“Como resultado de la reducción de viajes, la menor actividad industrial y la menor generación eléctrica este año debido a la pandemia, se prevé que las emisiones de dióxido de carbono caerán hasta un 7 por ciento en 2020”, indicó en un informe el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA), con sede en Nairobi.
Por Pedro Alonso
Nairobi, 9 dic (EFE).- El impacto global de la pandemia de coronavirus reducirá este año la emisión de dióxido de carbono (CO2), uno de los principales gases de efecto invernadero, pero no aplacará la crisis climática a menos que el mundo impulse una recuperación “verde” para superar la devastación de la COVID-19, advirtió hoy la ONU.
“Como resultado de la reducción de viajes, la menor actividad industrial y la menor generación eléctrica este año debido a la pandemia, se prevé que las emisiones de dióxido de carbono caerán hasta un 7 por ciento en 2020″, indicó en un informe el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA), con sede en Nairobi.
Sin embargo, subrayó el PNUMA (también conocido como ONU-Medioambiente), esa caída “significa sólo una reducción de 0.01 grados centígrados del calentamiento global para 2050”.
Y, además, no impide que “el mundo todavía se dirija hacia un aumento de temperatura mayor de 3 grados centígrados este siglo”, lejos del objetivo de mantener tal incremento por debajo de 2 grados respecto a la era preindustrial.
LA TREGUA DE LA PANDEMIA, UN ESPEJISMO
Ese objetivo figura en el Acuerdo de París (2015), que establece medidas para aminorar las emisiones de gases de efecto invernadero, aunque busca también esfuerzos para limitar el aumento de la temperatura del planeta a 1.5 grados.
El PNUMA hace esta advertencia en la undécima edición de su Informe sobre la Brecha de Emisiones, correspondiente a 2020, que compara las reducciones reales con las que hacen falta en la lucha contra el calentamiento de la Tierra.
El estudio constata que la “disrupción económica” provocada por la crisis del coronavirus “ha desacelerado brevemente -aunque está lejos de haberlo eliminado- el lastre histórico y cada vez mayor de la actividad humana en el clima de la Tierra”, que se traduce en la abundancia de los fenómenos meteorológicos extremos.
En ese contexto, el PNUMA defiende que una recuperación “verde” de la pandemia puede recortar un 25 por ciento las emisiones de efecto invernadero previstas para 2030, según los datos previos a la crisis del coronavirus, y acercar a la Tierra a “la vía de los 2 grados”.
Así, las medidas prioritarias deben incluir el apoyo directo a tecnologías e infraestructuras de cero emisiones, la reducción de subsidios a los combustibles fósiles; el freno al surgimiento de nuevas plantas de carbón y la promoción de soluciones basadas en la naturaleza, como la reforestación.
“La pandemia es una advertencia de que debemos cambiar urgentemente nuestro camino de desarrollo destructivo, que está impulsando las tres crisis planetarias de cambio climático, pérdida de la naturaleza y contaminación”, aseveró la directora ejecutiva de ONU-Medioambiente, Inger Andersen.
Además, la ligera tregua contaminante ocasionada por la COVID-19 no deja de suponer una suerte de espejismo porque “la crisis climática no ha desaparecido”, recordó Andersen.
“El año 2020 -insistió- lleva camino de ser el más cálido que se ha registrado. Los incendios forestales, las tormentas y las sequías siguen causando estragos mientras los glaciares se derriten a un ritmo sin precedentes”.
De hecho, el informe refleja que las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero continuaron creciendo por tercer año consecutivo en 2019, cuando alcanzaron un nuevo récord de 59.1 gigatoneladas de equivalente a CO2.
Según el estudio, las emisiones globales de gases de efecto invernadero han subido una media del 1.4 por ciento anual desde 2010, con un avance más rápido del 2.6 por ciento en 2019 debido a un gran aumento de los incendios forestales.
TOQUE DE ATENCIÓN AL G20 Y LOS RICOS
Durante la última década, los cuatro principales emisores (China, Estados Unidos, la Unión Europea más Reino Unido e India) han contribuido al 55 por ciento del total de emisiones de gases de efecto invernadero, sin incluir emisiones por el cambio del uso de tierras.
Los siete primeros emisores (incluidos Rusia, Japón y transporte internacional) han coadyuvado al 65 por ciento, y los miembros del G20 (grupo de veinte países desarrollados y emergentes) representan el 78 por ciento.
Un año más, el PNUMA reitera que los compromisos de los gobiernos en virtud del Acuerdo de París aún son “desafortunadamente inadecuados”. Por eso, la previsión de emisiones para 2030 augura un aumento de la temperatura planetaria de 3.2 grados en este siglo, incluso si se aplican todas las obligaciones incondicionales.
“Los niveles de ambición en el Acuerdo de París deben triplicarse para alcanzar la vía de los 2 grados y aumentar al menos cinco veces para llegar a la vía de los 1.5 grados”, enfatiza el Programa.
Especial responsabilidad atribuye la ONU al G20, pues sólo “una cuarta parte de los miembros tiene partidas de su gasto, hasta el 3 por ciento del producto interior bruto (PIB), dedicadas explícitamente a medidas de bajas emisiones de carbono”.
Como nota positiva destaca el creciente número de países que se han comprometido a conseguir a largo plazo una neutralidad de carbono (que sus emisiones netas de CO2 sean cero).
Hasta la finalización del estudio, 126 países que abarcan el 51 por ciento de las emisiones habían adoptado, anunciado o considerado una neutralidad de carbono. Entre ellos figuran integrantes del G20 como China, la Unión Europea, Japón, Argentina o México,
Si Estados Unidos se impone esa meta para 2050, como ha sugerido el presidente electo, Joe Biden, se trataría del 63 por ciento de las emisiones. No obstante, matiza el informe, estos compromisos “deben traducirse de forma urgente en políticas y acciones a corto plazo” para resultar “factibles y creíbles”.
El PNUMA también incide en que una acción climática más eficaz debe incluir cambios en el comportamiento de consumo del sector privado y los particulares, ya que “dos tercios de las emisiones globales están vinculadas a hogares”.
“Los ricos -concluye- tienen la mayor responsabilidad: las emisiones del 1 por ciento más rico de la población global representan más del doble de la proporción del 50 por ciento más pobre”.