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Antonio Salgado Borge

10/04/2015 - 12:03 am

El discreto desencanto de nuestra burguesía

Existen personas incapaces de reconocerse en el espejo. Quienes sufren de este trastorno no encuentran en el espejo su propio reflejo, sino ilusiones que representan a seres humanos completamente distintos a ellos o versiones modificadas de sí mismos. Este tipo de padecimiento, producido por enfermedades neuronales o lesiones cerebrales, suele ir de la mano con […]

Existen personas incapaces de reconocerse en el espejo. Quienes sufren de este trastorno no encuentran en el espejo su propio reflejo, sino ilusiones que representan a seres humanos completamente distintos a ellos o versiones modificadas de sí mismos. Este tipo de padecimiento, producido por enfermedades neuronales o lesiones cerebrales, suele ir de la mano con otro, llamado agnosia de espejo, que consiste en no poder identificar las superficies reflejantes como tales.

La contraproducente desfachatez con que algunos funcionarios exhiben y disponen de los beneficios cosechados bajo la sombra del poder en México puede entenderse si consideramos a nuestra clase política como paciente de una incapacidad análoga a la generada por la agnosia de espejo. Ejemplos sobran. El presidente del PRI y funcionarios de distintos partidos exhibiendo costosísimos relojes, la primera dama y su familia comprando en lujosas tiendas en Beverly Hills, el titular del la Conagua disponiendo de uno de los helicópteros de esta dependencia para un viaje personal… César Camacho, Angélica Rivera o David Korenfeld probablemente no encuentran nada de indecente en sus acciones.

Nuestros gobernantes y representantes suelen tener una imagen de sí mismos que no corresponde con la realidad. A éstos les resulta casi imposible entender que los medios independientes y la sociedad informada son las dos principales superficies en que se reflejan sus verdades.  Es por ello que cuando se ven exhibidos, o cuando parte de la sociedad les reclama frontalmente, este tipo de personajes reacciona con genuina indignación o sorpresa. “Deben ser parte de la prole envidiosa”. “¡Son los medios opositores conspirando en nuestra contra!”.

La respuesta de Enrique Peña Nieto ante los resultados de la más reciente encuesta de “evaluación al presidente” dados a conocer por el periódico Reforma es una muestra inmejorable de esta incapacidad. 57% de los ciudadanos, 78% de los universitarios y 82% de los líderes mexicanos desaprueba la gestión de Peña. Uno pensaría que, ante un desplome de esta naturaleza, cualquier político estaría preocupado; pero no ha sido este el caso. Por el contrario, el presidente ha despreciado públicamente lo que estos indicadores reflejan argumentando, como si la opinión de sus gobernados hubiera surgido de la nada o no tuviera relación con la realidad, que él no trabaja para “colgarse medallitas ni tener logros personales”.

A diferencia de lo que ocurre con la falsa identificación del yo en el espejo o con la agnosia de espejo, es preciso descartar, por socialmente exitoso que el chascarrillo pueda resultar, la posibilidad de que la causa que produce que para parte de nuestra clase política las ilusiones ocupen el lugar de los reflejos radique en enfermedades neuronales o en daños cerebrales. En realidad el sistema político mexicano está diseñado, como palacio de vampiro, para que los espejos, innecesarios y sumamente peligrosos porque revelan la verdadera condición del dueño de la casa, no estén presentes o se mantengan resguardados en áreas donde no constituyan una amenaza. La servidumbre sabe que debe proteger a su patrón cubriendo o destruyendo inmediatamente cualquiera de estos artefactos que aparezca por accidente.

El problema para Enrique Peña Nieto y para su partido es que el palacio al que han accedido por seis años es muy distinto al que soñaban con habitar. Ahora hay muchos más espejos que antes y quienes gobiernan son incapaces de reconocer que lo que están viendo en ellos es su propia naturaleza.

Desde que Peña Nieto asumió el poder el estado de cosas político, social y económico se ha venido descomponiendo. Aunque la emergencia de movimientos sociales como el de Ayotzinapa demuestran que el amplio grupo de olvidados por nuestro régimen distan mucho de ser pasivo u homogéneo, la apuesta del presidente y de su partido seguirá siendo electoral y seguirá basada en su capacidad de manipular políticamente a los sectores más marginados. Es preciso recordar que el presidente llegó al poder cosechando 39% de los votos, pero sus más grandes triunfos se dieron entre votantes rurales –obtuvo el 40%  de los votos en este segmento- o con escolaridad básica – 48% votaron por él-. Peña Nieto perdió por cuatro puntos porcentuales entre los votantes con educación media y por diez puntos porcentuales entre los universitarios (Reforma 02/07/2012). Probablemente pensó que manteniendo este equilibrio podría transitar tranquilamente su sexenio.

La más reciente encuesta de Reforma revela que el malestar hacia el gobierno de Peña ha aumentado de forma más significativa en grupos que normalmente forman parte de las clases medias y altas. En México la clase social de un individuo guarda una correlación con su acceso a internet y con su grado de escolaridad alcanzada. A su vez, a mayor nivel educativo corresponde una mayor conciencia de los derechos civiles y un mayor interés en las noticias. Es muy probable que buena parte de la población que se ha enterado en las recientes semanas de las muestras de frivolidad del gobierno peñista, o que es consciente de los efectos materiales de sus malas decisiones económicas, forme parte de este segmento.

Pero el gobierno de Peña Nieto ha continuado ignorando, tapando o rompiendo los espejos que surgen a su paso para refugiarse en las imágenes de sí mismo con que construye sus falsas ilusiones. Esta estrategia, avalada y reproducida por gran parte de nuestra clase política, no será sostenible por mucho tiempo. En el actual edificio nacional los espejos que reflejan la verdadera naturaleza de nuestros gobernantes se han vuelto imposibles de ocultar porque cada mexicano informado, desencantado y con acceso a internet puede ser uno.  Y porque de éstos hay muchos más hoy que en 2012.

Facebook: Antonio Salgado Borge

Twitter: @asalgadoborge

Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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