EL CIGARRO ELECTRÓNICO: ¿ALIADO O ENEMIGO?

10/04/2013 - 12:00 am

El cigarro electrónico es un dispositivo que divide opiniones: algunos afirman que puede dañar más que lo que ayuda –en México está incluso prohibido–, pero para otros es la mejor opción para dejar de fumar.

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Ciudad de México, 10 de abril (SinEmbargo).– Era su amigo, su confidente, el que la acompañó cuando le diagnosticaron cáncer de mama, cuando le hicieron la masectomía total con rastreo axilar. Estuvo ahí durante las ocho quimioterapias, 25 radiaciones y tres cirugías. María Julia, quien ahora tiene 65 años, lo defendió toda su vida a capa y espada, aun cuando el doctor intentó separarla de él.

“En cuanto escuché el diagnóstico, hace como 15 años, lo primero que pregunté fue si podía fumar. El doctor me contestó: ‘Señora, está en un hospital y sería bueno…’. ¡Y hasta ahí lo dejé llegar! ‘¿Sería bueno qué?’, le grité, ‘no me diga que deje de fumar porque me puede dar cáncer’”. Contó por teléfono con ese acento aguerrido de sonorense que tiene.

Después de 33 años de fumadora acaba de cumplir 11 meses “limpia”, como ella dice. Antes de eso, lo más que había dejado el cigarro fueron ocho días cuando salió de la masectomía y lo hizo porque tenía miedo de toser y que le doliera. El día nueve se metió al baño de su casa, con los drenes colgando, y le dio una jalada al pitillo. El día 10 repitió el acto. El 11 lo hizo varias veces.

“Yo le hablaba al cigarro, mijita”, María Julia utiliza el “mijita” aunque no conoce físicamente a su interlocutora, “esa vez le dije: ‘sé que tú no me vas a hacer daño y no me vas a lastimar nunca porque yo te amo’, así se lo dije”.

Intentó varias cosas para dejar los alrededor de 40 cigarros que se fumaba al día. Fuerza de voluntad que no le sirvió de nada, tratamientos que calificó como “carísimos” y unas pastillas que la hacían vomitar durante las mañanas y que por las tardes le dejaban estómago para otro cigarro. Hasta que la pasada Navidad una de sus hijas le regaló un invento chino que no la amenazó, el cigarro electrónico.

EL VAPORIZADOR PROHIBIDO

Este dispositivo, también llamado vaporizador, tiene alrededor de cuatro años comercializándose en México, como está prohibido por la Ley General para el Control del Tabaco ya no se encuentra en tiendas de autoservicios ni departamentales, pero es fácil conseguirlo en tianguis, el comercio informal y por la Internet.

Luce igual que un cigarro, tiene una pila que se recarga en una computadora por medio de un puerto de USB y a la que se le agrega un líquido que se convierte en vapor al inhalar. Puede ser de sabores o incluso tener gusto a marcas específicas. Los hay con mucha, poca y sin nicotina. Sus defensores afirman que así como está presentada, la nicotina no es dañina ni para el fumador ni para las personas a su alrededor, al final de cuentas lo que emana es sólo vapor.

El más sencillo puede costar alrededor de 400 pesos y el paquete de 10 frascos con líquido que equivalen a 10 cajetillas, cuesta 100 pesos.

Ramón, un vendedor de cigarros electrónicos en el Tianguis del Oro, en la Colonia Roma de la Ciudad de México, destaca que con este vaporizador los fumadores ahorran en su consumo.

“Es un producto que se vende muchísimo, generalmente mis clientes son mujeres que se ven que ya son grandes, con hijos grandes y eso”, explica el joven entre empellones de los marchantes del tianguis.

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“YO NO PUEDO PEDIR MÁS AL CIGARRO ELECTRÓNICO”

La literatura médica coincide: el tabaquismo es una enfermedad y en México afecta a 11 millones de personas, según la actualización 2011-2012 a la Encuesta Nacional de Adicciones (ENA). Dicha población sería el equivalente a que todos los hombres, mujeres y niños que viven en el Distrito Federal y Coahuila, fumaran, si nos basamos en los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Si el país no logra revertir esa tendencia, la mitad de ellos morirán a causa de enfermedades relacionadas con el tabaco.

Como un mantra, como una sentencia o tal vez simplemente como un reconocimiento, durante 20 minutos de entrevista María Julia pronunció 10 veces la frase “soy una adicta” e inmediatamente después se justificaba por haber dicho algo “tan fuerte”, pero es que siente que sólo así pudo dejar de fumar. Uno de los problemas para atacar el tabaquismo en México, dijo la doctora Guadalupe Ponciano Rodríguez, directora del Programa de Investigación y Control de Tabaquismo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es que no se le percibe en su dimensión y se reduce a un mal hábito; por lo tanto, el adicto se convierte en una persona con poco valor para abandonarlo.

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Como toda enfermedad, Ponciano Rodríguez desglosó su sintomatología. Lo componen dos aspectos igual de importantes: lo físico y lo sicológico. La nicotina es un estimulante y los adictos experimentan, por un lado, tolerancia; es decir, cada vez necesitan más para tener el efecto que al principio lograban con uno o dos cigarros. Otro aspecto es el síndrome de abstinencia, cuando dejan de fumar el cuerpo resiente la falta de nicotina y manifiesta alteraciones como dolor de cabeza, sudoración, incremento del apetito, temblor en las extremidades, entre otros. Al estar dormidos, los fumadores viven un mini síndrome de abstinencia, algunos tienen que levantarse durante la noche para fumar o, es por eso, que cuando se despiertan lo primero que hacen es encender un cigarro.

La dependencia sicológica, comentó la investigadora, muchas veces es más fuerte que la física. Es un proceso mediante el cual el fumador va integrando el tabaco de tal forma a su vida que realmente lo necesita. Al objeto le dan la categoría de sujeto, para el adicto no es dejar el cigarro: se trata de abandonar a un amigo, confidente, compañero. Hay, además, un ritual muy fuerte que es difícil de romper: mano-boca-encender-ver el humo-sentir el humo… son actos que se vuelven un todo.

María Julia, por ejemplo, se sorprendió de lo que le pasa con el cigarro electrónico: “Yo al cerebro lo considero la cosa más fregona de nuestro cuerpo pero es increíble cómo lo engaña la mirada. El ojo está viendo el supuesto humito, que es vapor, tú y yo lo sabemos porque el cerebro nos dice que es vapor, pero cuando yo fumo con el cigarro electrónico has de cuenta que el ojo le manda un mensaje y le dice ‘tú tranquilo, está fumando’, y ya no me presiona y yo me siento tranquila”.

Desde que dejó el tabaco se siente mejor, sus nietos la abrazan y le dicen que huele bonito; por primer vez sus perfumes se perciben, su piel está más hidratada, su ánimo mejoró. Es por eso que le tiene pánico a regresar. Compró cinco cigarros electrónicos y cuando sale de viaje se lleva uno nuevo, en su empaque, porque no quiere que las ganas la agarren desprevenida.

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Gracias al vaporizador María Julia pudo dejar una adicción de más de 30 años que ni el cáncer logró detener, lo hizo sin drama, sin sentirse ansiosa, sin sufrir. Pero el cigarro electrónico tiene sus detractores, la doctora Ponciano Rodríguez, por ejemplo, cuestionó el hecho de que sicológicamente nunca se rompe la relación objeto-sujeto ni el ritual del fumador.

María Julia ni siquiera se da tiempo de escuchar esas críticas, más allá de las discusiones médicas, ella dejó de fumar.

“Yo estoy satisfecha con lo que estoy haciendo. No le pido más al cigarro electrónico, lo que me da es ¡wow!, bien, no quiero más, no necesito más”.

DETRACTORES Y POLÉMICA

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Imagen: Panoramio

Ramón, el vendedor del Tianguis del Oro, fue cauto al describir el vaporizador. No es un método para dejar de fumar, es un sustituto que puede ayudar. Él comenzó a comercializarlo precisamente porque le permitió dejar la nicotina y a estas alturas ya no necesita tampoco el también llamado e-cigarret, comenzó a utilizarlo hace dos años. Al igual que María Julia había probado varios métodos, se ponía un parche de nicotina diario y llegó a ingerir hasta nueve pastillas al día.

La comercialización de cigarrillos electrónicos en México está vetada por la fracción VI del artículo 16 de la Ley General para el Control del Tabaco la cual prohíbe vender cualquier objeto que se parezca a un cigarro pero que no provenga de la planta de la “nicotiana tabacum”.

La Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), emitió un boletín de prensa en octubre del año pasado donde afirmó que estos productos no cuentan con registro sanitario como medicamentos por lo que ni su contenido ni sus propiedades de tratamiento para dejar de fumar han sido comprobadas. Han realizado varios operativos de decomiso para intentar sacarlos del mercado, pero siempre vuelven. La razón, según el vendedor del tianguis, es que es un producto que se vende mucho.

fumadores02Al describir el vaporizador, Ramón no supo especificar cuánta nicotina contenía, pero lo que sí afirmó es que vaporiza agua y un aceite vegetal, además de un saborizante.

Para Ponciano Rodríguez la falta de certeza de los elementos del cigarro electrónico son graves, al menos en los parches, gomas de mascar, inhalador de nicotina, las pastillas e incluso los cigarros sí se sabe exactamente qué contienen y en qué proporciones. La nicotina tiene varias formas químicas, algunas positivas y negativas, y con el vaporizador no se tiene certeza de cuál es. El hecho de que no está avalado por la ley abre un hueco en los controles de calidad ya que ninguna institución certifica si es fidedigna la información que ofrecen los productores del e-cigarret.

No hay tampoco literatura médica que haya probado la eficacia del cigarro como modelo para dejar de fumar ni se han establecido tiempos. El proceso para abandonar una adicción es complicado y se tienen que fijar fechas muy tajantes.

La Encuesta Global de Tabaquismo en Adultos 2009, en su versión México, publicó que 72% de los fumadores desean dejar de fumar pero sólo 10% lo logra. Ponciano Rodríguez explicó que hay otro paso importante y es el de mantenerse alejado de la adicción durante toda su vida. Si se lleva un buen tratamiento que desligue las disfunciones cognitivas de “el cigarro es mi amigo” y ayude a sobrepasar el síndrome de abstinencia, puede haber un margen de 70% de adictos que no recaen.

¿CÓMO DEJO DE FUMAR?

La Encuesta Nacional de Adicciones publicó que los costos anuales de atención médica de tan sólo cuatro de las enfermedades relacionadas con el tabaquismo son de entre 23 mil millones de pesos, en un escenario conservador, a los 43 mil millones de pesos, en uno alto.

A nivel individuo el impacto a la economía puede ser fuerte. Si una persona fuma una cajetilla diaria de cigarros, a un precio de 42 pesos, al año implica una cantidad de 15 mil 330 pesos, con esa cantidad alcanza para comprar un iPhone 5 de 64 gigabites que ronda los 13 mil 799 pesos. El salario mínimo en el Distrito Federal es de 62 pesos, una cajetilla de cigarros implica 67% de dicha cantidad.

Lo anterior es el precio monetario, pero a nivel salud afecta la estructura y función del cerebro, produce insomnio porque altera dos sustancias llamadas serotonina y melatonina. La frecuencia cardiaca baja y las personas tienen la sensación de estar cansadas o lentas. Causan una serie de problemas respiratorios como enfisema o bronquitis crónica, estos afectan más a las mujeres porque generalmente son más pequeñas. Además se asocia con 29 tipos de cáncer.

Y, como es una enfermedad, María Guadalupe Ponciano propuso un tratamiento médico para poder dejarlo. Afirmó que si bien en el ámbito de la prevención México deja mucho qué desear ya que las medidas no trascienden los sexenios políticos, sí se ha trabajado mucho el tema del tratamiento. Hay diseminados por todo el país 323 Centros de Atención Primaria en Adicciones Nueva Vida, lo que convierte a esta red en la más grande de Latinoamérica, afirman en la ENA.

Aunque reconoció que no hay dos fumadores iguales, Guadalupe Ponciano detalla el tratamiento general para la adicción. Se apoya a través de dos abordajes. En primer lugar hay medicamentos para ayudar con el síndrome de abstinencia.

frase03En paralelo se debe trabajar una terapia sicológica; en su experiencia lo que da mejor resultado son las que están dentro de la rama cognitivo conductual, algo muy dirigido, breve y que le dé herramientas al adicto para tener el control en su deseo de fumar.

“En el adicto el manejo de las emociones es muy pobre, si están tristes quieren fumar, lo mismo pasa si están contentos, asocian las emociones al consumo. Deben adquirir, entonces, herramientas para la resolución de problemas, ejercicios de relajación, técnicas de respiración muy parecidas a las del yoga. Yo utilizo mucho la terapia grupal, funciona muy bien y ahí te das cuenta que somos seres sociales. No te imaginas cómo ayuda el hecho de estar con tu manada”.

Aseguró que con su método nueve de cada 10 fumadores pueden dejar la adicción, y de esos, 70% no recae.

Por la falta de certezas que lo rodean, el cigarro electrónico se pone en el ojo de la polémica. Un hecho es que María Julia, por ejemplo, dejó de fumar pero también es cierto que tiene cinco cigarros electrónicos por el miedo que le provoca una posible recaída. Lo que está en el fondo quizá es dotar de la información necesaria y una red de ayuda para tratar a los adictos a la nicotina, que terminan siendo una bomba de tiempo para el sector salud y sus finanzas.

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