Los líderes de la izquierda partidista que fomentan la división de ésta por intereses personales o de grupo abonan a su hundimiento. Los militantes que apoyan el enfrentamiento faccioso, buscando que sea su grupo el que termine por imponerse y así lograr beneficios para sí, sin importar la suerte de la izquierda como conjunto, tácitamente aceptan el hundimiento y a veces hasta lo aceleran.

Los últimos meses han sido de derrotas para la izquierda. El PRD no logró capitalizar su participación en el Pacto por México; la reforma fiscal que impulsó junto con el PRI cosechó fuertes críticas y, hasta el momento, magros resultados; la reforma energética, a la que se opuso la izquierda en su conjunto, no solo fue aprobada, sino que las movilizaciones sociales convocadas por líderes progresistas no fueron ni la sombra de las de 2008, aun cuando la reforma de 2013 fue mucho más radical que la de aquel año.

Ante este panorama, en lugar de que los líderes de izquierda unan fuerzas para pesar como oposición, encabezar gobiernos que den resultados y llegar con fuerza a las elecciones de 2015, se empecinan en atizar conflictos entre ellos, llevar la fragmentación de la izquierda a un nuevo nivel con la inminente creación de MORENA y, como consecuencia, llegar a las elecciones de 2015 más divididos que nunca en las últimas décadas.

El deterioro político de la izquierda tiene como responsables directos a sus líderes. La contienda por la dirigencia del PRD, que culminará en la elección del 21 de septiembre, ha evidenciado hasta donde llegan las rivalidades al interior de este partido. Una breve revisión de lo ocurrido en los últimos días evidencia la extensión y profundidad de los choques. René Bejarano impulsa a Cuauhtémoc Cárdenas para ser el nuevo dirigente del PRD, buscando así desplazar a Los Chuchos del control de la institución. A sus 80 años, Cárdenas se dice dispuesto a tomar las riendas, pero no a competir por la posición, sino que quiere llegar por acuerdo entre grupos. Cárdenas es quizá el aspirante a presidente nacional que menos oposición genera. Sin embargo, no sería un dato menor que el partido tuviera que recurrir a alguien de su edad para perfilar un acuerdo entre grupos: no hay buenos mediadores en las generaciones jóvenes y lo más usual es que los buenos cuadros piensen antes en su grupo que en el partido.

Después del durísimo golpe de la línea 12, Ebrard comienza a asomarse de nuevo a la contienda por la dirigencia nacional, aunque se encuentra muy lejos de contar con los apoyos necesarios para ganar. Carlos Navarrete sigue siendo la carta fuerte de Los Chuchos para liderar el partido. En la medida en que estos insistan en dirigir unilateralmente al PRD y mantengan la posibilidad de hacerlo, Navarrete tiene altas probabilidades de llegar al cargo.

Cuando parecía que la actitud divisiva de López Obrador había alcanzado su límite con la creación de MORENA, el tabasqueño superó este límite. Recientemente señaló en Twitter que “Julio Hernández López siempre ha sido opositor a nosotros y partidario del ‘todos son iguales’, promovido por los conservadores de ahora”. Seguramente algo de lo publicado por Hernández López no le gustó al tabasqueño, lo que le bastó para calificar a un periodista indiscutiblemente de izquierda como opositor desde siempre. Por enésima vez, López Obrador le da la razón a sus críticos, en particular a aquellos que lo acusan de comportarse bajo la lógica maniquea de “el que no está conmigo, está en contra mía”.

En las entidades federativas, el panorama para la izquierda es igualmente sombrío. Mancera ha decepcionado en la Ciudad de México, la joya de la corona de la izquierda.  En una encuesta hecha por Reforma en abril, solo 39% de los capitalinos aprobaba su trabajo, frente a 49% que lo desaprobaba. Al encuestar a líderes de opinión, el panorama era mucho peor: al inicio de la administración, 70% de estos líderes aprobaba a Mancera, casi el mismo porcentaje que actualmente lo desaprueba –69%. De los estados que ha ganado la izquierda en alianza con el PAN –Baja California, Oaxaca, Puebla y Sinaloa–, solo en Oaxaca la izquierda aquella puede presumir que el gobernador le responde.

¿Dónde están los militantes de izquierda, sobre todo aquellos que quieren una izquierda sólida, cohesionada en la diversidad y competitiva, mientras sus líderes se destruyen mutuamente? Muchos de ellos, paradójicamente, apoyando a sus respectivos cabecillas en el despliegue de estrategias ofensivas contra correligionarios. En efecto, importantes y no tan importantes militantes de izquierda justifican o hasta aplauden los lances destructivos de sus líderes contra compañeros de partido o de ideología.

Estos militantes alientan la estrategia fraticida de sus líderes en lugar de exigirles que prioricen la construcción sobre la destrucción, generen condiciones para el acuerdo y se comporten en función de un proyecto de partido o de izquierda, no de meros intereses personales o de grupo. Mientras no se oponga una parte significativa de los militantes de izquierda a la vocación divisiva de los líderes, el hundimiento se prolongará, pues los líderes, motu proprio, difícilmente recapacitarán, como no lo han hecho hasta ahora.

La izquierda no está al borde del precipicio ni se ha arrojado al vacío, pero sí se hunde. Los hundimientos, a diferencia de los brincos al precipicio, tienen retorno, pero cuesta mucho trabajo salir de ellos.

@GermanPetersenC 

Germán Petersen Cortés

https://www.sinembargo.mx/author/germanpetersen

Licenciado en Ciencias Políticas y Gestión Pública por el ITESO y Maestro en Ciencia Política por El Colegio de México. En 2007 ganó el Certamen nacional juvenil de ensayo político, convocado por el Senado. Ha participado en proyectos de investigación en ITESO, CIESAS, El Colegio de Jalisco y El Colegio de México. Ha impartido conferencias en México, Colombia y Estados Unidos. Ensayos de su autoría han aparecido en Nexos, Replicante y Este País. Ha publicado artículos académicos en revistas de México, Argentina y España, además de haber escrito, solo o en coautoría, seis capítulos de libros y haber sido editor o coeditor de tres libros sobre calidad de vida.

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