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Darío Ramírez

10/01/2013 - 12:02 am

La prensa contra la prensa

Es un dato conocido, y no por ello menos escalofriante, que México es el país más peligroso para ejercer el periodismo. Las dos administraciones panistas dejaron un saldo de 72 periodistas asesinados y 13 desaparecidos. Las cifras se explican por si solas. La prensa y las organizaciones de la sociedad civil especializadas en la defensa […]

Es un dato conocido, y no por ello menos escalofriante, que México es el país más peligroso para ejercer el periodismo. Las dos administraciones panistas dejaron un saldo de 72 periodistas asesinados y 13 desaparecidos. Las cifras se explican por si solas.

La prensa y las organizaciones de la sociedad civil especializadas en la defensa de la libertad de la expresión de manera reiterada han señalado la ineficacia del Estado para frenar el deterioro de dicho derecho fundamental en México. El débil estado de Derecho y la impunidad como su consecuencia directa ha dejado en completa indefensión a la prensa. Las autoridades (federales y estatales), con una clara y absoluta falta de voluntad política, han no sólo administrado mal el problema sino que propiciado por omisión muchas veces su agravamiento. Las respuestas estatales han sido, por decir lo menos, charlatanas, timoratas y mentirosas.

Lo preocupante de ver un Estado ausente e irresponsable (y reitero que es en todos los órdenes de gobierno) es que nos obliga hacernos la pregunta: ¿quién nos protege? El último y más importante responsable de frenar las agresiones e investigar las ya ocurridas en aras de romper el ciclo de violencia es el Estado. Si el Estado no actua los agresores se multiplican, como de hecho ha sucedido.

El mensaje que ha mandado el Estado en la última década es de silencio, displicencia y complicidad con los perpetradores que arrinconan y acallan a la prensa. Las autoridades responsables enlistan pretextos para no asumir su responsabilidad y fracaso de manera pública y la prensa permite dicha defensa por parte de las autoridades.

Lo cierto es que hay otros actores con un alto nivel de responsabilidad en lo que concierne a la violencia contra la prensa. Uno de ellos es la misma prensa. Hoy no es aventurado señalar que existe un tipo de violencia de la prensa contra la prensa. He escuchado un sinfín de veces la descalificación desencarnada entre profesionales de la comunicación. Al grado que colegas han señalado fulminantes frases como: “si lo mataron por algo debió haber sido, seguro andaba en malos pasos”. La atrocidad de la común frase deja perplejo a cualquiera que lo escuche.

Es evidente que la prensa mexicana está desunida. Es evidente que su desunión tiene como consecuencia la ausencia de solidaridad. Es evidente que la falta de solidaridad atiza el nivel de indefensión. Es evidente que la indefensión eleva el nivel de riesgo. Es evidente que el nivel de riesgo debilita el clamor por la justicia. Hemos tomado como realidad única e inamovible que la prensa no es solidaria con los colegas que sufren agresiones día a día. La ausencia del mínimo gesto de acompañamiento solidario es la constante.

La prensa arrastra vicios desde hace muchos años. Es un secreto a voces. He escuchado a periodistas que abiertamente dicen que no se sentarían en una mesa de trabajo donde se encuentre tal periodista. He visto cómo la descalificación al trabajo del colega no versa en una crítica periodística al trabajo, sino más bien en las fobias hacia la empresa periodística o la personalidad del autor del trabajo periodístico. La prensa está dividida porque la misma prensa quiere seguir estando así. Existen bondadosos intentos (todos dramáticamente infructuosos) para generar un interés traslapado de toda la prensa contra la violencia que la aqueja. En otras palabras, generar un interés en las diferentes casas editoriales y periodistas para que reconozcan que la violencia afecta al gremio como tal y no únicamente a la víctima directamente. Cuando describo a personalidades extranjeras la actual situación que vive nuestra prensa, reparan con perplejidad en el hecho que ni la violencia contra la prensa puede generar un interés en común: frenar las agresiones.

Para la prensa en general el único responsable es el gobierno y de manera irresponsable la gran mayoría de sus miembros voltea al otro lado cuando se habla de como la ausencia de unión abona de manera clara y directa a la impunidad e ineficacia de las autoridades. Es la prensa, con su poder de comunicación, el único actor capaz de presionar de tal manera a las autoridades irresponsables e ineficaces para que cambien su manera de actuar.

La indolencia de la prensa para presionar de manera eficaz y constante a autoridades allana el camino para que transcurran años y los casos de periodistas asesinados y desaparecidos estén en completa impunidad. El silencio de la prensa es cómplice en muchos de los casos. La denuncia de los casos de agresiones sigue siendo tímida si tomamos en cuenta la aguda crisis que hemos vivido los últimos años.

¿Hasta cuándo los miembros de la prensa seguirán con su acostumbrada inmadurez que imposibilitan acuerdos reales y de gran calado que cambien el tablero actual? ¿Hasta cuándo la costumbre periodística seguirá cargando con putrefactas tradiciones que lo único que limitan es el necesario desarrollo de acuerdo a los tiempos democráticos? ¿Hasta cuándo los periodistas seguirán comprándose broncas que les son ajenas? Lo preocupante es que si un contexto tan hostil, como es el de la violencia generalizada que vivimos, no ha podido unir a la prensa, la pregunta es ¿qué puede generar el cambio? No nos confundamos, la solidaridad y unión de la prensa es indispensable para frenar la caza. Cada medio y periodista tendría que responder con fundamentos que expliquen ampliamente por qué no se ha avanzado en la generación de un frente común. Me parece que el “no me cae bien” o “pues así son los egos en la profesión” son respuestas inmaduras, cómplices e irresponsables ante el contexto que estamos viviendo.

Hemos llegado a ser el país más peligroso para la prensa con la pasiva complicidad de la misma prensa. Si queremos cambiar el destino y salvaguardar el derecho a la información de la sociedad, debemos de pasar del silencio y complicidad, a la acción solidaria y pública de la prensa para con la prensa. Mucho me temo que no hay opción en este rubro, la pregunta es ¿hasta cuándo asumirán su responsabilidad?

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

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