Parcial y subjetivo | Sobre las olas

10/08/2012 - 12:05 am

El termómetro está marcando las temperaturas más altas del año. Es el pretexto perfecto para que personas de todo el mundo huyan hacia parajes que, si bien más calurosos, permiten que las vestimentas se aligeren. Las playas se llenan en un intento para paliar los efectos del clima o, al menos, para aprovecharlo en una intención lúdica, de reposo y de esparcimiento. La relación entre el mar y el descanso casi parece evidente. Sin embargo, no siempre es así. El océano encierra muchos secretos que van más allá del simple periodo vacacional.

La literatura ha encontrado en el mar no sólo un escenario y un ambiente. Es, sobre todas las cosas, un pretexto para desarrollar tramas complejas, en las que las emociones son las que saquen a flote a los personajes. Es probable que el mar sea el elemento más emblemático de lo que implica tener un antagonista no humano. Ya sea porque los protagonistas se enfrentan a las fuerzas de la naturaleza, ya porque terminan enfrentados a sí mismos. En cualquiera de los casos, su inmensidad ofrece posibilidades que están clausuradas en cualquier otra circunstancia. Sobre todo, porque esa inmensidad suele ser, de una u otra forma, también una cárcel: escapar de él no suele ser alternativa.

Hay decenas de ejemplos de novelas que tratan el tema marítimo. Mi criterio para elegir las que enlisto se basa en que ninguna de ellas trata el tema vacacional; son disforizantes cuando se pretende la euforia. Así, los personajes que en ellas figuran lo hacen como habitantes de la realidad cotidiana del oleaje y no sólo como turistas que se dejan seducir por el embrujo inmediato de su rumor.

El viejo y el mar

El viejo es un pescador que no ha tenido suerte. Han pasado meses sin que consiga traer una buena presa del mar. Tanto, que ha pedido al muchacho que siempre lo ayuda que no le acompañe en su travesía. Está dispuesto a hacer todo lo que sea necesario para pescar un enorme pez y no quiere perder al muchacho en el camino. Así que sale a la mar y espera. El sedal muerde su piel hasta dejarla en carne viva. No importa. El pez es majestuoso. Sin embargo, no sólo debe derrotarlo sino que, una vez pescado, combatir a los depredadores que le arrebatan la presa a dentelladas. Hemingway escribió un conmovedor relato sobre la fuerza de la voluntad y el lugar en que residen los afectos. En él, resulta imposible no sumarse a la causa del viejo, sufrir cada una de las precariedades que vive sobre una insignificante lancha y extrañar a cada tanto al muchacho que tanto le habría ayudado.

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La isla del día de antes

Roberto de la Grive, tras pasar varias jornadas sobre una pequeña lancha, llega a una embarcación mayor. No hay tripulantes. Todo apunta a que han sido víctimas de un naufragio, como él mismo. Sin embargo, le extraña la falta de pistas, de cadáveres o explicaciones. A una escasa milla de distancia, una isla paradisíaca se vuelve el centro de sus obsesiones. Sobre todo, porque no sabe nadar. Así, lo que está a la vista resulta inalcanzable no sólo en el espacio sino en el tiempo. La isla se ubica en el último meridiano por lo que se encuentra un día antes que Roberto. Él decide escribirle a su amada como una forma de librarse de su soledad y de dar cuenta al lector de los hechos que marcan su contexto: son mediados del siglo XVII. Como suele hacerlo, Umberto Eco nos regala una novela inserta en un momento histórico determinante para la historia de la humanidad. Lo hace, además, usando al mar como la peor de las prisiones.

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Moby Dick

El capitán Ahab manda en el Pequod, un buque ballenero que zarpa en busca de una ballena en particular. Años atrás, Moby Dick fue la responsable de que el capitán perdiera su pierna. Desde ese momento, Ahab se obsesionó con vengarse de esa ballena blanca que, además, tenía fama de hacer fracasar todas las empresas de los cazadores. Herman Melville consiguió escribir una brillante novela de aventuras. Sin embargo, Moby Dick es algo mucho más que la persecución del monstruo. También tiene una carga simbólica que permite una cantidad considerable de niveles de lectura. Llama la atención la variedad de personajes, el dialogismo que consigue, el retrato psicológico del capitán y la narración desde la óptica de un narrador que es, al mismo tiempo, tripulante. Sin lugar a dudas, un libro iniciático que permite regresar a él en numerosas ocasiones.

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Noveccento

Dany Boodman T. D. Lemon Noveccento nació a bordo del Virginian, justo cuando comenzaba el siglo XX. Lo abandonaron en una caja en tercera clase y fue acogido por un miembro de la tripulación. Conforme fue creciendo se volvió una parte fundamental del barco. Nadie lo conocía como él: podía esconderse durante días sin que nadie lo encontrara. Además, se convirtió en un extraordinario pianista capaz de retar a los más grandes. Su única excentricidad es que nunca accedió a bajarse del barco. Con la prosa que lo caracteriza, Alessandro Baricco se adentra a la intimidad de un personaje inasible, extraño. Lo hace a partir de la voz de Tim Tooney, un trompetista que toca en la banda del barco. Aunque está escrita originalmente como un monólogo teatral, la novela funciona a la perfección y permite ver cómo un barco basta para conocer el universo entero.

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Profundidades

Durante la Primera Guerra Mundial se crearon oficios extraños. Uno de ellos era el de los hidrógrafos, encargados de sondear la profundidad del mar, sobre todo cerca de las costas, para trazar rutas para la marina sueca. Lars Tobiasson-Svartman es uno de ellos: encargado de lanzar su plomada al agua, anotar la profundidad y añadirla a un mapa. El conocimiento del mar y de lo que en él se esconde es el leitmotiv que da pie a esta novela. Sin embargo, Henning Mankell va mucho más allá. Porque el personaje se desdobla y guarda sus propios secretos, algunos tan insondables como el lecho marino que explora. Así, la relación con su mujer, sus infidelidades y su creciente ira se vuelven algo digno de ser retratado. A diferencia de las novelas policiacas que lo han llevado a la fama, Mankell crea un relato intimista dentro de un contexto fascinante.

 

El mar no siempre es el escenario de vacaciones y momentos de solaz. A veces es el lugar donde sucede la vida cotidiana. Y ésta suele estar cargada de peligros y de dramas. Sobre todo, cuando está planteada para ser literatura. Y es justo esa narración la que ha contribuido a que nuestro referente acerca de lo marítimo no sea sólo lo placentero. Al contrario, un profundo componente de misterio suele permanecer dentro de las aguas. No por nada al mar se le teme y respeta aunque, en ocasiones, apenas sirva para remojarse los pies.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.
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