Jaime García Chávez
10/07/2023 - 12:01 am
Xóchitl Gálvez y la quiebra de los partidos
Esto significaría también que la crisis del sistema de partidos de la transición, que colapsó en 2018 con el triunfo del lopezobradorismo, se iría al vacío, quedando este país a merced de liderazgos carismáticos, unipersonales, narcisistas y populistas, de izquierda o derecha.
Hasta ahora las críticas al Frente Amplio por México se han detenido en las vicisitudes y tropiezos que en cuestión de días lo han lesionado gravemente, como la declinación de los árbitros propuestos, las objeciones de quienes se han desistido a participar en la competencia, de la que uno se pregunta para qué se apuntaron, y en especial la que tiene que ver con no transgredir la ley, prácticamente con el mismo argumento del que se beneficia Morena para hacerlo. Pero sobre todo la atención la ha acaparado la emergente Xóchitl Gálvez Ruiz, como una figura competitiva. Este último aspecto me lleva a pensar en los procesos de construcción de un liderazgo, que puede ser de larga proyección, o efímero.
Hacia la sucesión presidencial del año 2000, Vicente Fox se hizo de la candidatura panista, triunfó, para luego, ya al frente de la administración pública federal y de la jefatura de estado, exhibir todas sus limitaciones y miserias, por no ser el ciudadano que necesitaba el país para la construcción y consolidación de una democracia, que tenía el aliento de haberle arrebatado la Presidencia al todopoderoso PRI.
Fox, sin duda, fue un líder fracasado, como hay otros en el mundo, entre ellos Lech Walesa o Tony Blair, por citar dos ejemplos. La ley no escrita de que un buen candidato no garantiza un buen gobernante, se ha hecho presente en muchos otros casos, y las moralejas que se desprenden de esto, deben ser tenidas en cuenta en el proceso mexicano actual, hacia las elecciones de 2024.
La presencia y liderazgo que ha ganado en unos cuantos días Xóchitl Gálvez, tiene algo de artificial, lo que no afirmo en demérito de sus capacidades y habilidades -que las tiene–, y a la vez subrayar que su incursión en la vida política, hasta ahora, no ha brillado por algo sustancial. En otras palabras, no hay un precedente sólido que nos diga si sería buena candidata, en primer lugar; pero sobre todo, si sería buena gobernante, en este México convulso que ya no está para improvisaciones.
Como han dicho ya algunos analistas, así como Fox creó su némesis en López Obrador a principios del 2000, ahora este hace lo propio con la senadora de raigambre panista, que algún tiempo militó en una izquierda que se autocalificó de marxista. El presidente la está forjando cuando menos en estos cuantos días, y obviamente que por su condición de mujer, desafiante, con origen humilde y étnico, ha ganado bonos que probablemente para ella eran insospechados.
Esa es una visión parcial de las cosas. Pero hay temas de mayor fondo a no perder de vista de ninguna manera, so pena de correr el riesgo de que la política mexicana descienda más de lo que ya ha caído.
En primerísimo lugar, no fijarse tanto en Xóchitl Gálvez sino en la plataforma de partido que eventualmente la postularía, el PRI, el PAN y el PRD, que como dice el tango, tienen su historia. Una historia que ha significado la quiebra de este país y el brete en el que nos encontramos, porque en un río tan revuelto, surgen líderes pescadores que no van a aportar ni las ideas, ni los proyectos, ni los planes de gobierno, ni la reforma del poder que México requiere para salir adelante.
Reconozco que la estrella de Xóchitl Gálvez ha alcanzado un brillo a la velocidad de la luz, pero empezaría con el pie izquierdo, porque es una simulación señalar que va a ser la “coordinadora nacional del Frente”, cuando en realidad sería la virtual candidata. Dicho de otro modo, se está contestando al fraude a la ley que comete Morena, con otro fraude a la ley. Y tengo para mí que quien comete un fraude hoy, lo cometerá mañana.
Eso por una parte. Pero veamos un escenario nada remoto: si la señora Gálvez ganara la candidatura y dejara, por ejemplo, a un lado a Santiago Creel, a Enrique De la Madrid o a Silvano Aureoles (PAN, PRI y PRD), sería la prueba contundente del rechazo a una partidocracia podrida; es decir, se tomaría la opción de una persona sin partido, aunque sus filias son obvias, en franco rechazo de cúpulas partidarias, establecidas hace décadas, que no están de ninguna manera en el gusto de los mexicanos.
Esto significaría también que la crisis del sistema de partidos de la transición, que colapsó en 2018 con el triunfo del lopezobradorismo, se iría al vacío, quedando este país a merced de liderazgos carismáticos, unipersonales, narcisistas y populistas, de izquierda o derecha. Y eso no es un buen augurio para el porvenir del país.
Ahora podemos darnos cuenta del gran daño que causó la larga estadía del PRI como partido casi único, que destruyó la posibilidad misma de tener una reserva democrática, para apelar a ella en un momento de crisis como el que tenemos ahora y que se pretende paliar mediante liderazgos emergentes, sacados de la noche a la mañana, sólo porque a la cúpula del poder le conviene que así sean las cosas.
Cuando he comentado esto con mis amigos y les he dicho que lo que se requiere para el futuro inmediato es un gobernante y jefe de estado de talla altamente democrática y con cualidades de estadista, me han preguntado quién sería esa persona. El problema es que parece que no hay respuesta que valga para esa pregunta.
07 julio 2023
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