Llevo varios años impartiendo clases y talleres de narrativa. La mayoría de ellos, dentro de la currícula de carreras universitarias. Esta aclaración es importante pues implica que los asistentes no siempre acuden por placer sino por obligación. No es lo mismo un taller en un centro cultural a donde se inscriben quienes tienen pretensiones de escritor a una clase obligatoria para cubrir con los créditos de una carrera.

En términos muy generales, una clasificación posible de las voces narrativas las agrupa justo por la voz que emite el relato. Se narra en primera, segunda o tercera persona. Sobra decir que esto es, apenas, el punto de partida. Más tarde puede haber muchísimas taxonomías extra para clasificar a los narradores. Siguiendo, sin embargo, con esta clasificación, es claro que la voz en segunda persona es la menos frecuentada. De hecho, es casi inexistente. Si pudiéremos hacer un estudio estadístico de toda la narración escrita hasta la fecha, encontraríamos que la tercera persona es, en contraparte a la segunda, la más frecuentada. Es lógico: un narrador externo, entendido como una entidad abstracta que habita fuera del relato, da cuenta de lo sucedido con ciertos personajes. Eso no implica que no exista un gran número de novelas o cuentos escritos en primera persona, en los que un personaje es el encargado de dar cuenta de la historia. Insisto, estoy haciendo una simplificación máxima.

Hay una constante que he percibido a lo largo de todos mis años en los talleres y cursos que ya mencioné: cada vez se narra más en primera persona. La tercera está siendo relegada.

Esto, en sí mismo, no sería excepcional ni mucho menos. Lo interesante es el tipo de primera persona que va inundando mis clases. Sin un afán de generalizar, lo cierto es que me resulta muy común toparme con un narrador en primera que es la voz del autor. Normalmente esto podría pensarse como un ejercicio metaficcional de altos vuelos o como un error pues se ha roto la barrera entre el autor y el narrador (recordemos que, con los narradores en tercera, es sencillo asumir que quien cuenta es el propio escritor). Es casi como si una persona me contara lo que le sucedió por la tarde del viernes anterior.

Al margen de consideraciones estéticas, llama la atención este fenómeno. He reflexionado, junto con otros colegas y escritores, a qué podría deberse. La hipótesis más fundada apunta a que es producto de las redes sociales. Nunca hasta ahora se había tenido tanta necesidad de presentar al yo como un objeto de enunciación como ahora. Yo soy el que digo, el que sale en la foto, el que come determinadas cosas; quien se pelea con otros, quien se conmueve con imágenes determinadas, quien palomea y comparte lo publicado por los demás. Incluso, quien cuenta las historias que conoce de una fuente externa.

Este fenómeno es, cuando menos, interesante. De nuevo, no me interesan tanto las apreciaciones estéticas del mismo en tanto me ocupa cómo este yo echado para adelante, es capaz de proponer formas novedosas de narración. Aún no me topo con ninguna que justifique esta voz por encima de las otras. Sin embargo, estoy ávido de que pronto suceda. Toda ampliación a las posibilidades de la narrativa es bienvenida.

Jorge Alberto Gudiño Hernández

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Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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