San Miguel Chapultepec, colonia que tuvo se auge en los años cuarenta del siglo XX y ahí sigue.

Ya en la época Independiente, 1843, se funda el Colegio Militar. Apenas cinco años después y ante la invasión del ejército estadounidense en 1847, ocurren tres batallas importantes de la zona de Chapultepec: la del Molino del Rey, la de Casamata y la muy célebre toma del Colegio Militar, donde “como renuevos cuyos aliños un viento helado marchita en flor / así cayeron los héroes niños ante las balas del invasor”, escribiría Nervo en tono patriótico. El Colegio Militar permaneció ahí durante la Reforma, pero el bosque fue abandonado y se reportaron apariciones terroríficas de fantasmas mexicas, así como ataques de bestias salvajes en el bosque y sus inmediaciones.

Maximiliano y Carlota eligen el Bosque para levantar su Palacio Imperial, su Castillo de Chapultepec, pero restaurada la República y luego del triunfo del Plan de Tuxtepec de Porfirio Díaz, el general triunfante decide instalarse en el Castillo como residencia presidencial. Se le instalan teléfono, líneas telegráficas y, a mediados de 1890, Limantour, secretario de Hacienda, rehabilita el Bosque de Chapultepec en estilo francés para hacerlo digno de la residencia presidencial. Se construyen el Restaurante Chapultepec, centro de la alta sociedad del Porfiriato y la Revolución, y en 1908 la Casa del Lago como “Club del Automovilista”. Apenas a la muerte de Carranza en Veracruz, los revolucionarios triunfantes vuelven a ocupar el castillo como residencia presidencial. Así permanecerá hasta que Lázaro Cárdenas se traslada a la residencia de Los Pinos y decreta el uso del Castillo como Museo.

En la segunda mitad del siglo XX se extendieron las construcciones culturales sobre el bosque. En la fiebre del estilo Ramírez Vázquez, se construyeron el Museo de Arte Moderno y el magnífico Nacional de Antropología. Hubo más renovaciones, Ferias de Juegos Mecánicos, una tercera sección del bosque y una docena de museos de sitio, históricos y naturales. La renovación mayúscula actual, a punto de ser abierta totalmente al público, convierte a las casi 900 hectáreas del Bosque en el Parque más grande de América Latina y en el proyecto cultural, ecológico y de sustentabilidad más importante, según declaró el artista plástico Gabriel Orozco, encargado del proyecto junto con la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto.

El relato de José Emilio Pacheco, Tenga pa’que se entretenga, narra el descubrimiento de un submundo prehispánico vivo, aterrador y vengativo debajo del Bosque de Chapultepec. Debajo de ese Bosque yacen también los recuerdos infantiles del escorpión, su íntima poética de Chapultepec. Ojalá miles y miles de infantes sueñen a partir de ahora su propia nueva aventura en Chapultepec.

@Aladelagarza

Alejandro De la Garza
Alejandro de la Garza. Periodista cultural, crítico literario y escritor. Autor del libro Espejo de agua. Ensayos de literatura mexicana (Cal y Arena, 2011). Desde los años ochenta ha escrito ensayos de crítica literaria y cultural en revistas (La Cultura en México, Nexos, Replicante) y en los suplementos culturales de los principales diarios (La Jornada, El Nacional, El Universal, Milenio, La Razón). En el suplemento El Cultural de La Razón publicó durante seis años la columna semanal de crítica cultural “El sino del escorpión”. A partir de mayo de 2021 esta columna es publicada por Sinembargo.mx

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