Adela Navarro Bello
10/07/2024 - 12:04 am
La causa de Alito
“Para lograr su ‘renovación’ a Alito le aprobaron varios cambios: Adelgazar el Consejo Político Nacional, porque claro es más fácil negociar con cientos que con miles”.
No es menor el presupuesto del cual dispone el Partido Revolucionario Institucional, como tampoco lo es la representación que, aun disminuida, tendrá en las Cámaras Legislativas. Con lo primero, poco más de mil 900 millones de pesos presupuestados para este 2024, pueden hacer empresa, vivir muchos y bien; con lo segundo, 17 senadores en la Cámara Alta y 34 diputados federales, se puede entrar a cualquier negociación política. Tales números son razones suficientes para que el todavía dirigente del PRI, Alejandro “Alito” Moreno, se aferre no sólo al cargo, sino a la propia “transformación” del instituto político venido a menos.
Enrique Peña Nieto levantó en el 2012 a un derrotado PRI solo para hundirlo más seis años después. Ciertamente Alito Moreno llegó a administrar la derrota, pero no ha logrado sacarlo del hoyo político electoral en el que se encuentra; en los cinco años que tiene como dirigente priísta no ha tenido el campechano ni una estrategia o política exitosa que gane elecciones. En estos momentos el otrora partido de la barredora electoral gobierna escasos dos estados de la República, Durango y Coahuila.
De su alianza con el Partido Acción Nacional y con el moribundo Partido de la Revolución Democrática, no obtuvo mucho, y de la mano de una mujer más identificada con la derecha albiazul, el 2 de junio de 2024 el PRI sumó su cuarta derrota presidencial, dos al hilo contra el PAN en 2000 y 2006, otras dos consecutivas mandados a la lona por Morena en 2018 y 2024.
Los arreglos cupulares con las dirigencias de los otros dos partidos, el agandalle de las candidaturas de representación para él y los de su equipo, y los pobres resultados que mantienen al PRI como la tercera fuerza política en el País, llevaron a que muchos de los correligionarios de Moreno, analistas y críticos, llamaran a la reflexión de la derrota y la renuncia del dirigente nacional. Pero, caso contrario, en la 24 Asamblea Nacional Ordinaria del PRI celebrada el 7 de julio, a mano alzada le aprobaron a Alito reformas a los estatutos que no solo le dan más poder al dirigente, sino que le permiten reelegirse hasta por otros dos periodos más de cuatro años, adicionales al que a la fecha ejerce.
Alito se erigió el domingo 7 de julio, como el mesías del PRI, como el todopoderoso tricolor, como el dictador partidista de la oposición priísta. Arengó, a modo, contra quienes considera traidores, sea porque no apoyaron al partido en las últimas elecciones, porque se aliaron a Morena o al Verde, o porque reniegan de su permanencia dictatorial en el Revolucionario Institucional. Amenazó, como si ostentara el poder de la República, con exhibirlos con investigaciones sobre la comisión de delitos, irregularidades, excesos.
El dirigente del PRI no quiere dejar el PRI, tampoco parece querer un nuevo PRI, sino uno que siga las causas de Alito, porque a su actitud y palabra, parece ser de la creencia que ningún viejo priísta, ni nuevo, que no sea él, podrá recuperar lo que no ha podido: la confianza del electorado.
En la Asamblea priísta le fueron aprobadas varias reformas a los estatutos del Partido Revolucionario Institucional, que tienen mayormente el objetivo de fortalecer la figura de la dirigencia nacional más que otra cosa. Ciertamente, el PRI de Alito, de la mano de Rubén Moreira, el coordinador de los diputados tricolores en la Cámara Baja, se alejan de la ideología de centro-derecha que caracterizó a ese instituto político, para acercarse a la izquierda. Del nacionalismo que los distinguió la mayor parte de la vida del PRI, transitaron al neoliberalismo, y ahora, sin poder alguno en la República, promoverán un partido de centro-izquierda, para “abanderar las demandas sociales frente a un régimen autoritario”, arengó Moreno al prometer, con las reformas a los estatutos una “renovación y modernización” del PRI.
Para lograr su “renovación” a Alito le aprobaron varios cambios:
Adelgazar el Consejo Político Nacional, porque claro es más fácil negociar con cientos que con miles. De entrada, saldrán los consejeros de comités municipales, los titulares de alcaldías a nombre del PRI, igual que los diputados locales, y los consejeros de varias organizaciones políticas afiliadas, entre otros.
Le autorizaron, a través de la secretaría de finanzas y administración del CEN del PRI, la contratación de deuda a corto plazo “para garantizar el flujo y cubrir los compromisos sobre gastos operativos, financiar actividades urgentes o responder a contingencias que requieran de recursos económicos adicionales en el corto plazo”. O sea, podrá endeudar al partido.
En las políticas populares, le aprobaron a Moreno crear tres secretarías: de Innovación Tecnológica y Digital, de la Diversidad Sexual y de Pueblos Indígenas y Afroamericanos. Así como incrementar la participación de las mujeres, al otorgarle a ese género el 60 por ciento de los cargos de elección.
Más atribuciones tanto para la Comisión Política Permanente como para la Presidencia del CEN priísta, para “mejorar la eficiencia y lograr un PRI más moderno, transparente y efectivo”. Crear además, el Centro de Estudios para la Discusión, Análisis y Prospectiva de México A.C., una especie de tanque de pensamiento para contribuir “en la búsqueda de soluciones a los 21 problemas nacionales, estatales y regionales mediante el análisis profundo y la formulación de propuestas de políticas públicas”.
Hubo otras reformas tendientes a la comunicación y las redes sociales, pero la que más destacada es la “elección consecutiva de las personas titulares de la presidencia y la secretaría general de los comités del Partido Revolucionario Institucional”, porque, justificaron, “la gobernabilidad al interior del partido exige un equilibrio entre los órganos del partido con su militancia, para darle solución a las demandas de la sociedad y construir un mejor partido de forma legítima, esto es, con la mayor representación posible”. Por ello, a partir de ya, la presidencia y la secretaría general de los comités nacional y en las entidades federativas, “durarán en su función cuatro años, y podrán ser electas hasta por tres periodos consecutivos”, mientras que, para los comités municipales, “durarán en su función tres años, y podrás ser electos hasta por dos periodos consecutivos”.
Así, todos aquellos que esperaban una autocrítica del dirigente nacional del PRI se quedarán esperando… pero en su lugar, tendrán una presidencia nacional con más poder, con más facultades, con permiso para endeudarse, para nombrar coordinadores, y un partido “renovado” a la causa de Alito Moreno que en nada ayuda a un México con una oposición que así agoniza desde los partidos.
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